41 años al servicio de la salud mental

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Bienvenida año académico 2024

Mg. Liliana Granel – presidenta del Consejo Directivo CPPL

Es un verdadero gusto dirigirme a ustedes, a través del Boletín, para darles a todos una cálida bienvenida al año académico 2024.

Un nuevo año, un nuevo comienzo lleno de anhelos, expectativas y deseos. Pienso que la formación en psicoanálisis es una experiencia única, porque se comparten ideales, nuevas metas, amistades, camaradería y anécdotas vividas, que, con humor y alegría, se pasan de promoción a promoción ¡Y ya estamos con la Promoción 41!!

Aprendemos a través de las lecturas, de las supervisiones y del propio análisis personal, nos acercamos a las emociones, los afectos, los impulsos, las fantasías organizadas a través del pensamiento. Esto lo hace un oficio difícil, porque usamos el recurso de nuestra propia mente para comprender la del otro y poder inferir y deducir sobre el psiquismo.

Nuestro trabajo en sí mismo es una aventura cotidiana, donde en los consultorios podemos cumplir con el anhelo de cuidar, curar y mejorar el mundo externo e interno.

Valorar la escucha, el diálogo íntimo entre analista y paciente, sostenido por el deseo de acercarnos al sufrimiento del otro, que, a veces, es tan parecido al de uno mismo, y desde ahí analizar, explorar el inconsciente y sus múltiples despliegues, para pasar de lo desconocido a lo conocido. Ahí, donde el dolor ha de convertirse en pregunta, ahí donde la angustia invade y ciega el disfrute y placer por la vida, ahí estamos para escuchar, sostener e interpretar.

Nuestra institución, querida y cuidada, privilegia el intercambio de ideas, de teorías fundantes del psicoanálisis que dialogan con un psicoanálisis contemporáneo, con nuevas y diversas maneras de entender el funcionamiento de la mente.

Desde el área académica, nuestra preocupación es la de mejorar y enriquecer diversos aspectos de la formación, acompañar a los alumnos durante los cuatro años, en su proceso de aprendizaje, tratando de mantener y crear nuevos canales de comunicación, favoreciendo el intercambio y la recepción de aportes.

Escribiendo estas palabras para ustedes, en este Boletín, encontré una carta de Ana Freud, que se le preguntaba sobre lo que se espera de las cualidades de alguien que comienza el camino de estudiar psicoanálisis, aquí su respuesta:

“…si uno desea ser un verdadero psicoanalista, tiene que amar la verdad, tanto la científica como la personal, y tiene uno que colocar esa apreciación de la verdad más allá del malestar que reconocer cosas desagradables pueda causar, sea del mundo exterior o en uno mismo.

Es más, creo que el psicoanalista debe tener diversos intereses en la sociología, la religión, la historia, la literatura…porque de lo contrario su visión y comprensión del paciente serán incompletas. Ser un lector y familiarizarse con la literatura de muchos países y culturas…”

 

¡Doy la bienvenida a todas las Promociones! Pero, un saludo muy especial a la Promoción 41, que comienzan esta nueva aventura, este viaje incierto y algo peligroso…

Espero y deseo, que todos los miembros del CPPL, continúen con entusiasmo la transmisión del pensamiento psicoanalítico, trabajando juntos, compartiendo espacios de diálogo, enfrentando nuevos desafíos y haciendo que nuestra Institución siga creciendo.

Muy buen comienzo 2024

Con Cariño,

Mg. Liliana Granel La Danse

¡Hasta siempre querida amiga!

Mg. Olinda Serrano de Dreiffus – Psicoterapeuta psicoanalítica 

  • “Cuando se escribe, es preferible hacer frases más o menos cortas para transmitir claramente lo que quieres decir.”
  • “¡Ahhh, sí pues, tienes razón!”
  • “Claro pues, Chica.”

Lo decía sonriendo y guiñando el ojo. Sin duda que mi amiga Nené, doctora en lengua y literatura como primera profesión, sabía lo que me decía, y su enseñanza, como tantas otras, me quedó para siempre y para compartir, una redacción y una actitud clara, simple y directa. Corrían los años 90, habíamos llevado años de una formación docente en la Escuela y andábamos con mucho entusiasmo y dedicación, explorando diversos temas clínicos y dentro de ellos los procesos breves y focales. Nuestro entusiasmo se extendía con el de otros colegas interesados en aprender y llevar a la práctica una forma de trabajo que nos permitía ser creativos y a la vez rigurosos. Encontramos y formulamos, incluso, nuestro insight primordial como la posibilidad de darnos cuenta de algo que pasaba en el encuentro clínico, aunque sea que no entendíamos nada. Nos reuníamos cada semana en la Escuela y también en su casa, encontrando a una amiga hospitalaria y excelente anfitriona, también en su mente y en su corazón, con cariño y detalles generosos. A partir de ese espacio y en el tiempo necesario pudimos preparar una publicación que aún consideramos vigente.

Inés, o Nené como le decíamos cariñosamente, era una persona muy querida y muy valiosa por la integración e intensidad de sus afectos y su agudeza, su humor y a la vez su formalidad. Con esto me refiero a su profundo respeto por lo institucional, desplegando compromiso y responsabilidad. Era íntegra y leal; muy colaboradora y de muchas formas con la institución. En algún momento, fue surgiendo un intenso proceso de tránsito generacional en el que paulatinamente los fundadores asumían la necesidad de dejarnos la posta a los exalumnos más vinculados en diferentes roles a la institución. La lectura psicoanalítica de la dinámica que se daba era imprescindible como herramienta para rescatarnos siempre en tarea. En esos avatares, Nené tuvo un rol protagónico mostrando su fe en el grupo y en el sostenimiento del trabajo grupal. Esos atributos, comunes en muchas personas, eran en ella muy palpables. La claridad de la tarea podía combinarse sin duda con la suavidad, la firmeza y el respeto. Lo mostró y me lo dijo de esta manera: “Suaviter in modo, firmiter in res”.

Nené se desempeñó y aportó desde diferentes lugares, como integrante de la 5ª promoción, docente, supervisora, tutora e integrante de la directiva, con esa entrega y agudeza que hemos mencionado. “Los cargos son cargas”, decía en ocasiones, requieren un amor y generosidad hacia la institución y sus miembros. Sabemos también que el tiempo que le damos, que nos damos, nos reditúa en aprendizajes y experiencias compartidas, en afectos, vínculos y desarrollo profesional. Atenta en lo personal y cercana a todos en mi familia y amigos, se mostró también generosa en este sentido, sensible a darle confianza y amistad a quien lo necesitara.

Como alguien decía recientemente, “Nené vino a hacer lo que tenía que hacer, lo hizo muy bien y se fue”, dejándonos modelos, inspiración y recuerdos muy vivos de espacios y buenos ratos compartidos ¡Nos queda mucho por agradecerte, querida amiga!

Para mi amiga Nené

Lic. Verónica Zevallos – Psicoterapeuta psicoanalítica 

Para Nene, una gran amiga:

Es aún muy difícil y creo que muy pronto asimilar no estar más con una maravillosa compañera en la vida. Los sentimientos se me aglomeran en el corazón, buscan inútilmente, hasta ahora, encontrar palabras que expresen la profunda pena por la partida de una querida amiga que agradezco haber tenido.

Conocí a Nene como compañera de estudios en la promo V del Cppl. Recuerdo una anécdota que solíamos decir a modo de juego y supongo con un aire de singularidad “no hay quinto malo”.

Con el tiempo se fue tejiendo una amistad que me permitió conocer a una mujer inteligente, generosa, honesta, solidaria. Con gran sentido de humor que transmitía paz y, sobre todo, la esperanza de que las dificultades ayudan a congregar a aquellos amigos que ayudan a llevar la vida.

Una característica de Nene que nos mantenía cerca de ella fue su sonrisa.  La recuerdo muy bien. Tenía poder, el poder de hacerte creer que los deseos no son solo sueños, sino que son pasos de un camino que se construye con la mente y con el corazón. Mirar la vida desde ese matiz definitivamente la alimenta.

Tenía una gran confianza para plantear con sencillez y simpleza preguntas que le generaban las circunstancias que la rodeaban. Con una actitud crítica que, indiscutiblemente, motivaba a pensar con mayor profundidad. Ya sea como alumna o como profesora, amiga, hermana.

Como parte de la directiva del Cppl su trabajo se caracterizó por ser desinteresado, pero siempre  fértil y productivo.

Su amor por el conocimiento y en especial por el psicoanálisis fue uno de los motivos que la llevó a buscar grupos de estudio para profundizar lo aprendido, ampliarlo y, con gran respeto, valorar las ideas que surjan del trabajo grupal. Porque lo significativo era entender. Su participación siempre rigurosa y comprometida nunca dejó de lado el cariño y la familiaridad que hacía sentir a los demás, definitivamente dejaba huella.

Siempre bien dispuesta a escuchar,

siempre percibía el momento preciso para entregar detalles que devuelven las ganas,

siempre el espacio seguro en los momentos complicados,

siempre ofreciendo sus palabras para trasmitir con cariño que el día a día era una cosa de todos y que ella, con la sabiduría de su risa, estaba para ayudar a construir una historia con afecto y cariño.

“¿Cómo estás Nene?” – “de bien a mejor, subiendo”

Estar con Nene modificaba a quien estuviera con ella, sean compañeros de estudio, alumnos, amistades, familia. Cruzarse, atravesarse o participar con ella en la vida, teniéndola como amiga no permitía seguir siendo la misma. Era una relación de aleaciones, mutaciones enriquecedoras que producen su presencia y su manera de estar.

Me siento afortunada de haberla conocido y sé que hay otro lugar para encontrarla, el tiempo no es distancia es movimiento. Son pliegues de diferentes espacios para hacer conexiones.

Muchísimas gracias, Nene

PIN- PON PSICOANALITICO

Ana Cecilia Carrillo Sanabria – Psicoterapeuta en formación Prom 37

 

  1. ¿Qué le implicó a la promoción 37 el proceso de preparación del congreso?

Desde el primer año tuvimos presente que nos tocaba asumir la responsabilidad del Congreso y ello lo mantuvimos durante nuestra formación; esto nos ayudó a ir madurando el tema elegido. Ha sido un proceso que implico compromiso por parte nuestra, confiar en nosotros y en también en todo el apoyo que nos proporcionó el CPPL. Fue un tiempo de mucho diálogo entre nosotros y aprendizaje, pues para escoger los temas y los ponentes había que coordinar mucho y también conocer los contenidos. Ha sido bonito saber que no estábamos solos en esta preparación, nuestra tutora fue el eje principal que nos sostuvo y apoyó en todo el proceso; ella ha sido la gran gestora del Congreso. También tuvimos mucho apoyo de la Escuela, de los profesores y sobre todo de Cristina, Roxx y Graciela que han trabajado duro, el éxito y eficiencia del Congreso no hubieran sido posibles sin el apoyo de ellas.

  1. ¿Cuáles fueron los principales retos de la organización de un evento de corte internacional?

La logística, escoger a los ponentes y panelistas, buscar temas y contenidos que sean trasversales a nuestro objetivo que desde el principio fue partir de la multidisciplinariedad. Con las redes y las facilidades que nos da el correo electrónico contactarlos no resulta ya tan complicado.

  1. ¿Qué beneficios crees que nos ha brindado el primer congreso post pandemia?

Algo innovador de este Congreso post pandemia ha sido la utilización del formato híbrido, teníamos la presencialidad que nos ha permitido reencontrarnos, volver a tener la experiencia de estar frente a otro y compartir. Por otro lado, también teníamos la virtualidad que nos ha acompañado, la posibilidad de estar presentes desde otro espacio; ello ha favorecido la asistencia, tanto de participantes que viven fuera de Lima, al interior del país y en el extranjero.

  1. ¿Este tipo de eventos podrán ser mirados como parte de un cierre a la formación en psicoanálisis?

Considero que sí, es una experiencia grupal muy interesante que complementa la formación y nos permite reflexionar en temas que han inquietado al grupo durante toda la formación. En nuestro caso fueron las emociones, la multidisciplinariedad y la clínica relacionada con las nuevas patologías.

  1. Si se hace un balance del evento, ¿cuál es a la experiencia que te gustaría compartirnos?

Las actividades pre-congreso, los conversatorios que se fueron dando alrededor del tema de las emociones. Fue un tiempo muy intenso en la selección de los presentadores y los temas, la oportunidad de profundizar más sobre las emociones antes del Congreso. Contactar con los ponentes invitados. Para mí fue agradable contactar con Rosaura Martínez, quien dio la conferencia inaugural, por su apertura y calidez. En todo momento se mostró disponible, es así como hicimos unas pequeñas entrevistas preliminares para difundirlas en la página web. En general la disponibilidad, apertura y gentileza que han tenido quienes presentaban ponencias magistrales y panelistas, dedicarnos su tiempo para atendernos y en muchos casos escribir algo exclusivo para el evento. Es muy enriquecedora esta etapa de coordinaciones previas.

  1. ¿Qué fue lo más resaltante de este congreso?

Desde mi punto de vista, la modalidad híbrida. Lo presencial y lo virtual confluyeron y ello abre un precedente para seguir realizando actividades de este tipo. En el modo presencial resaltaría los momentos de break en que podíamos reencontrarnos, tomar un café juntos, conversar, algo que luego de dos años y medio de encierro ha sido refrescante y emocionante. Desde lo psicoanalítico, resaltaría que nos ha permitido pensar las emociones en un dialogo con la filosofía, la educación, las ciencias sociales e incluso la neurociencia.

 

Lo Disruptivo en la semblanza de Mordechai Benyakar

Carmen Wurst de Landázuri Psicoterapeuta psicoanálica

 

 

Carmen Wurst[1]

Conocí a Moty, como cariñosamente le decimos, en el año 1997 y desde esa fecha es el autor e investigador que más he consultado y citado en mi trabajo de atención a las víctimas y sobrevivientes de violencia. Mi labor pasa por realizar peritajes, psicoterapia, intervenciones comunitarias, fortalecimiento a organizaciones de afectados, acompañamiento en procesos de judicialización y talleres e intervenciones individuales de cuidado al cuidador.

Para hacer un poco de historia, en años previos un grupo de psicoterapeutas psicoanalíticos iniciamos la atención voluntaria a las víctimas al interior de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, muchos de nosotros veníamos de formarnos en el CPPL. Un proyecto financiado por la Unión Europea nos permitió invitar a Moty para nuestro proceso de auto capacitación, que en ese entonces lideraba Yeny Lloret de Fernández. Mi tarea era de coordinar el proyecto de “Atención psicoterapéutica de las víctimas de tortura”. Es así que se inicia un largo y fructífero intercambio donde la figura del mentor, maestro y amigo se fue tejiendo. Moty fue un personaje no solo en el ámbito laboral, llegó a ser parte de mi familia; en épocas en donde en las casas había solo una computadora, cuando llegaban sus correos, mis hijos anunciaban con gran pompa: “mamá te escribió Moty Benyakar” engolando las vocales e imitando la voz de un bardo medieval, comunicaciones que hasta ahora recuerdan en las tertulias familiares.

La trayectoria del Dr. Mordechai Benyakar es fructífera y motivadora. Siempre señaló que el haber estudiado pedagogía, psicología, medicina y formarse como psicoanalista, le dieron las bases para una amplia y diría “aterrizada” propuesta de intervención. Su pensamiento, investigación y sobre todo de docencia son ejemplares. Es difícil resumir en este escrito toda la interesante biografía de Moty y para quienes estén motivados en conocer más de él pueden leerla en su presentación cuando ganó el premio Koner en el 2016[2]. Ahí relata que, desde su adolescencia como emigrante judío en Turquía, impulsó la integración, hoy tan necesaria en un contexto de conflicto como el que se está viviendo entre Israel y Palestina. Más adelante su incorporación al kibutz y luego al ejército de Israel, fueron forjando su ideal de ayuda al otro. Su artículo “Del Diván a las piedras”, da cuenta del paso a lo comunitario. A su llegada a Argentina en el contexto de una investigación, ocurrió el atentado al edificio de la AMIA, que causó la muerte y heridas graves a muchísimas personas. Fue convocado para dar asistencia a quienes lo necesitaran. Es así que va consolidándose su estadía en Argentina, donde dirige hasta la actualidad el Post grado en la Universidad USAL, centro de estudios donde se han formando muchos colegas de Perú.

Siempre lo vi como ese maestro que, con característicos gestos de sus manos inquietas, podía trasmitir conceptos tan complejos como los de Aulanier “Del pictograma al enunciado”, movía sus dedos haciendo las figuritas alusivas que representaban los momentos displacenteros que desde el cuerpo y las sensaciones se habían introducido violentamente en las víctimas. ¿Qué pasaba en ellos ese momento de terror sin nombre como la tortura? Momento donde no se puede metabolizar, pues no existe aún la palabra para nombrar lo que injuria al cuerpo y a la mente.

Esa era nuestra tarea como psicoterapeutas, el poder ayudar a nuestros pacientes a pasar a un proceso primario, en el que pudieran reconocer el objeto y más adelante a un proceso secundario. Debo reconocer que en esos momentos todo me resultaba complejo, pero con la práctica, la supervisión y el acompañamiento de los colegas en el tratamiento de estos duros casos, se pudieron ir viendo los cambios en los pacientes. Hoy en día, como madre orgullosa, puedo verlos como defensores de derechos humanos, liderando procesos de búsqueda de justicia y reparación, ayudando a otros. Esto hace que sienta que lo aprendido hace veinte años atrás con Moty tuvo sus frutos para la reparación que se merecen las víctimas del conflicto armado interno.

Conocer acerca de la violencia en contextos de guerra, terrorismo y catástrofes sociales, y especialmente poder identificar el funcionamiento del psiquismo ante las amenazas individuales y colectivas se ve muy bien desarrollado en su texto “Lo disruptivo”[3], título del libro que publica en el 2003, el cual recoge el concepto que venía trabajando desde el año 1996 como alternativa de lo que en el mundo se llama Situación Traumática. En sus palabras: “Sabía que iba a ser muy difícil ir en contra de la corriente norteamericana que tanto hincapié hacía y hace en el concepto de Estrés Post Traumático, pero entendí que esa categorización lleva a varios errores tanto conceptuales como clínicos”. Despliega como el mismo lo dice en su libro una empresa quijotesca al cuestionar y pretender cambiar el término de situación traumática, tan comúnmente usada para nombrar eventos que vive el sujeto en una situación que cambia el curso de su vida.

Para dejar la inquietud en los lectores de este artículo, doy una pincelada a lo que llama “lo disruptivo: el impacto en el psiquismo (capítulo 1). Diferencia claramente el evento fáctico y sus características, que en su momento no puede denominarse traumático – esto deviene después-; la vivencia que es cuando un estímulo proviene del soma o del mundo externo y produce una articulación de un afecto y de una representación -ambos componentes intrapsíquicos, que otorga especificidad a la subjetividad. Y finalmente la experiencia que es la función articuladora que opera en el mundo interno y liga el afecto a la representación, precisamente la vivencia (mundo interno) con el evento fáctico (mundo externo).

Y, para terminar, quiero agradecer a Moty pues sus aportes se han visto incluidos en la Guía de valoración del daño psíquico para víctimas de tortura y violencia intencional del Ministerio Público de Perú. Quienes participamos en el proceso de elaboración de este instrumento, pudimos trasmitir que entender estos conceptos son claves para que las víctimas puedan ser evaluadas con propiedad y les permita alcanzar justicia y reparación.

 

 

[1] Psicóloga – Psicoterapeuta Psicoanalítica – Perita Forense – Graduada en la IX promoción del CPPL

[2] https://www.fundacionkonex.org/b4830-moty-benyakar

[3] Benyakar, M. (2003) Lo disruptivo. Amenazas individuales y colectivas: el psiquismo ante guerras, terrorismos y catástrofes sociales. Biblios: Bs. Aires

 

 

 

 

 

Una aproximación acerca de la guerra como expresión de la violencia mortal del ser humano

Mg. Luis Herrera – Psicoanalista docente del CPPL

En abril de 1915, seis meses después del estallido de la Primera Guerra Mundial, Sigmund Freud escribió su ensayo sobre la guerra y la muerte en el que sostenía que la guerra producía en el ser humano una desilusión y un cambio en su actitud hacia la muerte.

Esta guerra, no esperada, estalló destruyendo todas las ilusiones; fue más cruel y sangrienta que todas las guerras anteriores. Se transgredieron todas las prohibiciones que habían sido establecidas en tiempos de paz, cuando no se sospechaba que el ser humano fuese capaz de tales matanzas. La población no combatiente era muerta, los heridos eran “repasados”. Las heridas que esta Gran Guerra dejó no serían cicatrizadas con facilidad. Agrega Freud que los pueblos más cultos de la tierra se vieron envueltos en ella mirándose entre sí con odio y horror. Justamente, aquellas naciones que parecían encontrarse más alejadas de la barbarie vieron cómo sus habitantes se envilecían y brutalizaban. Cuando se refiere a esta desilusión, Freud resalta dos aspectos, especialmente: uno, la ínfima eticidad mostrada hacia el exterior por los Estados que hacia el interior se habían presentado como guardianes de las normas éticas; segundo, la brutalidad en la conducta de individuos a quienes por su condición de partícipes en la más elevada cultura humana no se les habría creído capaces de algo semejante. En realidad, sólo debemos sorprendernos en parte; la desilusión proviene de la creencia de que la bondad y el amor son lo primordial en el ser humano: esta es una ilusión.

Hace poco, en un evento, una colega quien no era psicoanalista, indignada porque yo afirmara que el hombre posee en su naturaleza la violencia – que originariamente no es buena ni mala sino primordial – enfurecida, me enrostró que yo mentía, que el hombre era bueno y el ambiente – supongo que otros hombres – lo podía volver malo.

A esto me refiero: a la ilusión que, al destruirse, suscitó que sobreviniera la desilusión. Arnold Toynbee decía que el postulado fundamental de la guerra es que en ella “matar no es un crimen”. La prohibición de matar al prójimo se convierte en “el deber de matarlo”, inclusive ese objetivo podría tener un matiz religioso o patriótico. Por otro lado, a la guerra se le intentó poner algunos límites y evitar así que se cometieran excesos, por ejemplo: a las mujeres se les eximía de combatir, aunque no eran exentas de ser muertas o violadas por los soldados. Recordemos que hace años en Ginebra se dio la famosa “Convención” que buscaba, entre otras cosas, evitar el abuso y la tortura de los prisioneros de guerra. Evidentemente, en el Perú no estuvimos ante la guerra convencional. No existieron dos ejércitos en enfrentamiento. Salvo en la guerra con Chile.

Freud, al momento de escribir el trabajo mencionado, no podía imaginar – o quizá sí – que a esa Gran Guerra sobrevendría otra cuyas atrocidades serían mayores. Dice Toynbee al respecto: la atrocidad en sí no es suficiente, debe además ser novedosa. El corazón humano se endurece ante cualquier hecho que le resulte familiar.

De este modo, hace cincuenta años, nos podíamos horrorizar de ver en el cine un documental sobre la guerra de Vietnam que seguro sobrecogería a un veterano de la Segunda Guerra Mundial. Siempre se ha pensado que la televisión le da a lo siniestro un carácter irreal que hace difícil que uno les tome el peso a los sucesos. Lo real se tiende a convertir en algo “como si” que puede acabar si apago el televisor y me voy a dormir. Además, la guerra nuclear con armas sofisticadas manejadas con botones abstrae a la realidad de su contenido macabro y convierte a la muerte en un número, en un cuadro estadístico.

Difícil experimentar culpa o duelo en una situación así. Pensemos, además, que en la guerra el enemigo se convierte en un ente maligno al que hay que destruir. Decía Freud que solo cuando hay extraños a los que odiar, puede que nos amemos en el interior de un grupo. Así, matar al extraño es un acto de amor a los míos a quienes libero de la amenaza exterior. Además, mientras más enemigos mate, más dueño de la vida y de la muerte me sentiré internamente. Segal, citando a Glover, decía que lo terrible de la era atómica consistía en que hacía realidad nuestras fantasías más pesadillescas, perdiéndose la capacidad de distinguir la realidad del sueño, aumentando el encanto de la omnipotencia sin límites y de la muerte.

Habiendo analizado en otros artículos la situación de guerra vivida en nuestro país, y luego de las reflexiones reseñadas, pasemos a hablar de la posibilidad de diálogo, luego del contexto de violencia vivido. En el caso del Perú, en sus formas variadas, en sus fragmentos que buscan armarse, en las diferentes razas y culturas que viven en él, aparece la imagen de la desintegración. Cada fragmento toma distancia del resto y desarrolla estereotipos e imágenes deformadas del otro. La distancia se incide en el desconocimiento y las relaciones se suelen regir por el dominio y la sumisión, siendo la violencia un nexo frecuente.

Esta situación nos plantea el reto de “conocer” estos ‘pedazos’, conocer el porqué de las distancias y las diferencias, buscando plantear la interrogante “¿quiénes somos?”. Responder esta pregunta, tal como se plantea en psicoanálisis, supone un interlocutor a quien formularla, un otro. En última instancia es una respuesta que plantea la necesidad de arraigo.

Desde el inicio de nuestras vidas, los peruanos estamos inmersos en relaciones autoritarias que van desde el uso de la fuerza física hasta la dominación mental. Éstas atraviesan la vida nacional desde los hogares hasta las instituciones, por ello la dificultad de reivindicar aspiraciones democráticas. La democracia, como decía Luis Pásara, no es una aspiración natural, es el producto de un aprendizaje. Aprendizaje que en el caso peruano sigue sin hacerse.

En esta perspectiva, surge el fenómeno de la “polarización”, esto es, el exacerbamiento de los intereses sociales discrepantes de forma tal que las personas o los hechos ya no se miden por lo que son sino por si son “nuestros” o “de ellos”, en donde “ellos” siempre son los “malos” y “nosotros” los buenos, produciéndose una diferenciación radical. Los rivales se contemplan en un espejo ético que invierte las mismas características y valores hasta el punto de que lo reprochado a “ellos” como defecto se alaba en “nosotros” como virtud.

La salud mental no sólo se adscribe al funcionamiento abstracto de un organismo individual, alude, además, al carácter de las relaciones sociales en donde se asienta, constituye y desarrolla la vida de cada persona. Por ello, la salud mental de un pueblo está en relaciones humanizadoras, de vínculos colectivos en los que pueda afianzarse la humanidad personal de cada cual. La constitución de una sociedad justa no consiste sólo en un problema económico y político, sino que también es un problema social.

En este sentido, los peruanos nos hemos acostumbrado, sin darnos cuenta, a que nuestras instituciones sean precisamente lo contrario de lo que les da la razón de ser. Así, las instituciones que deberían velar por nuestra seguridad son más bien en la práctica, la fuente principal de inseguridad, donde los encargados de la justicia amparan el abuso y la injusticia, los llamados para orientarnos y dirigirnos son los primeros en engañar y manipular.

En lo referido al tema de las ‘instituciones’, encontramos las primeras indagaciones freudianas en el “mito de la horda”, contenido en Tótem y tabú. Las claves de la formación de aquellas fueron el padre interdictor; el monopolio paterno sobre las mujeres; la posterior destitución, asesinato del padre, el “banquete totémico”, el pacto entre hermanos. El mito de la horda es una fantasía originaria de la especie. Es una alegoría de la lucha por el poder (del padre, del terapeuta, según), enfrentándose a lo prohibido y exponiéndose al castigo. Los individuos externalizan los impulsos violentos y objetos internos que, de otra manera, darían lugar a la ansiedad psicótica que mancomunan en la vida de las instituciones sociales en las que se asocian. Por esto, las relaciones grupales manifiestan sensaciones de irrealidad, disociación, hostilidad, suspicacia, etc. El carácter de las instituciones está determinado y coloreado por sus múltiples funciones explícitas o conscientes y por sus múltiples funciones fantaseadas. Vastos ejemplos de ello son el ejército y sus enemigos, el campo de concentración, el odio racial, las minorías perseguidas, y la inequidad racial, social y económica. De esto se desprende el papel de la cultura: el asegurar la supervivencia del grupo sustituyendo el azar por la organización.

Al interior del grupo se reglamentan los deseos, prohibiciones e intercambios. Para la institución, la sexualidad genera desorden por lo que debe ser canalizada, refrenada o desviada. Se busca el predominio del orden o del control social a través de la domesticación de las pulsiones y la organización de las pasiones. Es lo contrario a la masa o multitud que se caracteriza por ser regresiva, primitiva, atávica, como la horda. En estas circunstancias lo que predomina es el impulso sobre la razón. A decir de Canetti, en su texto Masa y Poder, el terror al contacto y la pérdida de los límites corporales en la masa, la fusión es central en el funcionamiento de los grupos humanos.

En la actualidad, lo mencionado tiene vigencia. Pensemos en las ansiedades que delatan las diferencias sociales y económicas de nuestro país y que surgen a partir de la crisis provocada

por la pandemia, en la cual se muestran los diferentes niveles de sufrimiento y carencia que vive nuestros pueblos. Pero no sólo tendríamos que quedarnos ahí sin tomar en cuenta las matanzas sin sentimientos de culpa que se ejercen sobre los manifestantes a quienes se les acusa de ser “terrucos”, ignorando toda una historia que sustentaría la necesidad y derecho de ser escuchados.

Algunas reflexiones sobre los afectos en la elección vocacional

Mg. Daphne Gusieff Torres- Psicoterapeuta psicoanalítica.

 

Partimos de considerar a la vocación como un camino de búsqueda, y no como revelación o construcción segura. La vocación entendida en este sentido, como algo que se va construyendo, deconstruyendo-reconstruyendo a lo largo de la vida, como algo que se mantiene pero que también cambia y podemos desarrollarla, enriquecerla y reorganizarla. Es importante devolverles a los estudiantes el protagonismo de su propia elección, considerándolos actores de su propia vida (Rascovan, 2009).

La labor de orientación vocacional es fundamental, en diferentes momentos del desarrollo evolutivo. Proponemos que el abordaje de una orientación vocacional en el campo psicoanalítico debe procurar comprender el conjunto de necesidades personales que, en la fantasía o en la realidad, satisface la carrera. A fin de comprender cómo opera y en qué consiste dicho conjunto de necesidades en cada persona, es necesario analizar el rol de los primeros vínculos, del sistema familiar y de los procesos identificatorios en cada paciente. A la vez, es preciso considerar que las necesidades a ser satisfechas operan bajo el marco general de la satisfacción pulsional (Gusieff, 2016)

A decir de Bohoslavsky (1984), el adolescente que decide y acepta crecer, de cierta manera “destruye” y rompe con la estructura del grupo familiar. De esta manera da el primer gran salto para su independencia del grupo familiar. Esto supone una reestructuración enorme no sólo de sí mismo sino también de todo el grupo familiar, lo cual constituye razón suficiente para generar en él sentimientos de culpa. Sin embargo, aun cuando es cierto que destruye, también es cierto que al elegir se convierte en el depositario del rol reparatorio de la estructura familiar. Este rol reparatorio es asumido por los miembros del grupo familiar en forma alternada o estereotipada, según sea el grupo, pero siempre es el adolescente quien lo asume al elegir la carrera. Así, toda la familia estará pendiente de la elección del adolescente, porque de manera inconsciente coloca sobre este la reparación de todo el grupo, es decir, de las heridas previas en el funcionamiento o la historia familiar (Bohoslavsky, 1984). Me permito agregar que las familias pueden desarrollar naturales resistencias hacia los cambios que implica un proceso de reparación. En este sentido, la negativa de algunos padres a aceptar algunas carreras, si bien pueden ocultarse bajo los trajes de aspectos socioeconómicos, podría encontrarse ligada al temor de la familia de que uno de sus miembros, a través de su carrera, denuncie, cuestione u otorgue una mirada distinta y profunda a la dinámica familiar (Gusieff, 2016).

Aportes de la genialidad bioniana a la clínica psicoanalítica

Psicóloga Adela Armas Pardavé – Psicoterapeuta en formación -Promoción 38 CPPL

Wilfred Bion, psicoanalista indo inglés, aporta a la clínica psicoanalítica de manera creativa y osada con un nuevo modelo teórico de la mente. Sus propuestas fusionan pensamientos de base matemática, filosófica y humanística con hechos tomados de la observación clínica (Bleichmar & Leiberman de Bleichmar, 2001). Bion nos plantea una variedad de conceptos que se interrelacionan entre sí, dando forma a su modelo de la mente y enriqueciendo la función del analista.

Bion equipara la función del terapeuta como la de una madre con su bebé, que registra e identifica las necesidades del niño, le presta sus palabras, le da sostén y mente, es decir, lo inviste libidinalmente ante sus descargas pulsionales y su ausencia de lenguaje para gestar su aparato para pensar. Aquella función materna, que refleja un estado mental de la madre en sintonía con las necesidades del bebé, lleva el nombre de reverié. En el setting psicoanalítico, el analista pretende replicar la reverié en su encuentro con el paciente. Este proceso se explica a través de la identificación proyectiva, que es una forma de comunicación en la cual el analista habita ¨su incomodidad¨, aquello que le pasa al paciente y no tiene palabras.

Frente a un paciente evacuativo y desbordado de contenidos perturbados (elementos beta), Bion dice que la función del analista es prestarle su continente, contornear sus contenidos para que estos no rebasen, darle la capacidad de digerir y verbalizar (elementos alfa). En la clínica psicoanalítica, se hallan sujetos que presentan desde contenidos perturbados en un continente que no los sostiene y los actúan, y también, sujetos con ausencia de contenido y un continente vacío. A partir de ello, la tarea del analista sería generar una capacidad de continente psíquico para un contenido y/o construir el contenido para poblar ese continente. Desde ¨sin memoria y sin deseo¨, Bion sugiere que los analistas suspendan sus deseos, ideales personales y memorias al construir psiquismo en el paciente. Esto para evitar insertar nuestros fantasmas en el paciente, nuestras preconcepciones en el proceso de análisis y saturar nuestra mente. Por ello, en nuestro oficio la supervisión y el análisis es fundamental.

Otro aporte esencial de Bion es la despatologización que hace de la locura al enunciar que todos poseemos una parte psicótica de la personalidad, la cual se expresa cuando a algún contenido de la mente se le otorga una cualidad de certeza. Por ejemplo, en el obsesivo hay un mayor predominio de esta parte psicótica, puesto que intenta dar un sentido absoluto y hay ausencia de la incertidumbre. Ante ello, el analista debe preguntarse: ¿Cómo la mente configura esa idea con cualidad de certeza? ¿Qué espacio ocupa ese pensamiento mágico? ¿de qué lo protege?

Para Bion, el verdadero cambio psíquico se vive como una sensación de catástrofe, que produce efectos y se podría reflejar de distintas formas. Por ejemplo, cuando hay suficiente capacidad de la psiquis para contener esas perturbaciones, darle forma y la posibilidad de ser pensado, o cuando hay mayor flexibilidad y tolerancia a la incertidumbre. Cuando la parte psicótica y no psicótica de la personalidad se logran articular en el aparato para pensar dando lugar a una psiquis integrada y creativa. También, cuando un nuevo contenido no solo genera impacto en el continente, sino que transforma los elementos que están contenidos en el funcionamiento mental y cuando se multiplican los vértices de nuestra forma de sentir, pensar, experimentar situaciones. Incluso, en la dinámica del proceso psicoanalítico los vértices se van complejizando conforme entendemos la historia y el mundo del sujeto. Para Bion, estas transformaciones dadas a través de la experiencia darán cuenta de un aprendizaje, lo cual se refleja en las experiencias de llevar un proceso psicoanalítico, donde en la díada paciente-terapeuta se producen aprendizajes a través de la experiencia compartida.

Finalmente, como terapeuta psicoanalítica en formación considero que conocer a Bion y su teoría ha enriquecido mis puntos de vista y ampliado mi comprensión al mundo interno de mis pacientes, mi propio mundo interno, a algún material clínico o, en general, a las situaciones de la vida misma.

 

 

Referencias

Bleichmar, N. & Lieberman, C. (2001). El psicoanálisis después de Freud: Teoría y clínica.

Editorial Paidós: México.

Una reflexión sobre la relación entre la teoría y la clínica

Lic. Verónica Zevallos – Psicoterapeuta psicoanalítica 

La relación entre la teoría y la práctica nos suele remitir a una línea con dos vectores que va de la teoría a la clínica y viceversa, siendo considerada la práctica clínica una aplicación de la teoría lo cual limita a ambas partes de la relación porque excluye el mutuo enriquecimiento.

El psicoanálisis se inició como una práctica instituyente de un pensamiento inédito para la época que dio una nueva forma de imaginar el funcionamiento psíquico y con ello abrió un campo nuevo, así el encuentro de Freud y la histeria fue la semilla para la reflexión psicoanalítica y la riqueza conceptual que Freud se dedicó a investigar con agudeza inspiradora generando un movimiento dialógico y de mutuo enriquecimiento entre la teoría, la clínica y la técnica. Al igual que en la dinámica transferencia-contratransferencia se produce una multideterminación constante entre aquellos tres espacios; es decir, la clínica va más allá de la intención de la teoría por abarcarlos. Sobre este punto Green piensa que “Podemos intentar acomodarlos a nuestros supuestos teóricos, pero algo obstinado y tenaz en ellos nos hace saber que no dependen totalmente de nosotros”.

Reconocer que situar en un lugar privilegiado a la teoría, como el tótem que organiza la clínica y que desde ese punto se oscila a la clínica y a la técnica, equivale a renunciar a los efectos de la producción de múltiples sentidos que se desprenden en la transferencia.

En la dimensión histórica del psicoanálisis la teoría y clínica resulta ser a la vez interior y exterior, confluyen, y de esa confluencia el psicoanálisis sortea los impasses clínicos y se libera del reduccionismo teórico que motiva la permanente búsqueda para reformulaciones teórico-técnicas frente al desafío clínico que posibilita la renovación del psicoanálisis, “una extensión del campo clínico y una reformulación de los fundamentos metapsicológicos”, como dice Fernando Urribarri en Hacia el futuro del psicoanálisis.

La teoría surge de una experiencia que se cristaliza en el pensamiento derivado de la clínica, la experiencia psicoanalítica excede los constructos teóricos dado que en la sesión entre terapeuta y paciente se cruzan miradas, respuestas corporales, en fin, es un encuentro repleto de detalles singulares que puede ser dejados de lado por la razón teórica. Es por ello que, a mi manera de ver, establecer que entre la teoría y la clínica hay una relación o se da un desplazamiento natural de una a la otra o, por último, situar a alguna en un lugar privilegiado no es apropiado para comprender dicha dinámica que inició Freud: un psicoanálisis cada vez más plural y complejo. El psicoanálisis es más cercano a ser pensado como un territorio, parafraseando a Heidegger, en devenir clínico y construcciones teóricas que acontecen al psicoanálisis, es decir es el encuentro con lo inédito que hasta ese momento no se puede nombrar, lo cual exige un esfuerzo al terapeuta de domeñar o cabalgar sus angustias despertadas en la transferencia para seguir la fórmula de Picasso: “yo no busco, encuentro”.

Es por ello que en el psicoanálisis convergen diferentes teorías, amplitud en la clínica y la técnica que emergen producto de una crisis en el saber constituido y que, desde Freud, el deseo de encontrar otras explicaciones y otros saberes, lo impulso a hacer una lectura nueva con otros parámetros alejados de antiguas concepciones, que requiere sostener la tensión que demanda ese encuentro con otras ideas sin caer en la tentación de explicarlas con lo ya sabido.

Charles Brenner afirmó “Las teorías psicoanalíticas dependen de los datos de observación que derivan de la aplicación del método psicoanalítico. Estos datos no son accesibles de ninguna otra manera que no sea por la aplicación del método. Eran esencialmente desconocidos antes de que Freud desarrollara el método analítico y aún lo serían sin él”.

 

 

Sandor Ferenczi: Un rebelde con causa

Psicóloga Lucero Velarde Russo – Psicoterapeuta en formación- Prom 38

Pasarón aproximadamente cinco décadas para que el círculo psicoanalítico le diera el lugar que le correspondía al pensamiento Ferenzciano. Su obra estuvo guardada como una interpretación cuando el terapeuta sabe que el paciente aún no está listo para escucharla. Si bien desde antes que se publicará el Diario Clínico en los ochenta, ya habían autores que tomaban prestadas sus ideas para formular sus propias teorías, no obstante, estos no lo mencionaban, todavía había recelo en nombrarlo y brindarle el merecido reconocimiento.

Muy probablemente esto se debió al carácter rebelde y revolucionario de su obra. Según la RAE ser rebelde está definido como aquel sujeto que va en contra del poder o la autoridad. Ferenczi tuvo que tomar la difícil decisión de seguir investigando y afirmando su pensar, aunque eso le costará perder el apoyo de su maestro y la sociedad psicoanalítica en ese entonces, ejercer su libertad para pensar le valió carísimo, bien dijo “reformarse o morir”.

Gracias a sus aportes, el psicoanálisis fue descubriendo nuevas formas de acompañar a alguien que sufre, amplió la cartera de participantes para este método, fue gracias a este autor que la percepción del quehacer analítico empezó a suavizarse, y no hablo de un trabajo menos profundo a la hora de acercarnos a la comprensión del mundo interno del paciente, sino hablo de una suavidad contenedora, de un acercamiento asimétrico pero cálido. Pues él consideraba que interpretar lo inconsciente sin una conexión afectiva podía ser retraumatizador o iatrogénico, sería seguir la misma línea de confundir la ternura por la pasión adulta.

En la actualidad reconocer el afecto del paciente y lo que esto le produce al terapeuta es una necesidad, específicamente porque vivimos en una sociedad donde las emociones y los afectos no son reconocidos y mucho menos puestos en palabras, nos encontramos en un momento histórico donde muchos se sientes vacíos o aburridos. Entonces queda en nosotros, los terapeutas de ahora, desde nuestros consultorios, ofrecer un campo empático, hospitalario y ético para nuestros pacientes, tan solo así desde la paciencia y la espontaneidad disciplinada podremos acompañar y tratar de ayudar a reparar lo trágico que es vivir una vida donde el amor falló. Es en la interacción entre dos individuos lo que posibilita el cambio para ambos.