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Desde el último cuarto

Pedro Morales – Médico Psiquiatra y Psicoanalista.

 

Arribado ya a mi último cuarto de vida, creo poder compartir algunas reflexiones útiles para quienes están comenzando el camino, sea en cuanto a dedicarse al ejercicio de la psicoterapia, cualquiera que sea su modalidad o, incluso, simplemente para aquellos que tendrán que lidiar con la vida misma y sus vicisitudes.

Lo primero a tener en cuenta es que se requiere de una verdadera y arraigada vocación de servicio, la búsqueda del bienestar del prójimo como fuente de satisfacción, en el terreno de la actividad terapéutica, viene a constituir nuestra prioridad, por encima de cualquier interés de tipo teórico técnico o científico o económico. La importancia de una buena formación, es que nos da herramientas para conocer al semejante, emplear procedimientos útiles para manejar una relación delicada como es la que establecemos con el paciente. Es, sin embargo, el terreno del trabajo personal el que nos abrirá las puertas a esa herramienta fundamental que es la asociación libre, condición a la que accederemos cuando hayamos podido auto observarnos de forma tal que nuestras asociaciones no encuentran dificultad para identificar las emociones que subyacen a nuestra propia motivación y la del semejante.

Adicionalmente al trabajo analítico personal, son las supervisiones el terreno donde podremos ampliar la mirada de nuestra interacción con el paciente y, acaso, ubicarnos en el nivel de apertura al que hemos llegado en el devenir como terapeutas. La relación terapéutica implica una compleja trama de interacciones emocionales por lo que, además de requerir de una particular sensibilidad y capacidad empática, requerimos también de haber aprendido a sostener el equilibrio emocional propio, la regulación de nuestras propias emociones redundará en la ayuda regulatoria emocional para con el paciente.

Lo anterior tiene mucha relación con el concepto de alianza terapéutica, espacio desde donde algo que llamaremos intimidad, va tejiendo la trama de confianza necesarias para el devenir liberador e integrador de los protagonistas de la experiencia. En los últimos años, a raíz de mi acercamiento a las neurociencias he encontrado que el enfoque vincular es lo que más nos acerca a la naturaleza del ser. Nacemos programados para establecer lazos afectivos y, lamentablemente la “civilización” va alejándonos cada vez más de nuestros patrones básicos emocionales, haciendo que fracase de manera creciente la realización de nuestros mandatos como especie.  En lo que nos toca, encontramos personas con severas fallas empáticas, armados para la vida, básicamente sobre la base de mecanismos de organización reactivos o de defensa, en principio, desconectados emocionalmente de sí mismos. En tanto así, nuestra tarea consistirá en mucho en sostener la dinámica de un vínculo mutuamente estimulante, que desde sí mismo vaya ampliando las posibilidades de confianza en la expresión y el logro de una mayor conciencia de lo que va emergiendo.

Las infancias son siempre nuestra responsabilidad

Enma Quispe – Terapeuta en formación Promoción 38.

 

“La infancia dura poco pero dura siempre”.

(Salmón, 2014)

 

Me gustaría poder mirar una parte de la población infantil, que no la pasan tan bien como se espera. Niños que por alguna razón viven situaciones, que no se deberían seguir permitiendo, ya sea por acto o por omisión.

Convencida que desde la formación en la que estamos inmersos, podremos aportar un granito de agudeza y de dulzura para poder formar una mirada adulta que los cobije y los acompañe en su proceso de desarrollo.

En nuestro país, con la huella de la pandemia, atravesando a toda la población, los más afectados, me atrevo a decir, son los niños y las niñas.  Los más frágiles.  Tantas veces pasan por desapercibidos, invisibles en medio de las preocupaciones, de las prisas y de las indiferencias en una sociedad de adultos.

Las infancias son siempre responsabilidad de todos, en nuestras manos de adultos están sus vidas. Se reflejan en nuestras miradas, expectantes de aquello que podemos mostrar para su tierno corazón.  Nuestra catadura moral se mide en el trato a los más indefensos. No hay visión más cautivadora que la sonrisa confiada de estos pequeñitos y no hay más inmenso llamado a la piedad que el dolor expresado en el llanto de un niño. “La misericordia, la compasión, la solidaridad tiene rostro menudo, talla corta cuerpecito indefenso y voz infantil” (Carvallo, 2003).

En los niños se muestra de manera rotunda nuestra esencial vulnerabilidad; porque para vivir, desarrollarnos, para ser, dependemos durante años del cuidado de otros, de su sensibilidad para percibir nuestras necesidades, reconocer nuestras demandas e impulsar nuestros sueños.

Sé que no existe solución inmediata. Sin embrago desde el psicoanálisis podemos pensar estrategias para ayudar a construirles un mundo más amable, para narrarles cuentos y no historias de terror.  Para que encuentren en el juego su modo de construir el mundo, de entender lo confuso de este lugar que transitamos, que su sonrisa y su llanto sean contenidos siempre por adulto suficientemente bueno.

Recordemos que son ellos y ellas quienes nos piden entender sobre todo sus lenguajes silenciosos. “Miramos el mundo una sola vez, en la infancia, el resto es memoria”. (Glück, 2020).

Caricaturas: ¿Bullying o verdades?

Patricia León – Psicoterapeuta y Psicoanalista Egresada de la Sociedad Peruana de Psicoanálisis.

 

Recuerdo a un compañero de secundaria que tenía la habilidad, (en realidad el talento), de crear caricaturas. Nosotros, sus compañeros de aula, lo rodeábamos expectantes, mientras él, lápiz en mano con trazos ágiles y seguros, convertía a nuestros profesores y compañeros en personajes de creaciones e historias divertidas: lo admirábamos, lo celebrábamos, sintiendo también la ansiedad de convertirnos en sus modelos elegidos.
¿Eran sus caricaturas un bullying dirigido a los profesores, a nosotros sus compañeros y al sistema educativo? Las caricaturas son creaciones cómicas que sin duda enmascaran agresividad, pero que atraviesan un proceso de elaboración y creatividad y cuya intención es develar una verdad interior que puede ser vergonzante e incómoda, pero que guarda semejanza con el modelo real. Sus dibujos develaban nuestro interior, yendo más allá de la apariencia y, con la agudeza de su percepción, nos revelaba verdades sobre nuestra situación escolar que intuíamos, pero que solo al observar sus dibujos podíamos ver con claridad. El bullying en cambio, se trata más bien de descargas impulsivas y/o agresivas directas y con el objetivo de hacer daño al otro.
Algunos profesores frente a esto, se desconcertaban: ¿era arte, juego, burla, ataque?; otros, lo tomaban como la clara muestra de un alumno ocioso y otros, lo recibieron como un ataque a su autoridad. Estos últimos, se colocaron en lo que Jessica Benjamin plantea como una relación complementaria (víctima-victimario). Una relación así, empuja a resistirse o a someterse a ella, lo que deriva en medidas represoras.
Si, como parte de la enseñanza escolar hubiésemos considerado esas caricaturas como un emergente del campo inconsciente co-construído entre alumnos y profesores, y lo hubiésemos usado como un elemento con el que jugar y aprender entre los miembros de la comunidad educativa; quizás, hubiésemos practicado la introspección, reconocido la dificultad y valentía de conocerse a uno mismo, hubiésemos podido discutir sobre: las diversas maneras en que nos relacionábamos unos con otros, sobre cómo éramos mirados, sobre lo que nos angustiaba y tantas otras cosas más…Quizás así, mi compañero hubiese sido reconocido en su talento y como portavoz del grupo. Sin embargo, ésta no fue su historia, él decidió abandonar el colegio cuando repitió por segunda vez tercero de secundaria y, pasados los 30 años, falleció de una sobredosis de droga.
Escribo esto intentando imaginar mejores finales para otros jóvenes como él: jóvenes diferentes, que nos interpelan e interpelan la realidad.

El Freud que llevamos dentro

Mg. Olinda Serrano de Dreifuss.

 

Al conmemorarse el nacimiento de Sigmund Freud nos damos cuenta que cada uno de nosotros tiene una mirada muy personal y distintiva de su obra y aportes, incluso de su persona. Así, algunos dirían “para mí lo resaltante de Freud es su capacidad de pensar y preguntarse allí donde nadie lo había hecho, descubriendo el inconsciente”; o “su capacidad de cuestionarse  como un investigador infatigable”; otros dirán su “apertura clínica para interpretar el conflicto reprimido, dando posibilidad de análisis y cura por la palabra”; o la cultura y el arte como un genuino alivio a los padecimientos humanos; otros resaltarán su teoría sobre el desarrollo, la psicopatología y las herramientas terapéuticas. Habrá quien resalte sus cualidades de pensador teórico, clínico y social, tan científico como en “El proyecto”, tan cultural como en “El malestar en la cultura” o tan creativo como en “La Gradiva” o en “Leonardo”, y a la vez un formador del movimiento psicoanalítico, con los avatares que implicaba, y vigente en cada vez más lugares del mundo, interconectados.

En realidad, cada uno tiene su propio acercamiento y vínculo con Freud, desde las primeras lecturas, y sobre todo las primeras sesiones analíticas en el interjuego de ser paciente y tener pacientes. Luego vienen las experiencias de la formación: el reencuentro con Freud y sus seguidores en el espacio grupal y personal, siempre vivencial.

En este año especial, rendimos homenaje a “nuestro Freud”, al de cada uno/a, vigente y activo en nuestro interior, prestándonos escucha y reflexión en este tiempo particularmente complejo, como él también experimentó el suyo. Es nuestro deseo que podamos conectar y sentir a “nuestro Freud” en lo común y singular de cada uno y su momento personal y profesional. Les confieso que “mi Freud” en estos tiempos está muy ubicado en el Departamento del CPPL que lleva su nombre, y que tengo el honor de dirigir y buscar crecer y desarrollar con los exalumnos más destacados y motivados para trabajar en la institución. El Freud de los “caminos de la terapia psicoanalítica” (1919) que busca modos de extender el alcance del psicoanálisis a muchas personas adaptando las técnicas sin perder la esencia de lo analítico, siempre en reflexión y en diálogo con autores recientes, es el que nos acompaña y nos orienta. La pregunta psicoanalítica de quién es nuestro Freud de hoy, y cómo nos vinculamos con él, sigue en pie, felizmente.

Transformaciones actuales extraordinarias

Eduardo Llanos – Psicoanalista.

 

La pandemia nos ha cambiado la vida y también nuestro quehacer profesional. No queda más que hacer gala de creatividad. Eso de lo que tanto hablaba Winnicott. Vivimos reinventándonos en esta situación extraordinaria, tratando de establecer puentes que sostengan nuestra existencia en esta lucha diaria para sobrevivir.
Sabemos que la vida surge del conflicto. No solo desde lo manifiesto sino sobre todo desde nuestra vivencia inconsciente, donde no solo existe el aquí y ahora sino el allá y entonces. Esos miedos arcaicos pueden reactivarse en la actualidad, ser transferidos o devenir en síntoma. Síntoma que denuncia terrible desazón, pero también reclama solución. Toda crisis supone sufrimiento, pero también oportunidad de cambio. Posibilidad de superación creativa del conflicto: “la creación es la alternativa de la vida a los componentes letales de la crisis” dirá Anzieu. Para Winnicott, en el juego existe la posibilidad de recreación y desarrollo de la imaginación. Toda solución creativa de las crisis permite el restablecimiento y la reapropiación de los objetos.

En nuestro oficio, lo virtual es fundamental. La misma noción de inconsciente es absolutamente virtual y solo constatable vía sus retoños: el síntoma, el sueño, los lapsus, los actos fallidos, el arte, etc. Hoy más que nunca, entonces, cobra singular importancia.

Ahora trabajamos vía Whatsapp video o Zoom y de pronto aparece un perrito, o se ve de fondo la playa o el parque donde está el paciente. El setting puede ser insólito. Por eso hoy más que nunca, nuestro encuadre interno es fundamental. Porque no se trata de llorar con nuestros pacientes sino no perder de vista que, aunque estemos pasando por lo mismo, no solo importa la realidad concreta sino también la vivencia subjetiva y el rol de cada quien.

Nuestra labor se sustenta en un vínculo humano de “Com/pasión” ese sentimiento compartido con un otro que se conmueve y nos conmueve. Allí el encuadre interno entonces nos permite no perder la brújula sin dejar de lado lo esencial del vínculo humano.

En momentos de crisis siempre hay algo que permanece, que perdura y eso se convierte en hilo conductor de un nuevo comienzo. De un resurgimiento. Así pasa con las personas y los pueblos ante las catástrofes personales o colectivas…Que sería de nosotros sin la poesía, sin el ritmo o el color para teñir la vida de esperanza. Aunque sepamos que Esperanza solo sabe bailar chachachá”.  E. Llanos (2020) catálogo exposición colectiva “permanencia de lo esencial”. La Galería.

Seguramente, Winnicott por eso decía que: “Vivir creativamente significa no ser aniquilado por la sumisión o la reacción a lo que nos llega del mundo: significa ver todas las cosas de un modo nuevo todo el tiempo”. D. W. Winnicott. (1971) Realidad y juego, Bs As: Gedisa.

El reto de vivir creativamente hoy

Mg. Daphne Gusieff Torres – Coordinadora del Dpto. de Niños y adolescentes D. Winnicott del CPPL.

 

En abril se conmemora un aniversario más del nacimiento del Dr. Donald Winnicott, pediatra y psicoanalista, autor fundamental en la construcción del pensamiento psicoanalítico. En su honor se denominó al Departamento de niños y adolescentes del CPPL, creado en octubre del 2020.

De otro lado, en abril de este año se cumple más de un año de iniciada la pandemia y el confinamiento. Como psicoterapeutas, hemos experimentado nosotros mismos y acompañado a nuestros pacientes en las travesías de los efectos psicológicos de la pandemia.

Si bien cada uno reacciona distinto de acuerdo a su personalidad y a sus situaciones, hemos observado reiteradamente sentimientos de hartazgo, fastidio, aburrimiento, frustración, desánimo, ansiedad y tristeza en nuestros pacientes. Tanto a propósito de la crisis económica como emocional, se habló mucho en los medios del reto de “reinventarse”. Al respecto, me parece oportuno apelar a un concepto clave en la obra winnicottiana: la creatividad.

Winnicott (1970) señala que:

“(…) La vida sólo es digna de vivirse cuando la creatividad forma parte de la experiencia vital del individuo” [las negritas son nuestras] (…) Es posible demostrar que, en algunos individuos, en ciertos momentos, las actividades que indican que están vivos son simples reacciones a un estímulo. Toda una vida puede ajustarse al modelo de reacciones ante estímulos. Retírense los estímulos y el individuo no vivirá. Pero en un caso tan extremo, la palabra “vida” está fuera de lugar. (…) Para que uno sea y sienta que es, es preciso que la actividad motivada predomine sobre la actividad reactiva. (…) La creatividad es, pues, la conservación durante toda la vida de algo que en rigor pertenece a la experiencia infantil: la capacidad de crear el mundo”.

El autor hace un llamado, oportuno, vigente y urgente en este tiempo, a no solo reaccionar, sino a vivir creativamente a través de la actividad motivada, en una vida de la que uno es gestor y no observador. Este tiempo nos compele a múltiples y permanentes cambios en diversas áreas de la vida. La Dra. Hilda Catz sintetiza bien esta necesidad en una frase enunciada en uno de sus seminarios:

“El virus muta incluso dentro de una persona [aprovechando sus vulnerabilidades] porque el virus quiere sobrevivir. Tenemos nosotros también que mutar nuestra forma de ser, de trabajar y de amar” (Catz, 2020).

Tanto solos como en el sostenimiento grupal, “mutar” es necesario hoy para sostener la subjetividad propia, la de los nuestros y la esperanza.

Pasos en la formación analítica

Giancarlo Aspíllaga – Egresado XXXVII.

 

Desde mis primeros movimientos con el psicoanálisis…

Siento que el análisis personal implica, sobre todo, el deseo de curarse; permite un espacio de exploración. En este, el sujeto considera aspectos personales de su pasado y su presente, en función de proyectar y escenificar en un constante futuro que permite recrear. Es un espacio en el cual el paciente puede realizar proyecciones futuras de sus deseos, los cuales pone en práctica escenificándolos mediante fantasías, sueños, palabras y otras formas simbólicas. De esta manera, en el espacio analítico existe la oportunidad de que el paciente se pueda aventurar al reencuentro con aspectos aparentemente complejos de su propia historia. Estos se presentan de diversas maneras y permiten alumbrar de cierto modo nuevos escenarios, en los cuales, el paciente tiene la posibilidad de proyectar sus transformaciones como en un espejo, considerando así diversos modos de establecer sus relaciones. Considero que la relación entre el paciente y el analista es un poner en práctica el deseo del paciente en libertad, en relación a los objetos con los que se ha vinculado el paciente desde sus primeros años. Estos son puestos a prueba de diversas maneras en el vínculo con el analista, estos aspectos son explorados, y es mediante la tensión o el conflicto con respecto a dichos objetos, que el paciente ahora puede pensar nuevas formas. Por lo tanto, la función del analista es acompañar el interés del paciente por explorar diversos aspectos de su vida, del mismo modo que es importante acompañar ciertos aspectos que conflictúan al paciente a partir de ciertas situaciones que son manifestadas por el paciente e interpretadas por el analista.

El reanálisis es siempre una puerta a que el sujeto analizado pueda concebir otros modos de pensar en la relación vincular con otro sujeto analista. En este nuevo espacio vincular los aspectos pensados seguirán tomando formas nuevas, solo si el deseo del sujeto está dispuesto a explorar la oscuridad nuevamente y su deseo de curar ciertos aspectos que lo movilizan de diversas maneras.

Finalmente, y a la vez continuamente el autoanálisis es una herramienta fundamental que permite considerar el encuadre de uno mismo, permite conocerse a uno y a la vez concebir la teoría para continuar explorando. La revisión teórica y la relación de pensar situaciones atemporales luego del análisis, considero que permite al analista ser paciente en su exploración, o por lo menos tener la noción de que se es paciente.

Finalmente, considero que el analista que “forma” debe acompañar el interés y el deseo del paciente y terapeuta en formación, desarrollando y acompañando su interés por continuar explorando alternativas en función a su desarrollo en este campo.

 

Caminante, son tus huellas

El camino y nada más;

Caminante, no hay camino,

Se hace camino al andar

Joan Manuel Serrat – Cantares

REFLEXIONES ACERCA DE MI EXPERIENCIA EN EL PROCESO DE OBSERVACIÓN DE INFANTES

Angela Delgado De la Flor Arana – Egresada XXXIV.

 

Si utilizara una palabra para describir mi experiencia en la observación, sería “activa”, puesto que estuvo llena de sensaciones, de preguntas y búsqueda de respuestas, no sólo por todas las que me generaba mientras observaba, sino también por todas aquellas que recibí por parte de la mamá del bebé.

Con el gran apoyo y sostén del espacio de supervisión, todas las preguntas y comentarios de la mamá del bebé, y mis preguntas y reacciones, no sólo fueron sentidas sino invitadas a pensar en cómo y por qué me afectaban, y así, empezar a ser elaboradas y también a ser devueltas de una u otra forma; es a partir de este proceso, y con las lecturas del último año de mi formación, que también empecé a preguntarme acerca del porqué de aquellas preguntas por parte de la mamá, ¿qué estaba significando mi observación para ella?

Daniel Stern propuso el modelo de-estar-con para trabajar en el tratamiento con una madre, basándose en el supuesto de que muchos de los patrones sociales y afectivos básicos existentes entre las personas de una misma familia, desempeñan un gran papel en la estructuración del mundo representativo, es decir, “cómo es estar con alguien de determinada manera”. Este modelo plantea que es necesaria una representación que sitúe la experiencia vivida subjetivamente, de modo que pueda ser utilizada una y otra vez para fines reconstructivos que no son inherentes a la experiencia en sí.

Aún recuerdo el prematuro cierre de la observación, el cual, debido al Estado de Emergencia, fue mediante vía telefónica, cuando le agradecí a la mamá del bebé el permitirme observarlo y entrar a su hogar, para mi sorpresa, ella me contestó: “Gracias a ti por acompañarnos, fuiste un gran apoyo en esos momentos que, como madre primeriza, no sabía qué hacer o cómo seguir”.

Si bien la observación no está planteada como una intervención terapéutica, ni propongo que lo sea, el postulado de Stern me hizo mucho sentido al momento de pensar en cómo ésta, acompañada de una escucha empática y de un compromiso (no pensado) de-estar-con la díada, puede llegar a ser sentida por la madre, sin que el observador lo sienta, como un símil al modelo de-estar-con. Considero que, es en este “acompañar durante la observación”, que la madre puede llegar a sentirse comprendida, sostenida y reconocida, pudiendo así vivir una nueva manera de-estar-con alguien.

UNA PRÁCTICA DE REFLEXIVIDAD

Leopoldo Caravedo – Psicoanalista de la Sociedad Peruana de Psicoanálisis. Magíster en Estudios Teóricos en Psicoanálisis, Pucp.

 

El psicoanálisis actual se está enriqueciendo, a mi entender, por el diálogo que muchos analistas están proponiendo con diversas ciencias, como Coderch (2006) propone en su texto de la Pluralidad del Psicoanálisis, que, a mi entender, transforma el psicoanálisis en un campo. Es decir, un espacio mental y contextual que nos invita a repensar muchas formas de intervenir y de comprender, al mismo tiempo que recurrir a diversos dispositivos en los que “lo inconsciente” puede ser pensado. Juana es una joven mujer de unos 23 años, que viene a consulta pues su hijo de 7 años le ha dicho que si nace su hermanito, se mata. Ella se encuentra horrorizada y paralizada, ha bloqueado sus afectos hacia ese nuevo hijo que está por nacer. La sensación que me produjo era la de estar abrumada sin poder tener respuestas para uno o para el otro. Su demanda no verbalizada era, creo yo, que la ayude a desanudar este tremendo conflicto personal y familiar.

El embarazo estaba por los 7 meses y mi sensación era que no disponíamos de tiempo para proponer un trabajo a largo plazo. Era como intervenir en tres subjetividades, la madre, el hijo de 7 años y el bebé por nacer. Luego de escucharla unos momentos, se me viene a la mente la escena en la que la madre no podía entrar en relación con el bebé, y vivir en el “como si” de la dramatización el conflicto que la atravesaba. Con el uso de un objeto intermediario (un cojín) le propuse un diálogo imaginario con este bebé. Fue impactante para ella y para mí la transformación que se operó, apelando a diversos recursos como el soliloquio y el doblaje, donde ella, que mostraba una inmensa rigidez y no podía casi tocar el cojín, fue poco a poco animándose a tocarlo, acercándose hacia él, para finalmente abrazarlo con inmensa ternura. A la sesión siguiente me comentó que todo había cambiado en su casa, y su hijo mayor ya no quería suicidarse. La que cambió fue ella, cambiaron sus reflexiones.

En la perspectiva de Fonagy, se podría decir que esta habría sido una experiencia de reflexividad, donde pudo pensarse, pensar en sus hijos, y conectar con sus recursos internos que habían estado “congelados.”

Como Bollas propone, un analista o un terapeuta puede tener un bagaje técnico, pero que no someta a los pacientes a que se acomoden a su teoría, sino que como terapeuta podamos pensar qué es lo que necesita el paciente, y podamos apelar a los recursos que lo puedan encaminar a su alivio. Es un tema para pensar.

EL AMOR EN TIEMPOS DEL CORONAVIRUS

Laura Soria. Magíster en Género, sexualidad y políticas públicas. Departamento de Investigación y Publicaciones.

 

“El amor se hace más grande y noble en la calamidad”

El amor en los tiempos del cólera. Gabriel García Márquez

Cuando la pandemia nos atravesó, desnudó una situación sanitaria aterradora en nuestro país: hospitales viejos, carencia de materiales, pocos laboratorios especializados y limitados especialistas, personal médico mal remunerado, que no contaba con seguro médico y que tampoco se podía asegurar sus equipos de bioseguridad que los protegieran del virus.

También desnudó algo que preferíamos no ver y que hemos mantenido encubierto por décadas: la indiferencia social ante estas carencias en salud, más concretamente en salud mental. Una indiferencia que nos interpela.

En el 2014, en el país, la inversión anual en salud mental era cero; hoy se tiene un presupuesto de S/. 312 millones anuales, que representa tan solo el 2% de los recursos totales que se destinan al sector salud. Los servicios de salud mental se encuentran fragmentados, sin personal y con poquísimos recursos. En todo el país hay 30 mil psicólogas/os es decir nueve profesionales para atender a cada 100 mil habitantes y se tienen 1.082 psiquiatras, de los cuales el 80% labora en Lima (Salazar Vega, 2020).

En mayo de este año, el MINSA y la Organización Panamericana de la Salud (OPS) realizaron un sondeo virtual y encontraron que siete de cada diez peruanas/os presentaban síntomas asociados a la ansiedad y a la depresión como dificultades para dormir, cansancio o ausencia de energía, problemas de apetito y falta de concentración. De las 58.116 personas que participaron del estudio, el 41% son casos nuevos de depresión y un 13% llegó a tener pensamientos suicidas (Salazar Vega, 2020).

La nueva Ley de Salud Mental N°30947 refuerza el trabajo de los Centros de Salud Mental Comunitarios; sin embargo, en todo el país sólo existen 154 centros: uno para cada 38 mil personas. Además, se ha restringido la realización de diagnósticos a las/os psiquiatras y, en ausencia de estos, a los médicos cirujanos colegiados, lo cual contradice con la Ley de Trabajo del Psicólogo N°28369 que le confiere a estos profesionales competencias en la prevención, diagnóstico, tratamiento y recuperación de la salud mental de la persona (shorturl.at/acAFI ).

Desde los primeros momentos de la pandemia, la comunidad del CPPL brindó un espacio contenedor importante, permitiendo a sus miembros contar con un lugar donde sentirse sostenidos y desde el cual, a su vez, sostener a sus pacientes. No sólo se continuaron las actividades previstas, llámense el dictado de los seminarios, la jornada psicoanalítica, los espacios abiertos, el cine fórum y la publicación de este Boletín, sino que, además, se generaron nuevas propuestas (seminarios extracurriculares) y se permitió también la renovación: el nuevo organigrama del Centro que reestructura el área de atención a la comunidad (Departamentos de Seguín, Freud y Winnicott) y crea dos nuevos departamentos, el de Investigación y Publicaciones y el de Eventos y difusión. Es en este dinamismo que también se expresa una particular forma de entender la salud mental, una que acoge a las personas y no las estigmatiza, una forma de no ser indiferentes con el dolor del Otro. Quizá, como dice la cita con la que se inicia este texto, una forma de amar que se hace más grande y noble en la calamidad.