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El inicio de la primavera

Milagros Queirolo | Psicoterapeuta Psicoanalítica
Las estaciones del año son realmente importantes para el mantenimiento de la vida. Tras el largo invierno, la primavera nos despierta de este letargo invernal, etapa en la que los días son más largos y las temperaturas suaves.
La naturaleza renace con todo su esplendor y vitalidad, al igual que nos invita a salir y vivir, como una nueva oportunidad de celebrar la vida, y los efectos positivos que podría traer.
“El deseo depende de un objeto, porque el deseo proviene precisamente de esta falta. Ese algo que pone el sujeto siempre en un estado de insatisfacción. “El deseo nace de la brecha entre la necesidad y la demanda” en el que “la necesidad se dirige a un objeto específico y se reúne con él. La demanda se forma y se va a otro “(Laplanche y Pontalis).”
La primavera nos invita también a realizar cambios que posiblemente influyan en nuestro funcionamiento psíquico que abarcan todas las etapas del ser humano. La primavera me lleva a pensar en el deseo inconsciente como movimiento que desacomoda, como algo que nos empuja en nuestra vida.
El hombre ya no puede ser considerado sólo como una criatura cuyo principal interés es la satisfacción de la pulsión. El hombre se revela como un ser en busca de sentido. Freud utiliza esta idea en el contexto de la teoría inconsciente sosteniendo que el deseo es la realización de un anhelo inconsciente que orienta la vida particular de cada sujeto. La búsqueda referida al reencuentro de ese objeto primario que si bien no se recupera se logra a través de las múltiples formas de amar que desarrolla el sujeto. El deseo se relaciona profundamente con las formas de relación que subjetivamente el sujeto establece con la realidad.
A lo largo de nuestra vida intentamos reproducir lo que quedó de esa vivencia (búsqueda), algo que será imposible porque esa primera vivencia (búsqueda) es inmortal, es decir que dejó una huella imborrable. Desde que nacemos vemos cosas incomprensibles que irán teniendo sentido con el correr del tiempo. En el psicoanálisis el deseo es el motor de un sujeto que le permite abordar todos los aspectos de su vida con la sensación de que verdaderamente está haciendo lo que quiere, y se puede observar entonces que el deseo es el que permite que se lleve a cabo.
Esto me provoca relacionar el deseo con la primavera/renacer: un buen momento para “recuperar la conexión con nuestros anhelos más profundos y materializar un sueño o deseo del alma largo tiempo retraído”…
Y no digo que esto sea algo exclusivo de la primavera; sin embargo, la llegada de esta estación nos invita a disfrutar de la naturaleza y el aire libre, de nuestra propia vitalidad y de los sentidos. Nos permite preguntarnos: ¿qué es lo que deseo? Me sugiere que es como una bocanada de aire fresco, sobre todo después de los momentos vividos en el tiempo especial en el que lo disruptivo de la pandemia todavía convive entre nosotros.
El estar en la clínica con adolescentes me lleva a asociar la primavera y cómo vemos que el deseo en los adolescentes actuales no puede ser gestado. Detectamos que los cambios que se presentan, tanto físicos como psíquicos han sido dificultosos en su maduración. Sus, fantasías, sus miedos, sus búsquedas en relación con el sexo y el futuro son inciertos y están algo detenidos en muchos de ellos.
Vemos que los adolescentes que nos llegan, al no haber podido vincularse con sus pares y con otras personas diferentes a sus padres, están perdidos, algo más que lo normal, insatisfechos consigo mismos. La incomunicación física y real no les ha permitido tramitar adecuadamente sus fantasías y deseos.
Por su parte los adultos que han querido encontrar nuevos recursos creativos también se sienten defraudados por no haber encontrado soluciones y estrategias para sostener a sus hijos adolescentes de la mejor manera, y recurren a nosotros, considerándonos casi como los ”salvadores” de los que cursan esa singular edad.
Nos encontramos, pues, con nuevos desafíos para poder entender y ayudarlos, hijos de padres que confían en nosotros que llegan al consultorio puedan ver y encontrar la primavera junto con nosotros. La labor que tenemos nos obliga a vincularnos, intercambiar con otros y ser capaces de refrescarnos, renovarnos, viviendo la primavera, con un ánimo abierto y entusiasta llenos de vitalidad.

Una aproximación a la clínica winnicottiana

Julieta Bareiro (2013) – “2. La clínica winnicottiana. Reflexiones sobre el análisis y la posición del analista”. En. Revista Interdisciplinaria de Filosofía y Psicología.

 

[…]

Lo que puede destacarse es que este tipo de clínica no se detiene en el conflicto psíquico freudiano, entendido como la tensión entre deber y realización del deseo, o como la triangularidad del complejo de Edipo. Aparecen fenómenos de diversa naturaleza que remiten a la incertidumbre entre ser y existir: la experiencia de futilidad, de inautenticidad, de vacío. No se trata de que rechace el factor del síntoma, la rivalidad edípica, el problema del deseo y su satisfacción. Pero pareciera que da un paso atrás y pone el acento en donde estos factores se sostienen. En todo caso, la problemática freudiana podría leerse como un derivado del existenciario winnicottiano. Para el psicoanalista inglés, lo radical es la continuidad de la existencia a partir de donde un sujeto comienza a ser. Los avatares pulsionales y la diferencia sexual se manifiestan con posterioridad. La diferencia que Winnicott menciona es que, en los primerísimos estadios, el problema no está frente al deseo, sino ante la necesidad. Justamente, necesidad de existir. Resulta indispensable la existencia de otro que cobije y sostenga, aunque no se tenga conciencia alguna de ello. […]

 

Así, una de las diferencias más sustantivas entre la clínica de Freud y la de Winnicott radica en que, mientras el primero se abocó al trabajo clínico de las neurosis de transferencia, el segundo se dedicó –en especial– a aquellos cuyas perturbaciones podían responder a conflictos ubicados en momentos anteriores. Mientras que Freud da por sentado el cuidado de las necesidades del niño, Winnicott advierte acerca de los fenómenos que aparecen en su clínica, cuando estos no han sido lo suficientemente buenos. […]

 

Este desplazamiento la cura winnicottiana no es algo que el análisis le hace al paciente, sino en la medida de lo que el paciente es capaz de hacer consigo mismo en presencia del analista. Este giro sobre el comando del análisis indica que, en última instancia, lo significativo es que el paciente se sorprenda a sí mismo. El acento está puesto sobre lo propio del sí, lo creativo y lo espontáneo.

 

[…] El análisis surge como un ámbito confiable metaforizando el cuidado materno. La tarea es la de sostener la experiencia de ser, resguardando la singularidad. Estas formulaciones traducen al análisis no como la imagen freudiana de una partida de ajedrez, sino como juego espontáneo. Para Phillips (1997) la teoría winnicottiana no se adhiere al saber del inconsciente como piedra fundamental y en su lugar ubica a la salud caracterizada por la espontaneidad y la intuición; términos ausentes en el pensamiento de Freud o Klein (p. 68).

 

No se trata tanto de que el análisis no “tiene reglas”, sino de que el ajuste extremo a ellas sería del orden del sometimiento. Como bien lo señala Coloma Andrews (1999): “Winnicott le da al juego un rol básico para poder dejar expresar la espontaneidad que, en su criterio, es la creatividad. Esto hace posible un resultado que importe al paciente como individuo y no al acatamiento a referentes psicopatológicos como patrón de trabajo en la técnica” (p. 52). Lo que Winnicott invita es a que el análisis no quede enquistado en fórmulas o definiciones enigmáticas, sino a que sea una experiencia real y significativa para el paciente.

Ser mujer en el Perú

Lucero Velarde Russo | Terapeuta en egresada Promoción 38

 

“La feminidad se pude ejercer de distintas formas, que no existe una sola forma correcta de hacerlo”.

Creo que todos estaremos de acuerdo, en que definir el significado de ser mujer no es tarea sencilla, como tampoco lo es serlo. Por ello, es necesario comenzar señalando que ser mujer para cada una es una experiencia distinta, ninguna será igual a la otra, las vivencias son únicas. No obstante, hay situaciones en común que cada una transita a lo largo de su desarrollo. En la actualidad, la mujer ha alcanzado mayor libertad, a diferencia de hace setenta años donde era casi impensable poder desempeñarse en roles fuera del hogar. Por décadas, la unión de mujer igual madre era incuestionable. En el país aún hay grupos y movimientos sociales que señalan y esperan que esta sea la única forma de vivir la feminidad. Sin embargo, a su vez hay muchas mujeres que han comenzado a salir de casa, buscan educación constante, integrarse al mundo laboral, tener la opción de decidir cuándo convertirse en madres. Esta dualidad produce conflictos y divide a la comunidad femenina, lo cual es una desventaja, ya que actualmente la sociedad se encuentra cargada de violencia hacia la mujer. Lastimosamente esto también es responsabilidad femenina, ya que desde nuestro rol perpetuamos lo patriarcal. Hace más de 40 años Simone de Beauvoir (1974) señaló que la mujer demanda y detesta su condición femenina, generando ambigüedad frente a su condición de mujer. Hoy en día, esta idea se mantiene vigente.

En ambas configuraciones explicadas anteriormente falta la posibilidad de integrar que la feminidad se pude ejercer de distintas formas, que no existe una sola forma correcta de hacerlo. Desde los feminismos más modernos, especialmente desde la tercera ola, se busca aceptar las diversas formas que existen para que una mujer pueda desarrollarse y alcanzar su potencial creativo, sin descalificar la maternidad o colocar como única fuente de liberación el poder laboral. Lo ideal sería aceptar que lo tradicional y lo moderno pueden coexistir a pesar de que como sociedad nos cueste aceptar que la diversidad es parte de nosotros.

Las víctimas en la memoria colectiva

Ana Cecilia Carrillo S. – Egresados Promoción 37.

 

Los acontecimientos generados por la violencia política en el Perú (1980-2000), se mantienen aún como un asunto pendiente, que aún necesitamos reelaborar, pensar, analizar. Las sociedades a través de su memoria social tienen la posibilidad de reelaborar y resignificar los acontecimientos traumáticos que han generado cambios profundos al interior de ellas, dotándolos de sentido.  Contribuyen a ello las expresiones artísticas así como la construcción o creación sitios de memoria y monumentos conmemorativos erigidos en torno a estos acontecimientos. En ellos se da presencia y voz a quienes no han sido escuchados: las víctimas, visibilizándolos. Esta construcción de sentido, de la memoria colectiva, necesaria para la reelaboración y sanación es equiparable con nuestra práctica psicoterapéutica.

Muchas memorias locales han quedado registradas en grabados y dibujos, retablos o tablas de Sarhua. Ellos nos muestran de modo explícito escenas de torturas, violencia y mutilación realizadas tanto por los senderistas como por miembros de las fuerzas armadas.

El relato visual Yuyanapaq -Para Recordar-, buscaba generar empatía hacia las víctimas y sus deudos, quienes eran generalmente pobladores de las zonas rurales del país. En el monumento “El Ojo que Llora” (Nina Mutal), aparece el nombre de cada una de las víctimas. La inclusión de los nombres de las victimas les da visibilidad, existencia y ciudadanía. Tenemos también el memorial de Domingo Garibaldi “Sino vuelvo búscame en Putis”, que consiste en fotografías de objetos que convocan a las personas que los poseyeron pero ya no están: un zapato, un chullo, una chompa, etc. Esto da la posibilidad de pensar en las víctimas a través de sus objetos.

Los espacios o sitios de la memoria tienen un rol protagónico en este proceso de pensar y reelaborar este acontecimiento traumático y de dar lugar y reconocimiento a las víctimas. El Lugar de la Memoria (LUM) busca conectar la memoria histórica, colectiva e individual a través de su muestra permanente y de la arquitectura del edificio. En Ayacucho se encuentra el Museo de la Memoria de la Asociación Nacional de Familiares Secuestrados, Detenidos y Desaparecidos del Perú (ANFASEP), donde se reproduce el horno en el que los cuerpos de las víctimas fueron incinerados en la base militar de Los Cabitos, se muestran las fosas comunes con los cuerpos expuestos y los fragmentos de ropa recobrada de cuerpos de las víctimas. Nos presenta la realidad descarnada de la violencia, para confrontar al visitante.

La salud mental en nuestros días

Pedro Morales – Médico Psiquiatra y Psicoanalista.

 

Quiero empezar comentando que hace poco se ha dado un decreto-ley que obliga a seguros y prestadoras de salud a dar cobertura a toda la gama de trastornos mentales contemplados en el CIE 10. Este detalle refleja la preocupación de las autoridades de salud en dar atención a problemas emocionales y mentales que se van incrementando y no encuentran posibilidades de atención, pese a haberse extendido la cobertura desde el gobierno. De hecho, la OMS ya hace unos años había pronosticado que los problemas mentales constituirían la segunda causa de discapacidad, detrás de los problemas cardiovasculares. El gran tema a comprender es que la salud mental es algo más que ausencia de trastornos mentales. El equilibrio, el bienestar y los hábitos saludables son un objetivo que amplía de manera importante la razón para aportar soluciones no solo cuando un problema ha adquirido proporciones de afectación severa.

Necesitamos dedicar esfuerzos importantes en la labor de prevención y, ello tiene que ver con las intervenciones tempranas, sea por dificultades en la interacción con el entorno, desadaptación escolar, laboral, conyugal y demás, como la integración, en el campo de la clínica médica de la interconsulta, allí donde se encuentra problemas físicos de origen claramente emocionales. Nos toca ir un poco más allá de la labor solitaria de la consulta individual. Promover espacios para contribuir a una mejor conciencia de la necesidad de una vida saludable, en la que tenga un lugar especial el vínculo afectivo con la gente del entorno, familiares, amigos, compañeros, etc. Las formas de hacerlo, quizás tengan que contemplar algo más que una labor informativa, en situaciones diversas, el uso de talleres, encuentros grupales, retiros, etc. Pueden favorecer la incorporación de experiencias de aprendizaje vivencial. Un tema adicional al respecto es el trabajo de concientización de la importancia de un adecuado acompañamiento en los momentos tempranos del desarrollo del niño. Ya en muchos países han hecho modificaciones en la secuencia educativa, con un énfasis en la expresión de la naturaleza del niño antes que una forzada educación instructiva. El énfasis estaría pues, en acompañarlos en el desarrollo de su encuentro consigo mismos, como garantía de un mejor desempeño en la vida.

En suma, el abordaje de la salud mental tiene muchos rostros que tenemos que integrar en nuestra mirada al ser humano y su reto de vivir en armonía consigo mismo y con su entorno. En el centro de lo cual está el sentido de recuperar el eje de su naturaleza interactuando con el entorno. Hablamos de actividad, ritmo de vida, alimentación, interacción afectiva, constitución familiar, en particular el sostenimiento de los lazos afectivos, que ya ha sido estudiado en el sentido de que no solo aportan mayor calidad de vida si no también de salud física y mental.

La llegada de la primavera

Sonia Inca – Egresada Promoción 38.

Mis recuerdos me generan sentimientos al revivir eventos relacionados a la primavera. Recuerdo que en la escuela se realizaban grandes trabajos manuales, poesías, canciones, actuaciones coloridas y alegres alusivas a la primavera; por último, la fiesta con la elección de la reina de la clase. Todo un acontecimiento, que estimulaban tanta imaginación y creatividad para llevar a cabo esta gran fiesta, promovidos por el motivo de la llegada a la primavera. En todo el mundo el arribo de la primavera es motivo de celebración, como una manifestación del reconocimiento y sus efectos positivos en todos nosotros, cada cual con sus costumbres y tradiciones. Al llegar la primavera se observan cambios en nuestro ambiente, hay más días de sol generando cambios de la temperatura, así como días más largos de luz; lo cual influye en nuestro funcionamiento psicológico.

Desde la antigüedad la primavera ha sido asociada a los jóvenes y a la vida, debido a esos cambios climáticos que provocan el renacimiento de la naturaleza. Así la primavera está asociada a grandes cambios en todo sentido, como salir del invierno a otra estación más agradable. También la primavera se ha asociado con la etapa de la adolescencia, por esos cambios que se presentan, tanto físico como psíquico, que comienzan con la pubertad. Por supuesto, esto genera “movimientos” en la mente, fantasías, miedos, búsquedas en relación con el sexo, al futuro, a las responsabilidades y en general, a todos los cambios.

Durante la pubertad se producen cambios corporales y se activa el instinto sexual. Estos cambios fisiológicos que se producen son relacionados con los procesos corporales y con cambios psicológicos, como la autoimagen. Por lo tanto, el adolescente debe enfrentar un nuevo grupo social a causa de su nueva estructura corporal. Durante la adolescencia los deseos edípicos vienen puestos a la prueba en un contexto particular, aquello que para el individuo es la nueva condición de tener genitales maduros físicamente, alcanzando así, una suerte de compromiso entre aquello que desea y aquello que no es consentido. Que luego, se resuelve con la identificación sexual del individuo. En psicoanálisis, el adolescente tiene como objetivo lograr la primacía genital y el logro de un vínculo con un objeto no incestuoso. En la adolescencia, es significativo el rol central del cuerpo y de su transformación y de como tal proceso, a nivel psíquico, asumen importancia respecto a la posibilidad de su misma representación. Asimismo, ocurre reflexionar sobre las implicancias dinámicas y afectivas que esta nueva representación del cuerpo comporta, sea para el adolescente como para sus objetos. Por ello, la importancia de comprender el proceso de cambios que se produce en esta etapa.

La gran labor a realizar es hacer tomar conciencia del rol afectivo que desempeñan los padres y cumplen funciones paternas, tanto como figura normativa como figura afectiva, es decir una adecuada función parental, para promover una sana primavera.

Desde el último cuarto

Pedro Morales – Médico Psiquiatra y Psicoanalista.

 

Arribado ya a mi último cuarto de vida, creo poder compartir algunas reflexiones útiles para quienes están comenzando el camino, sea en cuanto a dedicarse al ejercicio de la psicoterapia, cualquiera que sea su modalidad o, incluso, simplemente para aquellos que tendrán que lidiar con la vida misma y sus vicisitudes.

Lo primero a tener en cuenta es que se requiere de una verdadera y arraigada vocación de servicio, la búsqueda del bienestar del prójimo como fuente de satisfacción, en el terreno de la actividad terapéutica, viene a constituir nuestra prioridad, por encima de cualquier interés de tipo teórico técnico o científico o económico. La importancia de una buena formación, es que nos da herramientas para conocer al semejante, emplear procedimientos útiles para manejar una relación delicada como es la que establecemos con el paciente. Es, sin embargo, el terreno del trabajo personal el que nos abrirá las puertas a esa herramienta fundamental que es la asociación libre, condición a la que accederemos cuando hayamos podido auto observarnos de forma tal que nuestras asociaciones no encuentran dificultad para identificar las emociones que subyacen a nuestra propia motivación y la del semejante.

Adicionalmente al trabajo analítico personal, son las supervisiones el terreno donde podremos ampliar la mirada de nuestra interacción con el paciente y, acaso, ubicarnos en el nivel de apertura al que hemos llegado en el devenir como terapeutas. La relación terapéutica implica una compleja trama de interacciones emocionales por lo que, además de requerir de una particular sensibilidad y capacidad empática, requerimos también de haber aprendido a sostener el equilibrio emocional propio, la regulación de nuestras propias emociones redundará en la ayuda regulatoria emocional para con el paciente.

Lo anterior tiene mucha relación con el concepto de alianza terapéutica, espacio desde donde algo que llamaremos intimidad, va tejiendo la trama de confianza necesarias para el devenir liberador e integrador de los protagonistas de la experiencia. En los últimos años, a raíz de mi acercamiento a las neurociencias he encontrado que el enfoque vincular es lo que más nos acerca a la naturaleza del ser. Nacemos programados para establecer lazos afectivos y, lamentablemente la “civilización” va alejándonos cada vez más de nuestros patrones básicos emocionales, haciendo que fracase de manera creciente la realización de nuestros mandatos como especie.  En lo que nos toca, encontramos personas con severas fallas empáticas, armados para la vida, básicamente sobre la base de mecanismos de organización reactivos o de defensa, en principio, desconectados emocionalmente de sí mismos. En tanto así, nuestra tarea consistirá en mucho en sostener la dinámica de un vínculo mutuamente estimulante, que desde sí mismo vaya ampliando las posibilidades de confianza en la expresión y el logro de una mayor conciencia de lo que va emergiendo.

Las infancias son siempre nuestra responsabilidad

Enma Quispe – Terapeuta en formación Promoción 38.

 

“La infancia dura poco pero dura siempre”.

(Salmón, 2014)

 

Me gustaría poder mirar una parte de la población infantil, que no la pasan tan bien como se espera. Niños que por alguna razón viven situaciones, que no se deberían seguir permitiendo, ya sea por acto o por omisión.

Convencida que desde la formación en la que estamos inmersos, podremos aportar un granito de agudeza y de dulzura para poder formar una mirada adulta que los cobije y los acompañe en su proceso de desarrollo.

En nuestro país, con la huella de la pandemia, atravesando a toda la población, los más afectados, me atrevo a decir, son los niños y las niñas.  Los más frágiles.  Tantas veces pasan por desapercibidos, invisibles en medio de las preocupaciones, de las prisas y de las indiferencias en una sociedad de adultos.

Las infancias son siempre responsabilidad de todos, en nuestras manos de adultos están sus vidas. Se reflejan en nuestras miradas, expectantes de aquello que podemos mostrar para su tierno corazón.  Nuestra catadura moral se mide en el trato a los más indefensos. No hay visión más cautivadora que la sonrisa confiada de estos pequeñitos y no hay más inmenso llamado a la piedad que el dolor expresado en el llanto de un niño. “La misericordia, la compasión, la solidaridad tiene rostro menudo, talla corta cuerpecito indefenso y voz infantil” (Carvallo, 2003).

En los niños se muestra de manera rotunda nuestra esencial vulnerabilidad; porque para vivir, desarrollarnos, para ser, dependemos durante años del cuidado de otros, de su sensibilidad para percibir nuestras necesidades, reconocer nuestras demandas e impulsar nuestros sueños.

Sé que no existe solución inmediata. Sin embrago desde el psicoanálisis podemos pensar estrategias para ayudar a construirles un mundo más amable, para narrarles cuentos y no historias de terror.  Para que encuentren en el juego su modo de construir el mundo, de entender lo confuso de este lugar que transitamos, que su sonrisa y su llanto sean contenidos siempre por adulto suficientemente bueno.

Recordemos que son ellos y ellas quienes nos piden entender sobre todo sus lenguajes silenciosos. “Miramos el mundo una sola vez, en la infancia, el resto es memoria”. (Glück, 2020).

Caricaturas: ¿Bullying o verdades?

Patricia León – Psicoterapeuta y Psicoanalista Egresada de la Sociedad Peruana de Psicoanálisis.

 

Recuerdo a un compañero de secundaria que tenía la habilidad, (en realidad el talento), de crear caricaturas. Nosotros, sus compañeros de aula, lo rodeábamos expectantes, mientras él, lápiz en mano con trazos ágiles y seguros, convertía a nuestros profesores y compañeros en personajes de creaciones e historias divertidas: lo admirábamos, lo celebrábamos, sintiendo también la ansiedad de convertirnos en sus modelos elegidos.
¿Eran sus caricaturas un bullying dirigido a los profesores, a nosotros sus compañeros y al sistema educativo? Las caricaturas son creaciones cómicas que sin duda enmascaran agresividad, pero que atraviesan un proceso de elaboración y creatividad y cuya intención es develar una verdad interior que puede ser vergonzante e incómoda, pero que guarda semejanza con el modelo real. Sus dibujos develaban nuestro interior, yendo más allá de la apariencia y, con la agudeza de su percepción, nos revelaba verdades sobre nuestra situación escolar que intuíamos, pero que solo al observar sus dibujos podíamos ver con claridad. El bullying en cambio, se trata más bien de descargas impulsivas y/o agresivas directas y con el objetivo de hacer daño al otro.
Algunos profesores frente a esto, se desconcertaban: ¿era arte, juego, burla, ataque?; otros, lo tomaban como la clara muestra de un alumno ocioso y otros, lo recibieron como un ataque a su autoridad. Estos últimos, se colocaron en lo que Jessica Benjamin plantea como una relación complementaria (víctima-victimario). Una relación así, empuja a resistirse o a someterse a ella, lo que deriva en medidas represoras.
Si, como parte de la enseñanza escolar hubiésemos considerado esas caricaturas como un emergente del campo inconsciente co-construído entre alumnos y profesores, y lo hubiésemos usado como un elemento con el que jugar y aprender entre los miembros de la comunidad educativa; quizás, hubiésemos practicado la introspección, reconocido la dificultad y valentía de conocerse a uno mismo, hubiésemos podido discutir sobre: las diversas maneras en que nos relacionábamos unos con otros, sobre cómo éramos mirados, sobre lo que nos angustiaba y tantas otras cosas más…Quizás así, mi compañero hubiese sido reconocido en su talento y como portavoz del grupo. Sin embargo, ésta no fue su historia, él decidió abandonar el colegio cuando repitió por segunda vez tercero de secundaria y, pasados los 30 años, falleció de una sobredosis de droga.
Escribo esto intentando imaginar mejores finales para otros jóvenes como él: jóvenes diferentes, que nos interpelan e interpelan la realidad.

El Freud que llevamos dentro

Mg. Olinda Serrano de Dreifuss.

 

Al conmemorarse el nacimiento de Sigmund Freud nos damos cuenta que cada uno de nosotros tiene una mirada muy personal y distintiva de su obra y aportes, incluso de su persona. Así, algunos dirían “para mí lo resaltante de Freud es su capacidad de pensar y preguntarse allí donde nadie lo había hecho, descubriendo el inconsciente”; o “su capacidad de cuestionarse  como un investigador infatigable”; otros dirán su “apertura clínica para interpretar el conflicto reprimido, dando posibilidad de análisis y cura por la palabra”; o la cultura y el arte como un genuino alivio a los padecimientos humanos; otros resaltarán su teoría sobre el desarrollo, la psicopatología y las herramientas terapéuticas. Habrá quien resalte sus cualidades de pensador teórico, clínico y social, tan científico como en “El proyecto”, tan cultural como en “El malestar en la cultura” o tan creativo como en “La Gradiva” o en “Leonardo”, y a la vez un formador del movimiento psicoanalítico, con los avatares que implicaba, y vigente en cada vez más lugares del mundo, interconectados.

En realidad, cada uno tiene su propio acercamiento y vínculo con Freud, desde las primeras lecturas, y sobre todo las primeras sesiones analíticas en el interjuego de ser paciente y tener pacientes. Luego vienen las experiencias de la formación: el reencuentro con Freud y sus seguidores en el espacio grupal y personal, siempre vivencial.

En este año especial, rendimos homenaje a “nuestro Freud”, al de cada uno/a, vigente y activo en nuestro interior, prestándonos escucha y reflexión en este tiempo particularmente complejo, como él también experimentó el suyo. Es nuestro deseo que podamos conectar y sentir a “nuestro Freud” en lo común y singular de cada uno y su momento personal y profesional. Les confieso que “mi Freud” en estos tiempos está muy ubicado en el Departamento del CPPL que lleva su nombre, y que tengo el honor de dirigir y buscar crecer y desarrollar con los exalumnos más destacados y motivados para trabajar en la institución. El Freud de los “caminos de la terapia psicoanalítica” (1919) que busca modos de extender el alcance del psicoanálisis a muchas personas adaptando las técnicas sin perder la esencia de lo analítico, siempre en reflexión y en diálogo con autores recientes, es el que nos acompaña y nos orienta. La pregunta psicoanalítica de quién es nuestro Freud de hoy, y cómo nos vinculamos con él, sigue en pie, felizmente.