Más de 40 años al servicio de la salud mental

Blog

Aquí puedes leer nuestras últimas novedades

Algunas consideraciones acerca de Recordar, Repetir y Reelaborar en relación con la Historia y la Antropología

Alberto Péndola F. (2002). En: Mitos Andinos y   Psicoanálisis. Pp. 29-33. CPPL.

 

“[…] En cuanto al recordar, viene de recuerdo: imagen o impresión que se conserva en la memoria de una cosa anterior, que recuerda un hecho; obsequio, regalo, en testimonio de buen afecto; memorias, saludo al  ausente  que  manda con otra persona. Viene también de ri cordo: volver a sentir con el corazón, y de eso se trata en nuestra práctica clínica. La Historia y la Antropología tienen que ver con el recordar y para el caso del Perú, ya es un lugar común referirse a la disrupción que produjo la conquista española (1531-1536) en nuestro desarrollo histórico, […].

Los descendientes de los conquistadores españoles, llamados mestizos, generalmente fueron fruto de uniones con mujeres andinas de origen noble. […]. Estos mestizos asumieron, en lo manifiesto, el cien  por  ciento de  su  origen  español,  reprimiendo  y/o renegando –cuando no forcluyendo- el componente autóctono-materno. Posteriormente al periodo de la conquista, se llegó en la Colonia a la estructuración de dos “repúblicas” bajo el mismo sistema social: la de “españoles” y la de “indios”; malgrado la Independencia y la República, consecuencia de ésta, dicha dualidad persistió de manera más bien abierta y aún hoy, […], un ex presidente peruano, el Gral. Morales Bermúdez, se refirió en un mitin político multitudinario, a la “Casa de Pizarro”, para indicar con este término, familiar a todos los peruanos, la sede física del Gobierno. Para nosotros, psicoanalistas, las palabras no se las lleva el viento. La multiciplidad de sus sentidos, su polisemia, hace de manera central a nuestro quehacer. Referirse a la “Casa de Pizarro”, para hablar de la sede física del Gobierno […], revela la vigencia de las dos repúblicas, en nuestro imaginario nacional.

[…] Cuando el analizado no recuerda lo que está reprimido, por obra de la resistencia, entonces “lo actúa” en el vínculo transferencial con su analista: repite en vez de recordar, sin saber, conscientemente que lo está haciendo. Esta vez, pues, la compulsión de “repetir, que es una manera de recordar, evitando las palabras y las emociones, es decir evitando “volver a sentirlas”, por lo doloroso de este recuerdo. Podríamos afirmar entonces, siguiendo a Freud, que a mayor represión mayor resistencia, la cual se expresará a través de la transferencia como una repetición que implica un “actuar”, producto de la compulsión a repetir, en vez de recordar.

Creo que esto nos pasa como país y mi intento es cotejar los conocimientos analíticos que se derivan del artículo citado, así como otros que forman parte del “corpus” teórico del Psicoanálisis, con aquellos de la Historia y la Antropología, para contribuir a “levantar represiones” y suprimir las “lagunas mnésicas”, que es el fin de la terapia psicoanalítica, extendiéndolo a nuestra comunidad nacional; pero no olvidemos el tercer término del artículo que glosamos: la reelaboración, que entraña la larga tarea de consolidar el recuerdo recuperado merced a la interpretación. Esta reelaboración es absolutamente indispensable para Freud: “… no debemos tratar su enfermedad como un episodio histórico, sino como un poder actual… y mientras el enfermo lo vivencia como algo real-objetivo y actual, tenemos nosotros que realizar el trabajo terapéutico, que en buena parte consiste en la reconducción al pasado”, para allí volver al presente, habiéndole dado su lugar en éste, a lo reprimido, renegando o repudiado, en suma, a lo Inconscientizado, en forma coherente.

[…]

Carlos Delgado nos comparte su experiencia en la formación en Psicoterapia Psicoanalítica

Carlos Delgado Morris. Egresado Promoción XXXVI.

Cuéntanos un poco de ti, ¿A qué te dedicas?

Soy comunicador de profesión por la Universidad de Lima y con una maestría en Educación.  Trabajo en educación superior y en una consultora en temas de recursos humanos y comunicación interpersonal. También hago teatro desde la dirección, en algún momento he actuado también.

¿Qué te motivó iniciar la formación?

Fueron varios factores: el primero, yo vengo haciendo psicoterapia hace algunos años y ha sido un proceso muy interesante que me ayudó bastante en entender ciertos aspectos de mi vida, así como a enfocar  mis  propios procesos.  Me enseñó a revisar varios aspectos que yo no tenía tan claros. Con el tiempo descubrí que algo que había tenido en común en las diferentes ocupaciones en las que me he desempeñado es el de acompañar procesos sea educativos, creativos, comunicacionales, es así como hace unos años empecé a evaluar la posibilidad de empezar la formación y el año pasado tomé la decisión de iniciar. Asimismo, otros elementos muy importantes fueron el saber que iba a aprender a partir de la observación, de compartir con personas experimentadas, revisar otros modelos y ejemplos, aplicar lo aprendido y cuestionarte, estos fueron puntos que me ayudaron a definir el empezar este proceso.

¿Cómo has vivido este primer año?

Este primer año de la formación me ha gustado bastante. Ha sido un año muy intenso y muy interesante. Intenso porque ha implicado retomar los estudios, volver al ritmo de la lectura diaria, hacer resúmenes, recuperar la metodología de estudio, e interesante porque la forma cómo han sido presentados los cursos, divididos en los grandes aspectos de la formación, me han ayudado a comprender de una manera general los principales puntos como la metapsicología, la técnica o la psicopatología. Este primer año está sentando buenas bases para lo que en el futuro será la práctica. Considero que existen coherencia entre lo que se enseña y lo que se trabaja en la práctica.

¿Hay algún curso o tema que te haya sorprendido gratamente?

Yo no vengo del mundo de la psicología, donde algunos temas o puntos de vista ya me son conocidos, pero en general, me ha sido grato conocer aspectos de la técnica, la metapsicología, la psicopatología, técnica y los cursos adicionales de los cursos generales. Me llamado mucho la atención conocer la evolución del psicoanálisis, cómo este no parte de una simple idea que a alguien se le ocurrió; sino que es el fruto de un largo proceso de experimentación y de exploración. También me llamado la atención la forma de estructurar la enseñanza, cómo estos principios no están simplemente dados sino que hay todo un constructo teórico sólido y variable que se va enriqueciendo con nuevos planteamientos y miradas para la época actual.

¿Cuáles son tus expectativas para los próximos 3 años?

Considero que en estos tres años que me quedan me gustaría aprender mucho más, revisar otras perspectivas a las bases, ver otros autores, revisar otros planteamientos que me ayuden a traer al presente todas estas teorías, y conocer nuevos profesores y diferentes perspectivas del trabajo psicoterapéutico.

“Contarla… para soñarla y para vivirla…”

Mg. Graciela Cardó S. (2007). Presentado en las Jornadas de la Asociación de Psicoterapia Psicoanalítica de Niños y Adolescentes – APNNA

 

“La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”, escribía Gabriel García Márquez en el epígrafe de su novela Vivir para contarla. Muchos estaremos de acuerdo con esta cita; día a día nuestro trabajo nos recuerda lo trascendente y lo cierto, así como lo inevitable que este parágrafo encierra. Deseo mediante este trabajo, compartir algunos pensamientos que surgen de la práctica clínica, en la que nuestra escucha e intervenciones adquieren de pronto un distinto matiz, dando un vuelco más bien interno que observable. Y es que, ciertos elementos que siempre estuvieron presentes en los intercambios con nuestros pacientes, van tomando dimensiones distintas, me refiero a la narración de historias, y más específicamente en nuestro trabajo con niños, a la  narración  o  construcción de cuentos y, por supuesto al placer y al concomitante alivio que éstas proveen.

Estas líneas versarán entonces, acerca de las historias y de los cuentos que los niños comparten con nosotros. A partir de los aportes freudianos y de autores posteriores, así como de algunas reflexiones sobre el cuento y la narración, trataremos de entender el giro técnico que los avatares de una niña que presentaba problemas para dormir nos permitieron hacer.

…Contarla…, los pacientes nos cuentan historias, propias y ajenas; uno de nuestros quehaceres principales es escucharlas, comprenderlas y permitir que ellos las entiendan para que finalmente puedan contar lo “que recuerdan y cómo la recuerdan para contárnosla”. Esta es la manera prínceps que “contamos” para que nuestros pacientes se apropien de su historia, de sus historias. Como señala Busch (2004) la capacidad para contar historias y adueñarse de ellas es fundamental para promover el desarrollo de un sentimiento de bienestar que surge en nuestro quehacer clínico. Es el requisito para el desprendimiento de las diferentes historias asumidas como propias. Así, cada página inventada y contada agrandará la visión de uno mismo, quitando a la vez a modo del desgaje de las sucesivas capas de una cebolla, cada página ajena asumida como auténtica.

Los niños también nos cuentan historias, pero sabemos muy bien que, tal como Freud señalaba ya hacia 1907 en El poeta y los sueños diurnos, que “la ocupación favorita y más intensa del niño es jugar. Acaso sea lícito afirmar –decía- que todo niño que juega se conduce como un poeta, creándose un mundo propio, o, más exactamente, situando las cosas de su mundo en un orden nuevo, grato para él” (pp. 1343). En ese mismo trabajo afirmaba que lo opuesto al juego no era lo serio, sino la realidad. Y es en la realidad en la que muchas veces ocurren eventos desafortunados que bloquean la capacidad innata de niños…y de poetas. La representación y simbolización de dichas situaciones bloquean su figurabilidad, deteniéndose el tiempo, el recuerdo, el juego y la creatividad.

[…].

Acerca de la regulación de los vínculos sociales y la libertad del individuo…

Sigmund Freud (1930 [1929]). El Malestar en la cultura. Pp. 93-94. En: Obras Completas Vol. XXI

 

[…]

Como último rasgo de una cultura, pero sin duda no el menos importante, apreciaremos el modo en que se reglan los vínculos recíprocos entre los seres humanos: los vínculos sociales, que ellos entablan como vecinos, como dispensadores de ayuda, como objeto sexual de otra persona, como miembros de una familia o de un Estado. Es particularmente difícil librarse de determinadas demandas ideales en estos asuntos, y asir lo que es cultural en ellos. Acaso se pueda empezar consignando que el elemento cultural está dado con el primer intento de regular estos vínculos sociales. De faltar ese intento, tales vínculos quedarían sometidos a la arbitrariedad del individuo, vale decir, el de mayor fuerza física los resolvería en el sentido de sus intereses y mociones pulsionales. Y nada cambiaría si este individuo se topara con otro aún más fuerte que él. La convivencia humana sólo se vuelve posible cuando se aglutina una mayoría más fuerte que los individuos aislados, y cohesionada frente a estos. Ahora el poder de esta comunidad se contrapone, como «derecho», al poder del individuo, que es condenado como «violencia bruta». Esta sustitución del poder del individuo por el de la comunidad es el paso cultural decisivo. Su esencia consiste en que los miembros de la comunidad se limitan en sus posibilidades de satisfacción, en tanto que el individuo no conocía tal limitación. El siguiente requisito cultural es, entonces, la justicia, o sea, la seguridad de que el orden jurídico ya establecido no se quebrantará para favorecer a un individuo. Entiéndase que ello no decide sobre el valor ético de un derecho semejante. Desde este punto, el desarrollo cultural parece dirigirse a procurar que ese derecho deje de ser expresión de la voluntad de una comunidad restringida —casta, estrato de la población, etnia— que respecto de otras masas, acaso más vastas, volviera a comportarse como lo haría un individuo violento. El resultado último debe ser un derecho al que todos —al menos todos los capaces de vida comunitaria— hayan contribuido con el sacrificio de sus pulsiones y en el cual nadie —con la excepción ya mencionada— pueda resultar víctima de la violencia bruta.

La libertad individual no es un patrimonio de la cultura. Fue máxima antes de toda cultura; es verdad que en esos tiempos las más de las veces carecía de valor, porque el individuo difícilmente estaba en condiciones de preservarla. Por obra del desarrollo cultural experimenta limitaciones, y la justicia exige que nadie escape a ellas. Lo que en una comunidad humana se agita como esfuerzo libertario puede ser la rebelión contra una injusticia vigente, en cuyo caso favorecerá un ulterior desarrollo de la cultura, será conciliable con esta. Pero también puede provenir del resto de la personalidad originaria, un resto no domeñado por la cultura, y convertirse de ese modo en base para la hostilidad hacia esta última. El esfuerzo libertario se dirige entonces contra determinadas formas y exigencias de la cultura, o contra ella en general. No parece posible impulsar a los seres humanos, mediante algún tipo de influjo, á trasmudar su naturaleza en la de una termita: defenderá siempre su demanda de libertad individual en contra de la voluntad de la masa. Buena parte de la brega de la humanidad giraren torno de una tarea: hallar un equilibrio acorde a fines, vale decir, dispensador de felicidad, entre esas demandas individuales y las exigencias culturales de la masa; y uno de los problemas que atañen a su destino es saber si mediante determinada configuración cultural ese equilibrio puede alcanzarse o si el conflicto es insalvable.

[…]

Entrevista a Pedro Morales-Paiva

 Por: Álvaro Silva. Egresado Promoción XXXIV

Desde tu mirada, ¿Qué crees que se juega o qué implica la “formación” como usualmente se le conoce al estudiar la técnica y la teoría de la mente desde el psicoanálisis? ¿Qué habría que considerar en esta trans-formación a ser terapeuta?

Para empezar un terapeuta tendría que darse cuenta de lo que en que se está metiendo, no se puede meter a medias, uno para meterse en psicoterapia, tiene que meterse a fondo. Y a fondo significa sacudirse de cualquier cosa que lo distancie de eso que es un encuentro fundamentalmente humano. Creo que, si bien uno puede aprender teorías, aprender técnicas, como creo que lo dicen algunos posts de Facebook, uno puede aprender todas las teorías, pero a la hora de estar con un paciente, que ese encuentro sea fundamentalmente un encuentro humano y creo que ese encuentro humano tiene un sustento básico en el encuentro emocional. Yo creo que es un error que los terapeutas no pasen por una terapia intensiva, bastante más a fondo. Creo que el grado de convicción, el grado de supervisión, tendría que no ser tan superyoico. Creo que las supervisiones tendrían que ser mucho más

facilitadoras, de lo que implica las posibilidades del encuentro con el paciente y facilitadoras

de que el terapeuta se suelte, y que suelte lo que puede ser su potencial.

En esta línea del potencial del terapeuta, de la apertura, ¿Qué factores piensas que se juegan para que un terapeuta en formación o aprendiz pueda alcanzar su propia creatividad y espontaneidad? Como dice Alizade, pueda ponerle el sufijo –iano a su propio apellido, en lugar de caer en dogmas, en idealizaciones de un solo autor o una teoría como las últimas verdades.

El tema es una persona dispuesta a planteárselo, dispuesta a ir encontrado su desarrollo. Una de las cosas que yo admiro de los psicoanalistas argentinos es que ellos siguen su formación durante todo el tiempo. Muchos de los que han sido consagrados, por ejemplo, el recién fallecido Kancyper. Él me contaba que seguía con su grupo de estudio, con la que fue mi analista, se reunían a supervisarse entre ellos, a ver casos, a leer cosas. Han seguido profundizando, observándose, exponiéndose. Creo que un terapeuta para realmente llegar a un nivel así tiene que saber que lo que pasa a través de una escuela, es apenas un primer paso y va a tener que pasar mucho tiempo para lograr algo propio. Eso va a tener que sedimentar desde su experiencia, mirar con más profundidad cada caso, supervisar más tiempo, descubrirse en sus puntos ciegos, que siempre quedan. Tiene que ver mucha vocación de libertad interior. En mi caso particular, yo en algún momento me arriesgo  de  salirme de  la  Sociedad  Psicoanalítica, porque  siento  que  quiero sostener la noción y el ser psicoanalista por propia gestión, entonces me reta más a ser cuidadoso, pese a que justamente ser cuidadoso no sea precisamente cumplir con los mandatos, si no a ver como ensayo distintas formas, enfoques, que estén mas cercanos a lo que yo soy.

Testimonio: Acerca de la formación en Psicoterapia de Niños y Adolescentes

Viviana Peña Cavassa – Egresada Promoción XXIX

“Mi motivación para inscribirme en la Especialidad de Niños y Adolescentes surgió como parte de un proceso paulatino de encuentros, inquietudes y reflexiones. Recuerdo que inicialmente no me llamaba la atención por cuanto mi interés era trabajar con pacientes adultos.

Sin embargo, desde los primeros años de mi formación como Psicoterapeuta Psicoanalítica me fui percatando de la importancia que tenían las experiencias de la infancia en la estructuración del psiquismo y sus posteriores repercusiones. En los cursos iniciales de Metapsicología, los textos de Freud hablaban de una sexualidad infantil, del Edipo y de cómo a partir de las alteraciones en el devenir de estos se daba la constitución de las neurosis. Al revisar autores como Ana Freud con las líneas de desarrollo, o Melanie Klein me surgieron algunas interrogantes sobre cómo habría sido la experiencia de trabajar ciertos aspectos con niños que  jugaban más  de  lo que  hablaban  y, me maravillaba la forma en que se podrían haber elaborado teorías y conceptos a partir de la interacción con ellos.

Más aún, en mi propio proceso de análisis didáctico, se hizo evidente que vía asociación libre, varias situaciones actuales me remitirán a recuerdos y escenas de mi niñez y, cuya elaboración fue esencial para poder abordar lo que aparecía en el presente. En la regresión, parecía revivir algunas de las experiencias de volver a ser niña, incluyendo poder encontrar memorias aparentemente perdidas. Tuve también la oportunidad de contar con dos supervisoras, analistas de niños y, que al compartir sus experiencias aportaban a mi trabajo con pacientes adultos desde otra perspectiva; inconscientemente me fueron transmitiendo la pasión y el interés por la mirada al niño que todos llevamos dentro.

A medida que avanzaba en los seminarios, y estudiando la psicopatología contemporánea, se revelaba con mucha mayor claridad el origen primitivo de muchos de los cuadros que encontramos en la práctica diaria del consultorio (desordenes alimenticios, trastornos narcisistas, depresiones melancólicas); en cada uno de ellos podía hallar evidencia de dificultades o traumas en la infancia.

Mi inquietud persistió y se acrecentó además, porque mi trabajo institucional en la universidad y mi rol como catedrática, implican la interacción con jóvenes desde los dieciséis años. Considero que la formación en la Especialidad de Niños y Adolescentes no es sólo un recurso valioso, sino imprescindible para mi trabajo tanto con jóvenes como con adultos, en los diferentes ámbitos de ejercicio de mi quehacer profesional”.

Reseña del libro de Estela Welldon: “Sex Now, Talk Later”

Laura Soria T. (2018). En Intercambio Psicoanalítico, Vol. VI, N° 2. Pág. 93.

 

Las 144 páginas del libro de E. Welldon (2016), Sex Now, Talk Later, dedicado a su “maestro y mentor” Horacio Etchegoyen, está agrupado bajo un prólogo y nueve secciones, cuyos títulos son los siguientes: prólogo: la muñeca inflable; uno: introducción; dos: satisfacción sexual sin palabras; tres: punible por ley externa y/o interna: clamor público o íntimo; cuatro: violación y abuso sexual en la niñez; cinco: qué tienen las mujeres que no tengan los hombres; seis: una cuestión de pornografía; siete: la prostitución femenina en las películas de Hollywood; ocho: comprender en vez de juzgar el homicidio yendo a la ópera; nueve: conclusiones.

En el prólogo, la muñeca inflable se convierte en un personaje sobre el cual, Welldon nos pide atención. En un caso, como regalo de los padres a un chico de catorce años, que podría considerarse como, según Welldon, una forma de “salvar a su hijo adolescente de algún daño potencial en una relación romántica, pero no tenían la presencia de ánimo de hablar de ello” (Welldon, 2017, pág. 2). En otro, como ejemplo de la “deshumanización y cosificación de la muñeca, tratándola como si fuera una mujer real” (pág. 4). En ambos casos, la propuesta de Welldon es llevarnos a pensar sobre la trama de significados que puede conllevar situaciones o prácticas sexuales donde los actores centrales se enfrentan a la posibilidad de hablar sobre ello, o no, durante el acto. Welldon nos invita a tratar de comprender algunas prácticas sexuales consideradas como “inusuales y extravagantes”.

En la Introducción, Welldon fija como propósito del libro el de brindarnos ideas y percepciones que nos permitan reconocer la diversidad de capas de significados en “situaciones sexuales” que puedan encontrarse en la vida cotidiana. Y, cómo estas “prácticas sexuales inusuales” se encuentran intensamente vinculadas con la intimidad, o falta de ella, y tienen un origen temprano: relación madre – bebé, e incluso antes cuando el bebé está en la matriz.

Welldon construye, y quizá también “deconstruye”, los argumentos teóricos desde la iluminación de las ideas con pasajes o viñetas clínicas. En ese proceso, ella logra abordar temas técnicos, alrededor, por ejemplo, de la transferencia y contratransferencia, y metapsicológicos. Respecto a este último, ella se adhiere a una concepción de la “mente habitada por tres estructuras diferentes, que interactúan constantemente para regular la expresión de nuestras emociones” (pág. 17). Estas son, el Ello (id), el Super-yo (superego) y el Yo (ego).

 

[Dejar atrás] La tristeza cultural

Alcira M. Alizade (1998).  “La tristeza cultural”. Cap. 5 Vida cotidiana de las mujeres solas. En: La mujer sola. Ensayo sobre la dama andante en Occidente.

“[…] La mujer que ha logrado estar bien sola no depende únicamente de los suministros ajenos para su bienestar. Sabe procurarse compañía en el mundo y cuidar su guarida, de donde extrae elixires de vida. La soledad tranquila es un gran bien. La mujer se desprende de lo imperativos sociales degradantes y explora su estado de soledad. Encuentra en él una felicidad que le fue largamente negada por las condiciones socioculturales de existencia. Disfruta el paisaje nuevo que la cultura le ofrece y hasta puede exclamar aliviada: “¡Al fin sola!” Está sola por elección y libre albedrío.

Cuando la mujer se muestra sola, no hay ningún ser a su lado. Esta forma puede llamarse “estar sola expuesta”. Expuesta a la mirada del otro, al comentario público, a los prejuicios. Cuando la presión social cultural desmerece su condición de sola, la situación se hace más difícil y la tristeza cultural puede anidar en sus sentimientos. “Sola como un perro”, decía una mujer de sí misma mientras vivía su viudez denigrada.

Que una mujer habite sola por fuera no significa que viva aislada. ¡Las mujeres solas suelen cultivar maravillosos vínculos de trabajo, de solidaridad, de amistad, de ocasional convivencia! La sublimación, ese especial destino pulsional, la conduce a explorar el arte, la ciencia, el turismo, los clubes, los deportes, los negocios, los idiomas…

Muchas mujeres se las ingenian para no perder la soledad. Les encanta, nadan en ella como pez en el agua. Estar sola tiene gusto a independencia. La mujer se detiene en las veredas de la vida y considera su condición de sola en su ancha magnificencia. No se apresura en correr al primer amparo que la sustraiga de esa condición. Por lo contrario, se solaza en ella y la trabaja. Trabajar la soledad consiste en recorrerla, transitarla, tropezar y avanzar nuevamente.

Al liberarse del peso agobiante de la tristeza cultural, descubre la liviandad de la travesura, la posibilidad de la conquista. Se descubre dueña de sí para salir en busca de los afectos y objetos apropiados (acompañantes para una reunión, amantes para la vida erótica, amigos para las tertulias, amigas, dinero, etc.). El desafío, al principio, produce temor y vergüenza: más tarde, enfrentado ya, contento e hilaridad. Es un aprendizaje para la libertad.

¿Quién le teme a la mujer sola? Las propias mujeres “no solas” suelen mirarla con una mezcla de recelo, lástima y envidia. Marginada de los espacios sociales y reuniones que son solamente “para parejas”.

Que se abra la puerta y pasen, agrupadas, las mujeres solas en sus diferentes situaciones vitales: separadas, solteras, viudas, casadas… […]”

Jorge Gorriti nos comparte su experiencia en la formación en Psicoterapia Psicoanalítica

Cuéntanos un poco de ti, ¿Cuál es tu profesión?

Me formé como economista en la PUCP y he tenido la fortuna de haber trabajado 37 años con programas y proyectos de producción, servicios e infraestructura para la mejora de la calidad de vida de la población campesina de menores recursos. Formé familia y tengo un hijo que está cursando su penúltimo año en la carrera de arquitectura. El ambiente familiar de estudios me animó hace algunos años a cursar y concluir una maestría en filosofía, ética y política en la Universidad Ruiz de Montoya, experiencia que me permitió repasar y conocer de manera sistemática las preguntas que como seres humanos solemos hacernos sobre nuestro lugar en el mundo, así como los mil y uno intentos de los filósofos por responderlas, descubriendo  que  cada  respuesta -siendo un  paso

más en el conocimiento- será siempre insuficiente y se abrirá a nuevas inquietudes.

¿Por qué decides estudiar Psicoterapia Psicoanalítica?

Tuve muchos años de procesos psicoterapéuticos, reconstruyéndome, fortaleciéndome y comprendiendo mi lugar en la sociedad. Desde la filosofía, la crítica del pensamiento moderno que sustenta la cultura en la que estamos inmersos -realizada por filósofos como Nietzsche y Foucault- asociada a la filosofía del reconocimiento abrió en mi mente nuevas inquietudes, pero esta vez dirigidas a mi propio proceso. De alguna manera soy beneficiario de un psicoanálisis que al igual que la filosofía no deja de plantear siempre preguntas. Para mí, la formación que he iniciado este año será el lugar de encuentro del proceso de conocimiento y de mi inacabable búsqueda personal. Cuento además con grandes incentivos adicionales: el cálido grupo humano que hemos conformado para este viaje de formación y la posibilidad de seguir sirviendo a la sociedad desde mi renovado ejercicio profesional.

A partir de tu experiencia en la formación, ¿cómo sientes que ella se relaciona con tu ejercicio profesional?

En términos laborales he tenido que hacer ajustes que me permitan concentrar mi atención en la formación, la cual es demandante, tanto en dedicación como en movilización de sentimientos. Creo que la mayor contribución en cuanto al ejercicio profesional viene dada por una creciente capacidad de hacer empatía.

¿Con qué expectativas iniciaste la formación? ¿Cómo te sientes ahora después de casi culminar el primer ciclo?

Intuía que la experiencia iba a ser distinta a la de la maestría y estuve en lo correcto; el grupo humano es fundamental pues además de ser el lugar del aprendizaje e intercambio, sirve como espacio para el diálogo y soporte de afectos. Los procesos de análisis y supervisión son importantes, sostenedores, enriquecedores. La estructura de la currícula está bien diseñada pues permite avanzar con materias que se retroalimentan; la calidad y calidez de los profesores y el personal administrativo convocan el sentimiento de pertenencia e invitan al estudio.

¿Cómo imaginas que serán los próximos 3 años y medio?

De un esfuerzo creciente, nuevos conocimientos, nuevas experiencias, preguntas y más preguntas. Dificultades y superación de las mismas. Creo que los nueve que somos tenemos la energía y entereza para seguir siendo -al final de los tres años y medio- los mismos, pero mejores.

Pensando con Berenstein…

Silvia Rodríguez – Egresada Promoción XV.

 

Isidoro Berenstein sostiene que la subjetividad se constituye por lo representable, aquello del objeto que viene a inscribirse en los sistemas mnémicos. El proceso de la representación tiene su inicio con la inscripción de un acontecimiento (Huella mnémica) cuando se recatectiza la huella mnémica pasa a constituirse en representación cosa, ambos sucesos se dan en el sistema inconsciente. Cuando la huella mnémica se asocia a una imagen verbal adquiere una cualidad especifica de la conciencia y se constituyéndose en representación palabra. Este suceso se da en los sistemas pre-consciente y consciente formándose de esta manera nuestro mundo de representaciones. Otros ejes importantes en la construcción de la subjetividad es lo irrepresentable (lo que ocupa un lugar en el psiquismo a pesar de que no entra en el ámbito de la representación) y lo que Berenstein denomina como nuevo, es decir la inscripción en el psiquismo de algo que antes no estaba. El mundo representacional no se  termina  de constituir  en  los  primeros años, sino que es un proceso que se puede dar en diferentes momentos de la vida.  Es por esto por lo que nuestras concepciones sobre el mundo cambian, y que se producen cambios en nuestro interior. La teoría del vínculo plantea que la inscripción que se realiza en los sujetos del vínculo, producto de este, requiere aquello del otro no cubierto por la representación o que excede al objeto proyectado, a esto Berenstein denomina como lo ajeno. Es gracias a nuestro encuentro con lo ajeno, y las nuevas inscripciones que se generan por este encuentro, que en nuestros psiquismos se producen cambios y devenimos en otro.

Aceptar la presencia de lo ajeno no es fácil, es por esto, por lo que se dan situaciones en donde se buscaría suprimir al otro como una producción humana especifica. Una forma extrema de aniquilación de lo ajeno y de la subjetividad del otro es la eliminación de los sujetos registrados como otros. Lo que se busca es borrar las diferencias y que permanezca solo lo semejante. Sin embargo, Berenstein plantea otro camino frente a lo irrepresentable y es el reconocerlo como novedoso, poder aceptar la incertidumbre de lo que genera en uno lo desconocido del otro. Lo irrepresentable sería una fuente de novedad, al estar en contacto con lo ajeno del otro, el ser se modifica y se pasa a ser otro.  Lo ajeno, lo no representado es lo que permite que en nuestro psiquismo se produzcan cambios, y al hacerlo nuestro modo de relacionarnos con nosotros mismos y con los demás se modifica.