Giancarlo Portugal, psicoterapeuta en formación de la promoción 39 del CPPL
El psicoanálisis es, me parece de manera preliminar, una fenomenología con dimensión práctica.
Han sido 4 los años de una formación que deja huellas conscientes en la vida de una persona. Ciertamente, se dice rápido afirmar la cantidad de años. No expresa todo el conjunto de vivencias que uno lleva consigo. Decir 8 ciclos académicos tampoco parece representar, en su totalidad, la carga. De la misma forma, hablar de 96 meses – aunque impacta más – no condensa lo atravesado. Quizá, en ese sentido, aunque irónico, las palabras (¡y los números no dejan de ser lenguaje!) solo muestran parcialmente y ocultan más de lo que uno quisiera.
Al iniciar la formación, uno no deja de preguntarse qué es el psicoanálisis. La respuesta corta podría ser afirmar, con certeza, que es una forma de psicoterapia. Quizá, desarrollando más o apelando a más precisión, podemos decir que es una psicoterapia que afirma la existencia del inconsciente y que apuesta por una asociación libre a través de un Otro que ha tenido su propio proceso analítico y que permite pensarse diferente sin que ello apunte a una sugestión. No obstante, aún así – permítase decir – queda corto lo expresado. Nuevamente, las palabras no muestran la totalidad, ocultan parte de lo valioso. Aún así, tras estos años de formación, me queda claro que el psicoanálisis puede vivirse.
Entonces, intentando hacer el esfuerzo, ¿qué es el psicoanálisis para alguien que se forma en este? Antes de responder, me doy la licencia de centrarme un momento en la cuestión de la formación en psicoterapia psicoanalítica. Esta está sostenida no solo en lo académico, que es un primer pilar que, como todo pilar, es de vital importancia. Está también sostenida en un análisis personal de dos veces a la semana, un segundo pilar, que se vive en el consultorio y en la cotidianidad. Asimismo, las supervisiones son un tercer pilar que no puede subestimarse, pues no deja de ser, para muchas personas, la primera aproximación a intentar comprender qué sucede allí, en la sesión, a través de la generosidad de colegas que comparten una aproximación psicoterapéutica y que comparten sus fragilidades e insuficiencias, pero con esperanzas de aprender, de identificarse con personas que supervisan porque, un momento, no supieron y lo aceptaron. Menciono todo esto, porque para quienes venimos de espacios académicos el psicoanálisis, en la formación, se revela no como un conocimiento teórico, sino como una forma de aproximación a la vida, pero con una posibilidad práctica muy particular y diferenciada a otras prácticas profesionales.
El psicoanálisis es, me parece de manera preliminar, una fenomenología con dimensión práctica. La práctica psicoterapéutica que ejercemos se basa en la percepción y, desde esta capacidad de, especialmente, escuchar y observa al Otro elaboramos hipótesis metapsicológicas a partir de conceptos de una tradición occidental muy concreta. Esta tradición tiene conceptos que hemos heredado y ejecutamos como herramientas de trabajo: pulsión, inconsciente, transferencia, repetición, Yo, Superyó, Ello, entre muchos otros que tenemos desde Freud hasta los relacionales, pasando, claro, por Klein, Winnicott, Bion, Lacan y más. Podemos, en ese sentido, decir que manejamos una terminología que – aunque sé que con diferencias conceptuales por supuesto – nos permite traducir las prácticas del Otro en el consultorio. Así, desde esta traducción, comunicamos – cuando creemos pertinente – una apuesta amable en forma de interpretación que le permita a ese Otro hacer consciente lo no sabido de sí mismo. De igual forma, desde dicha traducción, nos permitimos poner en el consultorio un conjunto de prácticas relacionales que le den al Otro una forma de vivirse diferente al que ha repetido. Para cerrar esta lectura de nuestra disciplina, vale recordarlo, nuestra traducción tiene una esperanza que considero irrenunciable: el cambio psíquico.
Esta ha sido mi respuesta condensada tras la experiencia de formando. Sé que cada colega egresante tendrá la suya. Así, creo que ninguna será completa y, antes bien, podrían, en el mejor de los casos, ser complementarias. En cualquier caso, serán valiosas. No obstante, sí creo que, al margen de la respuesta tentativa, hacerse la pregunta sobre eso que define al psicoanálisis, siendo psicoterapeutas, es una pregunta a repetirse sin compulsiones, pero con anhelo de acabarla, aunque dicho objetivo, muy probablemente, no sea posible. Recuerdo aquí el espíritu investigativo de Freud, quien, aunque afirmaba constantemente que era necesario que quienes le seguían sigan investigando, nunca renunció a la posibilidad de la verdad de comprender la fantasía del Otro y comunicarlo de manera académicamente rigurosa. Me queda, así, solo agradecer estos años y homenajear, humildemente, a la Escuela y a quienes la conforman con un intento de responder con las herramientas conceptuales que me han brindado desde la honestidad de su interés por reproducir a nuestra disciplina.
Lourdes Schutte, egresada de la promoción 35 del CPPL
Freud, en su obra “Más allá del principio de placer”, revisa y cuestiona el principio de placer, explica la compulsión a la repetición y reformula la teoría de las pulsiones describiendo el dualismo pulsional final entre pulsión de vida (Eros) y pulsión de muerte (Tánatos). Dualismo que, sin duda, acompaña al ser humano durante toda su existencia.
La presencia de ambas pulsiones está constantemente “ligadas” en la vida cotidiana, y se entrelazan vivencias desde una realidad donde, a simple vista, parece tener el protagonismo Tánatos.
¿Cuáles serían, entonces, algunas columnas que nos sostienen en medio de una atmósfera tensa y contaminante que abarcan aspectos políticos, económicos, sociales, ambientales, educativos y de salud que atravesamos?
Probablemente la vida en grupo sea una experiencia que contribuye a organizar nuestras vidas en medio del caos. ¿Cuándo está presente la pulsión de vida? Cuando nos juntamos con otros a vivir distintas experiencias: cantando, conversando, asistiendo a encuentros con gente amiga o a tomar un café con aquellos que dejamos de ver en algún momento. Cuando alguien comparte en alguna red social un momento triste o una pérdida y encuentra compañía en las respuestas sostenedoras de los demás. Cuando nos vamos dando cuenta lo que implica vivir con otros. Cuando ciudadanos indignados se organizan para exponer sus reclamos frente a la ausencia de condiciones básicas de vida como seguridad, equidad y presencia del estado. Cuando se instauran sistemas solidarios en una realidad en donde lo colectivo se vuelve imprescindible para la autoconservación. Cuando las redes de apoyo vecinales cubren las necesidades más urgentes e inmediatas como es el caso de las ollas comunes. ¿No es acaso esto una forma de amor colectivo?
Enrique Pichon-Riviére, consideraba a los grupos espacios de aprendizajes y transformación. En su libro “El proceso grupal” (2008) nos dice:
Definimos al grupo como el conjunto restringido de personas, ligadas entre sí por constantes de tipo y espacio y articuladas por su mutua representación interna, que se propone en forma explícita o implica una tarea que constituye su finalidad.
Los conjuntos sociales se organizan en unidades para alcanzar mayor seguridad y productividad. La unidad grupal tiene en muchos casos la característica de una situación espontánea. (p.209)
Hace algunos días, caminando por las calles de Lima no pude dejar de observar diferentes grupos: danzantes de toda edad, músicos contagiando melodías, familias diversas. Gente unida por alguna actividad deportiva o artística, alumnos y profesionales compartiendo conocimientos, grupos de vendedores, devotos, curiosos, comensales, etc.
Estos grupos estaban impregnados de dinamismo, de un ánimo particular, quizá eso hace posible que existan agrupaciones más diversas aún, personas que tienen algún tipo de enfermedad y se unen para transitarla juntos, así también están los que comparten un tipo de circunstancia o experiencia de vida como los familiares de gente privada de libertad.
Las agrupaciones casi siempre sostienen un propósito que se despliega con la presencia y aporte de cada participante, naturalmente surgen lazos que conducen a una mutua protección y cuidados. Así lo describe también Clarissa Pinkola, en “Mujeres que corren con los lobos”, una loba por muy enferma, acorralada, sola, asustada o debilitada que se sienta se acercará a los demás en busca de la protección de la manada.
Muchas veces dentro de los grupos se van creando espacios que se convierten en refugios empáticos, donde se escucha y se huele al otro, en ese olfateo emocional se crean círculos testimoniales de una práctica plena de alteridad.
En el desarrollo de las vivencias comunitarias se despliega esa energía libidinal capaz de crear vínculos que perduran a través del tiempo. Podemos observar a nuestro alrededor el continuo interés en participar de grupos, es como una energía viva que alimenta y se desarrolla. En los diversos círculos que se forman se va experimentando un sentido nuevo: el sentido colectivo, dando lugar a la imaginación, a intercambiar sueños, a crear algo nuevo.
Las pulsiones de vida se anidan en las construcciones colectivas entre seres humanos, aunque sean complejas, se van sosteniendo en la unión, la creación y conservación de la vida. Dentro de estas construcciones colectivas podemos transitar diversas emociones, seguramente alumbradas por la alegría de la fraternidad y la esperanza de lograr una integración. Recordemos siempre que el caos no ha logrado apagar la vida grupal.
…De vez en cuando la vida
Afina con el pincel
Se nos eriza la piel, y faltan palabras
Para nombrar lo que ofrecen
A los que saben usarla
Mg. Olinda Serrano de Dreifuss – Docente, supervisora y directiva del CPPL. Coordinadora de la cátedra de técnica y supervisión.
Con mucho gusto he participado recientemente o hace dos meses en el congreso brasilero titulado “Baby Boomers: una generación que desafía el tiempo”.
Efectivamente, algunos de nosotros pertenecemos a una generación, así llamada Baby Boomers, que ha pasado por muchos cambios y transformaciones. Seguramente, muchos hemos recibido los últimos videos que muestran cómo vivíamos nuestra niñez, adolescencia y adultez con comparaciones que señalan usualmente nostalgias y ventajas de antaño, como trayendo aquello de que “todo tiempo pasado fue mejor”. Esta frase contiene un gran desafío pues puede ser la contraparte del edaísmo, esa actitud que desvaloriza a los adultos maduros. En general, en esos videos se transmiten situaciones presenciales, interactivas y lúdicas, muy distantes de las formas actuales de conectividad y complejidad, frecuentemente del orden más bien del play que del game. Sin embargo, podemos mirar también el paso del tiempo dando la bienvenida a muchos cambios que han sido favorables como el hecho de que ahora las comunicaciones a distancia se han facilitado notablemente. Y en pandemia, por ejemplo, la tecnología sin duda nos sostuvo o nos facilitó sostenernos.
Quisiera decir que lo actual no es mejor ni peor que lo pasado, lo antiguo; que cada época tiene sus características propias y otras invarianzas humanas y sociales como los conflictos y las guerras que son constitutivas de lo social, como lo son el amor, la solidaridad y la esperanza. ¿Qué si estamos en una situación apocalíptica desde el calentamiento global o la inteligencia artificial? Sin duda, son grandes preocupaciones. Por supuesto que podemos tener una visión, sin duda adecuada, de una realidad confusa, peligrosa, corrupta y perversa, a nivel nacional, latinoamericano y mundial, pero a lo mejor eso sería una visión parcial de la realidad.
Las migraciones constituyen un tema cada vez más presente y complejo, que implica múltiples vivencias de duelos y descubrimientos, de novedades, acomodos y otros reacomodos que posibilitan transformaciones. Nuevas formas de vínculo aparecen o mejor dicho las inventamos en esas circunstancias y otras maneras de ser se conservan aún en las migraciones. Podríamos pensar entonces que nuestra generación de Baby Boomers, con tantos cambios vividos, es también migrante en el sentido temporal; somos desplazados en el tiempo con variable y tal vez melancólica resistencia o con cierto entusiasmo y adaptación vital. La migración de la era analógica a la era digital marca un aspecto muy importante porque se relaciona con todos los otros aspectos de la vida humana individual y colectiva, y en ese sentido se nos considera una generación “puente”.
Así, nos van surgiendo temas específicos para pensar y dialogar como el paso del tiempo, la percepción subjetiva de nuestro tiempo, la finitud no sólo personal sino de la especie, los vínculos y su valor constitutivo en el desarrollo, el enfermar y el curar y curarse, es decir la forma de envejecer, el lugar de la creatividad y el arte, la política y sus posibilidades y riesgos a la larga -pero qué medida de tiempo es esa- de destrucción de la especie. En todo este panorama, ¿cómo se ubica el psicoanálisis desde la teoría, la psicopatología y nuestro oficio hoy, ejercido frecuentemente a través de una pantalla?
Decíamos que el psicoanálisis, tanto respecto a su elaboración teórico-clínica como respecto a su quehacer y función institucional, se encuentra con el desafío de dar un espacio explícito a los adultos maduros y a asumir el estudio, la investigación y la formación que implica atender a pacientes mayores tanto cuando los terapeutas son jóvenes como cuando pacientes y terapeutas son maduros.
Dr. Luis Alberto Suárez Rojas – Doctor en Antropología y psicoterapeuta en formación de la promoción 40 del CPPL
El tema del Día Mundial de la Salud Mental 2025, celebrado el pasado 10 de Octubre, se centró en la salud mental y el apoyo psicosocial en la respuesta a emergencias. En el actual contexto global marcado por el cambio climático, los desastres naturales y los conflictos sociales de gran magnitud, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha decidido dedicar este año a reflexionar sobre la importancia de cuidar la salud mental ante situaciones críticas y profundamente disruptivas, como las emergencias sanitarias, los desastres socioambientales, los conflictos armados y los fenómenos migratorios. La OMS destaca que los efectos psicológicos y sociales de estas emergencias pueden ser graves a corto plazo, pero también generar consecuencias duraderas.
Sin duda, las cifras son alarmantes. El Comité Internacional de Rescate (IRC) advierte que, en solo 20 países con altos niveles de deterioro, se concentra el 82 % de las personas en crisis humanitaria a nivel mundial para el año 2025. Lugares como Sudán enfrentan la mayor crisis jamás registrada, mientras que Siria vuelve a situarse entre los cinco países de mayor preocupación. Por su parte, el Internal Displacement Monitoring Centre (IDMC) informa que, en el año 2024, más de 24 millones de personas fueron desplazadas por desastres naturales en la región de Asia-Pacífico, evidenciando la magnitud de los desafíos humanitarios y medioambientales que enfrenta el mundo.
En tiempos de crisis, la OMS nos invita a reconocer la urgencia de construir respuestas públicas y colectivas que protejan la salud mental e imaginar medidas para reconstruir lazos humanos, la solidaridad y el acompañamiento emocional. Este llamado pone en evidencia la necesidad de un trabajo organizado, colectivo e institucional capaz de ayudarnos a transitar experiencias tan intensas de pérdida y dolor psíquico. Ante ello, vale preguntarnos: ¿qué nos corresponde reflexionar y hacer como colectivo en nuestro país para asumir este desafío y cuidar la salud mental de todos?
Desde hace varios años, en nuestro país hemos sido testigos del fenómeno de la migración y los desplazamientos forzados, motivados por las difíciles condiciones económicas y políticas en la región. No obstante, es fundamental abordar críticamente la xenofobia y el despliegue de las múltiples formas de violencias (en plural) y rechazo que acompañan estas dinámicas, especialmente por su impacto en la salud mental. Abordar estas realidades desde el reconocimiento del dolor psíquico y, al mismo tiempo, desde la esperanza y la resiliencia, constituye una tarea necesaria para pensar, sentir y actuar públicamente.
Del mismo modo, hemos sido testigos del crecimiento exponencial del crimen organizado y de la ola de terror urbano que se extiende en muchas ciudades del país, mientras el Estado parece replegarse, dejando en la población una profunda sensación de abandono. El asedio constante del crimen organizado envuelve a las ciudades en una atmósfera tanática y mortífera, con graves repercusiones en la salud mental y física de las personas. Esta política del terror y la muerte erosiona la esperanza de muchos hogares, que se hunden en el dolor, el desasosiego, la ansiedad y la desconfianza, mientras jóvenes hombres y mujeres ven restringidas sus posibilidades de movilidad y libertad por el temor a perder la vida, ya sea en sus propios barrios o en el transporte público (Suárez, 2025).
Desde mi perspectiva, el llamamiento de la OMS supone el reconocimiento de una acción pública y colectiva frente a las graves amenazas a la salud mental que afectan a muchas personas y hogares. Esto nos invita a reflexionar sobre las implicancias políticas del trabajo clínico, tal como sugiere Carolyn Laubender en The Political Clinic: Psychoanalysis and Social Change in the Twentieth Century (2024). Desde mi mirada, retomo la noción de “lo político” en el sentido que propone Chantal Mouffe: como una dimensión ontológica de la vida social, que se mueve en el entramado de la coexistencia humana, el conflicto, el antagonismo, la alteridad y la diferencia. Retomando a Laubender (2024), creo que lo fundamental es que sostiene que una clínica psicoanalítica entendida políticamente puede contribuir a reimaginar categorías como la raza, el género, la sexualidad, la infancia, la nación y la democracia.
De ello se desprenden, a mi entender, dos horizontes de posibilidad. Por un lado, ampliar el campo de la clínica psicoanalítica más allá del consultorio, generando formas de acompañamiento psicoterapéutico orientadas a las poblaciones afectadas por el terror urbano y sus implicancias psíquicas. Por otro lado, desplegar modos de intervención desde lo político hacia lo público, utilizando el dispositivo psicoanalítico como una herramienta para pensar colectivamente y contribuir a procesar este complejo escenario de abandono estatal y violencia urbana, abriendo así la posibilidad de responder de manera colectiva y organizada ante estas experiencias compartidas.
Creo que pensar públicamente esta situación —es decir, reflexionar colectivamente sobre la crisis institucional, el miedo y las múltiples formas de violencia— puede ayudar a elaborar —digerir simbólicamente— lo que estamos “sufriendo” y, al mismo tiempo, imaginar otras formas de convivencia y cuidado desde una clínica políticamente situada frente al dolor psíquico.
Referencias.
Mouffe, C. (2009). En torno a lo político (S. Laclau, Trad.). Fondo de Cultura Económica.
Laubender, C. (2024). The political clinic: Psychoanalysis and social change in the twentieth century. Cambridge University Press.
Suárez R., L. A. (2025). Cartografías del terror, violencia y abandono: Posibilidades desde una clínica situada. En XXI Congreso Internacional Tensión y Conflicto. Psicoanálisis en tiempos de polarización [Ponencia]. Centro de Psicoterapia Psicoanalítica de Lima, CPPL.
Entrevista realizada por Giancarlo Portugal Velasco*
“No hay que descartar lo pulsional, pero hay que ver cómo se integra lo relacional”
Leopoldo Caravedo no solo ha sido presidente del CPPL. Más relevante aún, fue parte de la primera promoción de la Escuela en 1985. No obstante, no fue este su primer acercamiento a la psicoterapia psicoanalítica. Antes bien, ya había estudiado psicología en la Universidad Ricardo Palma y, luego continuó su acercamiento a la compresión de la psique desde Europa a través de la llamada antipsiquiatría, liderada por diversas figuras de renombre internacional entre las que destaca la figura de Ronald Laing, a quien conoció en Londres y a quien, junto a Max Hernández, considera su maestro. Asimismo, en Barcelona, empezó a estudiar psicoanálisis y psicodrama. Solo en 1981 volvería al Perú y, tras su formación en el CPPL, realizó la formación en el Instituto de la SPP en 1992. Aficionado al fútbol, arquero desde joven y estudioso permanente de sus intereses, entre estos ha destacado últimamente el psicoanálisis relacional, pero sin descuidar conceptos como la pulsión. Sobre este tema versa nuestra entrevista.
Bueno, primero que nada, muchas gracias, Leopoldo. Desde el año pasado estoy haciendo entrevistas sobre diferentes autores; tenemos ya entrevistas introductorias a Freud, Klein, a Bion, a Lacan, a Winnicott, entre otros.Entonces, tras esos clásicos, quería pasar a lo más contemporáneo.Así, el objeto es dialogar sobre el llamado psicoanálisis relacional, sabiéndose además de que hay diferentes aproximaciones relacionales y no una sola.
Adelante, entonces.
Algo que a mí me ha impresionado en cuanto a lo relacional es su intento de revisar y criticar, lo cual, en sí, no me parece para nada algo negativo, pero sí me sorprende cuando llega a haber discursos relacionales que niegan, por ejemplo, la pulsión o, incluso, hasta el concepto de inconsciente parece como mucho más relativizado. Todo esto lo conversaremos, pero quería empezar con algo sumamente básico: ¿Qué es el psicoanálisis relacional?
Mira, me he dado cuenta que conecto con lo que fueron mis orígenes, estoy hablando de los años setenta y tantos, cuando estuve conectado con las teorías de la antipsiquiatría, con Ronald Laing, que es alguien que está considerado también como precursor de la teoría del psicoanálisis relacional. En realidad, no es una teoría específica, es una actitud frente a la posición tan determinista de la teoría clásica. Sin que la nieguen, ni que la excluyan, pero consideran que hay otros factores que son igualmente importantes en el psiquismo humano: el contexto en que se defiende una persona. En ese sentido, si se puede decir una definición, es una posición, una actitud frente al fenómeno o al conocimiento psicoanalítico que lo trata de repensar, reflexionar y ampliar perspectivas. Entonces, dentro del psicoanálisis relacional tenemos desde, como tú decías, los que niegan la pulsión hasta los que no la niegan, pero le amplían el panorama. Y en medio de eso están los que son interrelacionales, intersubjetivos, vinculares. Entonces, también comenzamos a tener una perspectiva amplia de lo que es el psicoanálisis relacional. Ahora, mientras te digo esto, estoy pensando en general que es un movimiento, un tránsito de la modernidad a la posmodernidad. De la verdad absoluta a la verdad vista de distintas perspectivas. Yo creo que eso, básicamente, podría resumirlo.
Entiendo que la idea desde lo relacional es que hay un aporte al psicoanálisis al centrarse en la relación. No obstante, también podría decirse que no, que siempre hubo relevancia de la relación en la alianza terapéutica, por ejemplo¿Cuál es ese aporte? ¿Qué está buscando nutrir el psicoanálisis relacional? ¿Por qué es importante? ¿Por qué poner en primer lugar la relación?
La idea era que dentro de la línea de la modernidad el sujeto era por hecho. El objeto de estudio era el paciente, el analizado. Y el sujeto, el analista, era el observador constante, objetivo, que trataba de entender a este sujeto objeto de estudio. Entonces lo que plantean en realidad los relacionales es si está ahí, implícita, que es una relación, están implicados los dos. No es una sola mente la que está en juego, sino son las dos mentes. Por eso, algunos hablan la teoría de una mente y la teoría de dos mentes, que complejiza todo el problema, pero me parece interesante porque amplía las posibilidades de ubicarse frente a las distintas necesidades de cada paciente. Entonces, el relacional, después los estudios, ha señalado como lo que cura, si es que podemos hablar de cura, es el vínculo, no es la interpretación. No es este sujeto que sabe, entiende que mira a este sujeto que sufre y con su interpretación le desanuda las cosas. Y digo a propósito desanuda porque Laing hablaba de nudos. Nuts es un libro que tiene. Entonces, el trabajo terapéutico era desanudar esa complejidad. Se hablaba de la contratransferencia pero como al principio incluso era desacreditada, era evaluada, hasta que Rangel y otros comenzaron a hablar de la contratransferencia y, más bien, en vez de un obstáculo se le otorgó la posibilidad de un instrumento de acercamiento. Entonces, comienza a pensarse que hay otras formas de pensar el psicoanálisis también. El tema siempre ha sido si eso derrumbaba los pilares prohibidos. Como pasaba con Bowlby, quien en un momento fue desacreditado incluso casi invitado a salirse de la sociedad británica del psicoanálisis. Pero la paradoja es que él es el padrino de la sociedad peruana del psicoanálisis. Entonces él fue sponsor, fue uno de los que contribuyó a que se construyera, se oficializara la sociedad peruana del psicoanálisis. Y él tuvo una visión propia. Estaba leyendo un artículo de Fonagy donde él plantea que, también, esta variedad dentro del campo psicoanalítico, a veces, ha tenido la sensación de fractura y no la sensación de perspectivas. A Coderch lo conocí, también, porque trabajaba en el hospital clínico donde yo trabajaba, una persona erudita, de una cultura abrumadora, creo que se había leído todo lo publicado sobre psicoanálisis. Me sorprendió gratamente ver la apertura con la que planteaba la cosa y creo que es lo que nos pasa en el trabajo clínico, nos damos cuenta que una sola teoría, una sola manera de ver no es suficiente ni da cuenta de las posibilidades como método terapéutico, como teoría de un montón de cosas, pero como método terapéutico todavía es muy difícil explicar lo que hacemos cuando trabajamos: en eso nos damos cuenta que el trabajo ayuda pero no podemos todavía explicar con las teorías científicas cómo, por qué, se producen los cambios en las personas.
¿Cuál dirías que es el problema con esa aproximación de sujeto-objeto moderna?
Yo diría como problemas, no como conflictos, sino problemas como la limitación.
¡Exacto! ¿Cuál es la limitación?
La idea es que hoy las ciencias están de acuerdo en que es imposible que el observador no esté implicado en lo observado, entonces cuando no se entiende de esa manera, lo vemos en las explicaciones de muchas de las teorías científicas, cuando se habla de los sujetos de investigación como gente aislada, como objetos así estáticos casi y no la implicancia que tiene el sesgo del observador, las teorías que maneja, porque todo eso va también a ordenar el foco de la atención, como el zoom de la cámara va a focalizar o va a observar determinados aspectos y otro que los va a dejar de lado que no los va a poder observar. Entonces, yo diría que hay que aceptar que es así el conocimiento humano, es limitado; yo diría que el conflicto, como tú planteas la pregunta, el conflicto es que nos negamos a pensar que pueden haber otras maneras de entender las cosas que no son el pensamiento dicotómico – yo le digo pensamiento excluyente, a mí se me hace más fácil pensarlo así porque es esto o lo otro -. Si mantenemos abierta la posibilidad de esto y lo otro, eso es tratar de pensar que hay algo que puede explicar las cosas pero también puede haber otras ideas que pueden explicarlas y, por ejemplo, otro tema de contraste es en el caso del psicoanálisis más clásico, pues, el objetivo es la famosa frase de hacer consciente lo inconsciente, o ser consciente o inconsciente. En el caso del psicoanálisis relacional, ¿cuál es el objetivo o los objetivos que puede haber en un proceso clínico terapéutico? Yo diría que hasta donde voy entendiendo, en el psicoanálisis relacional quizá la idea es que es imposible que los partícipes en los procesos terapéuticos o en los procesos de relación en general estén tan protegidos o tan ajenos al impacto de lo inconsciente, la cuestión es que aceptando eso, por ejemplo, el famoso concepto de enactment, la puesta en escena en las sesiones terapéuticas como pasaba con la contratransferencia era despotricada, desanimada: en una época, casi si el analista decía algo en la sesión, más o menos, sufría el castigo de la mala práctica psicoanalítica. Incluso, Freud decía, pues, que uno tiene que tratar de ver al paciente y mostrarse como un espejo, casi no implicarse emocionalmente, lo que es imposible, pero a Freud nadie lo puede acusar de ignorante, sino que Freud estaba sujeto a su época, esa era la manera de pensar la ciencia en su tiempo. Creo que es muy importante para nosotros los analistas que veamos que también somos sujetos, sujetos a los cambios, a los tiempos que las ciencias van progresando.
Tú sostienes que no hay que descartar la pulsión en el psicoanálisis relacional ¿Por qué no descartar la pulsión?
Yo creo que dentro de nosotros hay una energía, algo que nos empuja con fuerza. Se puede llamar inconsciente, se puede llamar emoción. Entonces ¿cómo se organiza la historia del mundo mental emocional de los seres humanos? Nosotros tenemos esa emoción, de repente algo se nos despierta, una fuerza, una energía interna. Los relacionales hablan de una matriz de la mente, es como la cancha donde se puede desplegar el movimiento psíquico, yo creo que por eso no hay que descartar lo pulsional, pero hay que ver cómo se integra en lo relacional y lo relacional cómo toma prestado lo pulsional para poder entender esa fuerza y cómo el contexto, el entorno, la historia; abre las perspectivas de hacia dónde empuja esa fuerza. La teoría más acérrima de lo pulsional diría que casi no tendríamos alternativas en la vida, porque ya estaríamos sobredeterminados. Igualmente, sin esa energía no tendríamos la posibilidad de movimiento, por eso creo que hay que seguirla pensando.
Otro concepto que tú sumas a estas reflexiones, al menos que te he escuchado con énfasis, es el de complementar la teoría de la pulsión con la teoría del apego. Por lo que entiendo, para ti es como una suerte de subconjunto dentro de los estilos relacionales ¿cómo se suma ahí la teoría del apego?
Mira, siguiendo lo que estábamos hablando, volví al apego. Son también cartas, posibilidades, que encontramos hacia dónde podemos movernos en nuestros vínculos, relaciones, intereses. Estos no son absolutos: los que tienen apego seguro tienen más posibilidades, en la educación, de que les vaya mejor que cuando haya investigación frente a los evitativos, a quienes les dan una tarea y van a tratar de sacarle la vuelta a la indicación del profesor. Entonces, el apego también es como un punto de referencia, no es un absoluto, porque tampoco los estilos de apego son sobredeterminados, si no lo mismo que la teoría pulsional, no habría salida, no habría nada que hacer como psicoterapeutas. Por ejemplo, si alguien tiene un estilo de apego evitativo no quiere decir que es condenado a no hacer una relación íntima, pero sabemos que a esa persona le va a costar mucho más hacer una relación íntima que alguien que tiene un apego seguro. Entonces el hecho de que pueda replantearse esto es lo que da sentido al trabajo terapéutico. La teoría son como los anteojos, nos ayudan a ver algo pero no vemos absoluto, podemos cambiar los anteojos y de repente algunos anteojos nos van a ayudar a ver unas cosas, otros no van a ver, pero no vemos la totalidad del fenómeno.
Pensar ahorita en el concepto de las estructuras psíquicas, entiendo que esto cambia un poco…¿descarta la parte de las estructuras o la complementa?
Hasta donde entiendo, digamos, la teoría del apego, lo que hace es plantear que hay ciertos aspectos que vienen como si se quiere, en el ADN. La teoría del apego también es una teoría de seguridad, de supervivencia, porque los animales, los seres humanos, parte de las especies se protegen de la madre para que los proteja de los depredadores, por ejemplo, entonces el acercarnos a la figura materna nos nos ayuda a desarrollar. La estructura son como armazones de la personalidad que nos ayudan a sostener y a desarrollarnos, son nuestras propias dimensiones del juego para movilizarnos en la vida. Hay algunos que no les gusta el concepto de estructura, les parece como muy estático, pero las estructuras son tendencias personales, pero no son sentencias, son posibilidades, son campos; de repente, la experiencia nos abre la posibilidad de ver lo distinto de lo que habíamos visto y eso nos lleva a replantearnos cosas, pero los humanos no somos tan creativos como para hacer cosas tan extraordinariamente diferentes.
Para ir cerrando ¿dónde queda la interpretación en una postura relacional?
Hay líneas, hay algunas que favorecen, no las descartan y otras que la consideran en un plano secretario; yo estoy en una posición intermedia de la interpretación, puede ser útil, de hecho yo, además, creo que muchos que han teorizado sobre la teoría de la interpretación lo que se plantea es hacerla en su momento apropiado. Hay otras líneas que, más o menos, Etchegoyen en una charla que comentaba un chiste de los kleinianos: el paciente llama al analista y le dice doctor voy a llegar tarde a la sesión pero vaya interpretando. Ha habido abusos. Como en todo ha habido abusos y abusos de las cosas; yo creo que en un gran porcentaje, el vínculo se da y hay momentos privilegiados donde se puede hacer una interpretación, que es cuando el terapeuta le formula una teoría sobre lo que pasa el paciente. El paciente, hay que ver qué hace con esa teoría, si le gusta, si no le gusta, si la acepta o no la acepta, pero no tiene que ser el objetivo de que el paciente o analizando se quede con la interpretación solo del analista: eso sería una forma encubierta de colonizar la mente del paciente y el psicoanálisis si hay algo que pretendería es la libertad del pensar de los pacientes.
Termino preguntándote por quienes ven a Winnicott como un precursor de los relacionales. Yo sé que tú le das mucho espacio a Winnicott ¿estás de acuerdo con esa idea?
Winnicott no tiene una teoría ordenada o estructurada. Él era presidente de la Sociedad Británica del Psicoanálisis. Una vez le preguntaron y él decía ‘Yo sigo aprendiendo de Freud’. Esa actitud de no encaminarse a hacia la certeza… A mí me gusta siempre dejar abierta, como el squirrel, dejar abierto el sentido. Ese garabato puede tener un día un sentido y otro día otro sentido, que se juegue con los sentidos. Vuelvo a la crítica del pensamiento excluyente, porque no es que un sentido sea mejor que otro, pueden ser complementarios. La vida es eso: ir armando sentidos, como las sesiones, un descanso en las escaleras donde uno puede mirar dónde está, toma un respiro, y sigue caminando.
Lic. Erik Romero, psicoterapeuta psicoanalítico, graduado de la formación psicoanalítica Prom. XXVII
Desde el 2003, el 10 de setiembre se conmemora el Día Mundial de Prevención del Suicidio, fecha alrededor de la cual solemos ver actividades destinadas a concientizar y sensibilizar acerca de esta problemática, así como a informar acerca de las alternativas de prevención y contención con las que se cuenta desde los servicios de salud públicos y privados. Sin embargo, según datos de la OMS (WHO, 2025), las cifras relacionadas al suicidio vienen en aumento (como ideación, intento o acto consumado), especialmente para el rango de edad comprendido entre 15 a 29 años.
La ideación suicida es uno de los fenómenos clínicos que más nos hace cuestionarnos acerca de nuestras capacidades y posibilidades para contener dicho riesgo y amenaza en el espacio terapéutico y, en simultáneo, mantener un enfoque analítico que nos permita trabajar con este tipo de material clínico y todo aquello que evoca en nosotros como terapeutas. Apelamos a supervisiones, lecturas e interconsultas de psiquiatría, pero la interrogante acerca de si nuestros esfuerzos serán suficientes puede mantenerse siempre presente. Si bien en todo proceso analítico hay componentes de incertidumbre e impredecibilidad, además de elementos de riesgo y peligrosidad que pueden situarse en el límite entre lo simbólico y lo concreto, cuando se presenta la ideación suicida en el consultorio nos confronta con los límites de la representatividad y los propios aspectos autoagresivos.
A través de múltiples estudios cuantitativos (Dultheil et al., 2019) publicados a partir de los años 60s, se puede apreciar que la prevalencia de ideación e intento suicida suele ser significativamente más alta en profesiones de la salud respecto a otras carreras, especialmente para ciertas especialidades, entre las que destacan aquellas relacionadas al cuidado directo (enfermería), al manejo de situaciones de riesgo (emergencistas, anestesiólogos), y a las de salud mental.
Si bien no contamos con publicaciones que detallen cuantitativamente la extensión y magnitud de este fenómeno en profesionales cuya practica sea específicamente de orientación psicoanalítica, podemos encontrar diversos casos a lo largo de la historia del psicoanálisis, cuyo abordaje puede resultar revelador. Un caso especialmente emblemático, tanto por su cercanía con el fundador como por el tono lúgubre y siniestro que acompaño a su figura y su desenlace, es el de Viktor Tausk, miembro distinguido de la Sociedad Psicológica de los Miércoles.
Nacido en 1879, de origen eslavo, Tausk ejerce la carrera de derecho e incursiona en la literatura, sin mayor fortuna, antes de tener un primer acercamiento al psicoanálisis en 1907, en medio de una profunda depresión, posterior a un juicio de divorcio y un internamiento por una enfermedad pulmonar. En 1908 es acogido por el propio Freud como parte de sus primeros discípulos, recibiendo apoyo económicamente para sus estudios de Medicina y Psiquiatría (Massotta, 1983)
En las minutas de las reuniones de la Sociedad Psicoanalítica de Viena (1967), podemos ver que ya en abril de 1910, años antes de que se publique Duelo y Melancolía, Tausk planteaba que la pregunta acerca del suicidio contiene dos interrogantes relacionadas, pero sutilmente diferentes: la pregunta por el significado del suicidio y la pregunta por el mecanismo psíquico del suicido. Reflexionaba además sobre el papel de la culpa, y hacía referencia a experiencias cercanas, de colegas y compañeros de estudio que habían tenido intentos suicidas, y el papel protector que los docentes habían dejado de tener al desconocer al estudiante como un individuo deseante, inhibiendo el desarrollo de una relación transferencial. En retrospectiva, podemos preguntarnos si en estos planteamientos ya se iba gestando una fantasía de curación que invocaba la participación y reconocimiento de Freud como figura paterna.
Fue reclutado como psiquiatra del frente serbio durante la Primera Guerra Mundial, y a su retorno, publicó diversos trabajos psicoanalíticos, entre los que se destacó el texto “Acerca de la génesis del aparato de influir en la esquizofrenia”, a partir de sus experiencias con la psicosis posguerra, publicado justo antes de su suicidio en 1919. Otro título sugerente de su experiencia en la guerra, pero también de su desenlace futuro, fue “Una contribución a la psicología del desertor”, publicado en 1917. La impactante forma en que llevo a cabo su suicidio, disparándose mientras se encontraba colgado por una soga (una especie de doble suicidio simultáneo), así como las cartas de despedida que escribió en que describía su decisión como fruto de su mayor estado de lucidez, puede dar pie también a interpretaciones sugerentes sobre las dos preguntas que el anunciaba años atrás, acerca del significado de su suicidio y el mecanismo psíquico involucrado.
Pero una controversia mayor se generó a partir de la respuesta de las instituciones psicoanalíticas. Si bien Freud escribió un extenso y sentido elogio fúnebre, sus textos posteriores hacen escasa mención al impacto de este acontecimiento en el movimiento psicoanalítico y en su propia persona. Este episodio es también escasamente mencionado por sus primeros biógrafos, incluyendo la obra de Ernest Jones, designado como biógrafo oficial por Anna Freud. Mucho después, autores como Paul Roazen (1971) retoman la figura de Tausk y acusan a las instituciones psicoanalíticas de intentar silenciar y encubrir este episodio para no perjudicar la imagen del psicoanálisis como disciplina que aún se encontraba en proceso de posicionamiento en el mundo científico y académico. Pero en esta perspectiva, si bien hay un esfuerzo importante por señalar la omisión, se enfatiza el aspecto conspirador y polémico antes que un esfuerzo interpretativo que articule las diferentes respuestas del mundo psicoanalítico, ya sea como parte de enactments, evocaciones contratransferenciales, o el despliegue de mecanismos defensivos de negación o desmentida.
Cada vez que se presentan aspectos de ideación o riesgo suicida en el consultorio, no solo nos confronta de manera individual con los límites de la representación y la contención clínica, sino que también evoca una tarea pendiente del psicoanálisis consigo mismo: integrar, sin negación ni silenciamiento, los actos autoagresivos que han marcado la propia historia. La tarea de metabolizar lo indecible permanece inacabada, tanto en la práctica clínica como en la memoria institucional.
Referencias Bibliográficas
Dutheil, F. et.al (2019). Suicide among physicians and health-care workers: A systematic review and meta-analysis. PloS one, 14(12)
Massotta, O. (1983). Prologo. En: Victor Tausk: Trabajos Psicoanalíticos. Gedisa
Nunberg, H. (1967). Minutes of the Vienna Psychoanalytic Society. Volume II, 1908-1910. Vol. 2. New York: International Universities Press.
Roazen, P. (1971). Freud y sus discípulos. Madrid: Alianza Editorial
World Health Organization – WHO (2025). Suicide worldwide in 2021: global health estimates.
Mg. Daniel Dreifuss: Psicoterapeuta de orientación psicoanalítica. Director de Comunicaciones del CPPL. Docente y Coordinador de la cátedra de Psicopatología.
Con gusto queremos anunciarles que la Federación Latinoamericana de Asociaciones de Psicoterapia Psicoanalítica y Psicoanálisis (FLAPPSIP), se reúne este año en nuestra ciudad, Lima-Perú.
Antes de dar detalles de este evento creo que es importante recordar que el 21 de mayo de 1998, en la ciudad de Montevideo, se anunció la creación de FLAPPSIP, fruto del diálogo y tesón de instituciones de Argentina, Brasil, Chile, Perú y Uruguay[1]. FLAPPSIP nace por el deseo de conocernos, discutir, intercambiar y analizar problemáticas de la región desde una mirada psicoanalítica.
A lo largo de estos años, se ha buscado profundizar el estudio del nexo entre lo teórico-clínico y lo social, comprometidos con nuestra realidad latinoamericana. Es nuestro deseo, desplegar modos de intervención desde el contexto histórico y cultural, con interrogantes que nos convocan a encontrarnos periódicamente en nuestros Congresos cada dos años.
Los Congresos son espacios de expresión amplia y libre, en la que conviven las diversas miradas que el psicoanálisis tiene de la complejidad humana, conociendo así nuestras diferencias, pero sobre todo asombrándonos de nuestras convergencias.
Este año, estamos contentos de que los días 16, 17 y18 de octubre, el XIII Congreso se realiza en Lima, con el nombre de “Eros, Alteridad & Creatividad en tiempos de Asombro. El pulso actual del Psicoanálisis”, con seis ejes temáticos:
Eros entre el deseo y el conflicto.
Alteridad entre la inclusión y el rechazo del otro.
Creatividad: en los límites entre lo perturbador y lo transformador.
Tecnología, subjetividad y nuevos desafíos.
El pulso actual del psicoanálisis y los desafíos actuales.
El asombro en la clínica y en la existencia: oportunidad y amenaza.
A lo largo de todos estos años nos hemos encontrado en camaradería, en afectos, espacios en los que la creatividad prevalece. Es una excelente oportunidad de conocer a colegas de la región con los que compartiremos mesas científicas, discutiremos casos clínicos y, sobre todo, pasaremos momentos muy gratos e incluso lúdicos.
Mg. Liliana Granel: Psicoanalista. Directora de formación académica del CPPL. Docente y Presidenta del CPPL. Coordinadora de la cátedra de Metapsicología.
El 18, 19 y 20 de julio tuvo lugar, en la ciudad de Lima, el XXI Congreso Internacional del CPPL, titulado: “Tensión y Conflicto: psicoanálisis en tiempos de polarización”, organizado de manera impecable, con esmero y dedicación por la Promoción 39, de la mano de su Tutora la Mg. Daphne Gusieff.
Un evento donde el encuentro con amigos y colegas fue muy emotivo, lleno de alegría y, al mismo tiempo, con un espíritu de compartir ideas teórico-clínicas en debates y diálogos alturados, enriqueciendo así el pensamiento psicoanalítico.
Desde Colombia, arribó a Lima el Dr. Fernando Orduz para compartir sus elaboraciones “Sobre violencias y otros demonios”, comentó su ponencia el Dr. Luis Herrera, cuyas ideas avivaron, aún más, la riqueza clínica con un diálogo genuino y profundidad teórica. A su vez, ambos, nos deleitaron con un dueto cantando a viva voz un bolero. Por supuesto, los aplausos no se hicieron esperar y la emoción nos embargó a todos los presentes.
El argentino Dr. Ricardo Rey, también estuvo presente, y nos hizo pensar en los “Objetos enigmáticos y los objetos enloquecedores”; con su experiencia en los conceptos bionianos y sus propias elaboraciones sobre las ideas del Dr. García Badaracco, nos animó a seguir apasionados por el psicoanálisis con una mirada actual a las problemáticas sociales y las que enfrentamos en el consultorio.
Los expositores nacionales fueron de alto nivel, con interesantes y enriquecedoras propuestas y perspectivas, con una invitación a seguir cuestionándonos para mantener un psicoanálisis en continua apertura.
También, tuvimos figuras internacionales que nos acompañaron desde la virtualidad: Dra. Hilda Catz, Dra. Susana Rasinsky, Dr. Mariano Horenstein, Dra. Suely Duék, y la Dra. Mariela Cerioni, con ponencias que nos invitaron a pensar más, escuchar más, a sentir más, dentro y fuera de la relación analítica, para recorrer el camino en una permanente interrogación, el camino de lo narrado por los pacientes, en ese espacio de singularidad que es el Psicoanálisis. Narración también de nosotros, sujetos que estamos inmersos en un contexto de amores-odios, paz-guerra, ilusión-desilusión, esperanza-desesperanza en nuestra época. Y que tratamos, con nuestra comprensión, de dar sentido a nuestro trabajo y a la vida.
Pienso que fue un Congreso donde exploramos los demonios, fantasmas, anhelos, lo impredecible de la vida, los misterios de nuestra existencia tanto dentro como fuera del consultorio. Recorrimos, una vez más, el asombroso laberinto de la mente, lo que cotidianamente hacemos en nuestro trabajo como psicoanalistas, donde el sentir, el experimentar mediante la escucha, abre caminos a un interior muchas veces invisible.
Este Congreso XXI de nuestra querida Institución es muestra de un psicoanálisis que si bien hereda una tradición también propone transformaciones para afrontar los nuevos desafíos teórico-clínicos, para lo cual necesitamos sostener, como lo hicimos en el Congreso, fecundos intercambios que nos permitan seguir cuestionándonos, interrogándonos, y discutiendo sobre lo enigmático y lo ominoso de la vida.
Me gustaría cerrar este texto con dos frases:
“Cuando una cosa no ha sido entendida, inevitablemente reaparece, como un inquieto fantasma que no logra el descanso hasta que el misterio haya sido resuelto y el hechizo quebrado” S. Freud
“La profesión de psicoanalista, para aquellos que se sienten inspirados, es una continua confrontación con lo ignoto, con lo no familiar que cae como una sombra inesperada sobre el espacio familiar de todos los días” S. Resnik
Muchas gracias a todos los participantes por haber sido parte del XXI Congreso Internacional y por ser parte del CPPL.
Entrevista realizada por Giancarlo Portugal Velasco*
“Los patrones relacionales que se han instalado desde siempre no son otra cosa que los modos de gozar de cada sujeto”
Yovana Pérez es psicoanalista asociada de la Nueva Escuela Lacaniana del Campo Freudiano-Lima, y en esta oportunidad nos concede una entrevista para hablar sobre Jacques Lacan. Actualmente, ella dirige un espacio de lectura del Seminario 8: La transferencia. En esta segunda parte del diálogo que les presentamos (primera parte: https://acortar.link/Gy1Awb), Yovana nos aproxima a algunos de los conceptos básicos de Lacan como el goce, el inicio y término del proceso de análisis, y los fundamentos del psicoanálisis. Asimismo, termina comentando su lectura de lo que actualmente se postula como un psicoanálisis sin pulsión.
Otro concepto que también sale como muy a la conversación cuando se habla de Lacan es el famoso concepto del goce ¿Qué es y por qué es un aporte de Lacan?
El goce es la satisfacción de la pulsión. La pulsión siempre se satisface y la pulsión, en última instancia, siempre es pulsión de muerte, pero cuando Lacan habla del goce habla de la satisfacción pulsional que es siempre paradójica. Es siempre paradójica porque comporta un padecimiento, comporta una división, comporta una queja, pero es, básicamente, la satisfacción pulsional. Es algo que no se detiene, es algo que se repite, es algo que no cesa. Entonces es como el sufrimiento que genera la satisfacción pulsional. Hay sufrimiento, pero hay una pulsión que se satisface. Hay satisfacción en el sufrimiento, que es un concepto muy freudiano también. Hay satisfacción en el síntoma, que es aquello que nos hace sufrir. Desde lo coloquial, digamos, el goce es la satisfacción pulsional, esa satisfacción que nos excede.
Entiendo que el goce es como lo que está más cercano al cuerpo, a lo no simbolizado.
El goce siempre es en el cuerpo. La pulsión es algo que habita un cuerpo. El goce no está en lo simbólico. Al goce se le indica, al goce se apunta, se alude, pero el goce no es algo que necesite pasar por una interpretación. El goce, porque cuando hablamos de pulsión, hablamos de cuerpo, hablamos de orificios, hablamos de zonas erógenas, de fijaciones. El goce es eso.Y es la pulsión, digamos, que en su trayecto, en su trayecto que va buscando, en su trayecto de búsqueda hacia el objeto, se satisface siempre.
Y este desarrollo sobre el goce, ¿en qué etapa de Lacan se encuentra? ¿En el Lacan temprano, en el medio, en el último?
En todos los ‘lacanes’ hay una concepción del goce, solo que va cambiando. Como te decía, en algún momento, en un primerísimo Lacan, el goce estaba en lo imaginario, en la inercia de lo imaginario. Digamos, por ejemplo, la transferencia en esa época pertenecía a la dimensión del imaginario y era situado como un obstáculo, porque la intención del analista era la simbolización, pero aquello que le hace obstáculo a la simbolización es la identificación imaginaria. Entonces, Lacan colocaba el goce ahí en un primer momento. En un segundo momento colocó el goce, bueno, la significantización del goce que sería el segundo momento de la enseñanza del Lacan sobre el goce. El goce estaba más equiparado al deseo, el goce estaba más equiparado a la pulsión, pero esto siempre tenía o podría tener una traducción simbólica. Esto siempre podía ser tocado por el significante. Después, Lacan empieza a hablar del goce como la cosa, Seminario 7, Das Ding, como aquello que está más allá del lenguaje y a lo que no se accede nunca. La cosa, ese objeto perdido, ese goce masivo, ese goce que nos horroriza. Entonces, después lo vuelve a atraer a una especie de conjunción cuando habla del goce localizado en el objeto a. Después habla del goce en el mismo lenguaje. Termina diciendo que el lenguaje es una forma de goce. O sea, él habla mucho del goce, lo dice de muchas maneras. En algún momento llega a decir que el lenguaje ya es un aparato de goce. La langue, ese concepto que se introduce en el Seminario 20, es una dimensión de la lengua que no está hecha para comunicarse, que está hecha para gozar. Entonces, el lenguaje es un aparato de goce. Entonces, el concepto de goce siempre ha estado presente, pero ha variado muchísimo o han coexistido una forma de verlo con otra, pero primero podría estar en el imaginario, después podría estar más pegado a lo simbólico, después disyunto, completamente fuera del sentido. Plantea siempre conjunciones y disyunciones. A veces el goce está en conjunción con el lenguaje, a veces está en absoluta disyunción. Termina diciendo que, bueno, su paradigma final, en el ‘no hay relación’, ‘no hay relación sexual’, no hay relación entre el sentido y el goce, no hay relación entre significante y significado, el goce es lo que está completamente por fuera. Es bastante complicado, pero lo que quiero decir es que hay diferentes maneras de abordarlo; según él fue trabajando, lo fue situando de una u otra manera.
Siendo tanta la variedad interna de la obra lacaniana, ¿es posible hablar de un sistema lacaniano o hay diferentes sistemas lacanianos? Creo que puedo parafrasear mi planteamiento preguntando si existe una pregunta transversal a toda la obra lacaniana.
Yo creo se puede hablar de la pregunta lacaniana por lo real, por eso que está más allá del lenguaje ¿cómo situarlo? ¿cómo matematizarlo? En un primer momento, o en muchos momentos, quizás en algunos más que otros, había una intención más cientificista: llegar al matema, llegar a la lógica. Al final dice que no hay matema posible sobre lo real porque no hay relación sexual. Probablemente yo respondería a esa pregunta diciendo que lo que podría transversalizar la obra de Lacan es esta pregunta.
Otro concepto que mencionaste es el objeto a ¿Qué sería este‘objeto’?
El objeto a también ha tenido varias transformaciones. El objeto a, vamos a ponerlo así de una forma muy sencilla, podríamos decir de alguna manera que el objeto a son las fijaciones freudianas. Freud hablaba del concepto fijación (fijación oral, fijación anal), podríamos ver el objeto a desde ahí. El objeto a – te había explicado hace un ratito que, cuando el sujeto constituye su fantasma, recorta un objeto, un objeto del cuerpo, ante la falta de objeto, ante la castración del otro, ante la pérdida del otro, ante este goce perdido – emerge como un goce posible de ser recuperado. Por eso se le llama un plus de gozar, un plus de goce. Ante este goce que se pierde – porque emerge ante este vacío de la estructura – a ese vacío llega un objeto a, que es una elaboración del sujeto sobre su propio modo de gozar: yo gozo oralmente, yo gozo analmente, me marcó la mirada, me marcó la voz, etc. Es ese objeto causa del deseo, que se constituye ante esta pérdida ante la cual nos confrontamos.
Y que nunca se puede satisfacer, ¿verdad? Entiendo yo que es algo a lo que se apunta pero a lo que nunca se llega.
El objeto a se puede indicar en un análisis: cuando en el análisis hay una sinfonía de objetos que parecen todos, la relación con la mirada, la relación con la voz, la relación con lo oral, etc. Digamos, no se trata de llegar al objeto, se trata de ir un poco más allá, a ver si es que lo puedo decir bien, se trata de ir un poco a ese real que está más allá del objeto. Porque finalmente Lacan terminó diciendo que el objeto era semblante del real, que el objeto no era lo real. En el seminario 20, Lacan dice eso, o sea, aparentemente, en algún momento, el objeto captura algo de lo real, algo del goce. Y sí, efectivamente algo del goce hay, semblante de real. Entonces, no se trata tampoco de circunscribir un objeto, de revelarlo, de indicarlo, hay que ir un poco más allá, a ese puro acontecimiento del cuerpo, digámoslo así. Entonces, la pregunta era, si al objeto nunca se puede llegar… el objeto es una elaboración, es una elaboración que está en el fantasma. Cuando el fantasma, digamos, se deconstruye, o cuando el fantasma se revela, o cuando el fantasma se tambalea – da igual cuál sea el verbo – claro que hay algo del objeto que entra, que adquiere una cierta relevancia, y claro que hay algo del objeto que también sufre una suerte de impacto por la operación analítica, esto sí, hay algo que sí se presenta del objeto, pero el fin del análisis no se trata de llegar al objeto, se trata de ir a esa satisfacción pura, sin parar.
Entrando a la parte clínica, tú mencionabas que en la teoría lacaniana hay como una claridad de cómo empezar un análisis y cómo termina, eso me pareció interesantísimo.
Sí, el cómo se ingresa está de manera muy bien situada, que a la larga eso siempre está sancionado por el analista, es el analista quien dice esto es una entrada en análisis, que tiene que ver primero con que haya un efecto sujeto. El sujeto se tiene que dividir y tiene que asumir, o tiene que percatarse, o tiene que ubicarse en la posición de la histeria, o sea, hay algo que me determina, hay algo que me interpela, hay algo que me hace preguntar, hay algo que está más allá de mí y que se atraviesa en las miras de mi yo, y eso tiene que ponerse en la transferencia, digamos, esa relación con la pregunta. Esa relación con el síntoma, esa sintomatización tiene que ponerse en la transferencia, el analista tiene que entrar en la escena del sujeto. Entonces, digamos, hay otras cuestiones más, obviamente, pero una entrada en análisis se produce cuando algo de esta operación de división subjetiva en transferencia ocurre y hay una primera sesión de ceder de goce, o sea, el sujeto cede algo en su goce en nombre del análisis, o cede algo en su goce, como en cualquier movimiento. Este síntoma se lleva a la transparencia.
¿Y cómo se termina el análisis?
Hay varias teorías del fin del análisis en Lacan. Te voy a hablar de la primera y de la última. Recordemos que el fantasma es la inercia fundamental del sujeto, impronunciable. Por ejemplo, en el texto Pegan a un niño, el paciente de Freud – que era su hija – dice ‘no sé más’. Así, contruye una ficción. Se puede hablar de un desanudamiento entre fantasma y goce, eso es el atravesamiento del fantasma. Así se le nombra de una manera mítica, llevarlo a un último axioma que arriba a ese significante Uno que es organizador. Allí se obtiene un saber del sujeto sobre la forma que él eligió para responder a la castración del Otro. Entonces, se le quita investidura y el objeto a cae. De esta manera, se devela la castración del Otro y la propia castración, porque ‘el otro no está completo y yo tampoco’. Este es un nivel muy avanzado del análisis, donde ya no se cuenta con el fantasma, con este guión, un momento muy doloroso; es un momento donde el sujeto tambalea porque no hay un guión que no sea ficticio. Sin embargo, lo real que hay en el fantasma no es equivalente a todo lo real. Aquí pasamos a la última versión que es la identificación al síntoma (de 1976), aquí entra el pase. En este momento, ya lo central no es cómo se atravesó el fantasma, sino cómo el sujeto cambió en relación a ese real fijo, esa fijación freudiana, eso que no cambia nunca, su modo particular de gozar. El sujeto está más allá del objeto a, un goce opaco, un goce que no estaba condensado en el objeto a. Este goce no está atrapado en la burbuja del objeto a, no está en el fantasma, está deslocalizado, es un exceso, un ‘más’ de goce. Allí Lacan inventa el concepto del sinthome – una extensión conceptual del fantasma -, es ese sinthoma que es el fondo libidinal, esa economía libidinal que está siempre debajo todas las formaciones del inconsciente, en el cuerpo. Entonces, el inconsciente reconstruye una historia, luego viene una reducción del inconsciente, del síntoma, y encontramos una emergencia, porque el fantasma siempre tiene un goce impregnado de sentido, pero después, se encuentra un goce que está completamente fuera del sentido. Desde esta perspectiva última, es una ganancia de saber ligada a ese goce, no a ese objeto que fuimos para el Otro, sino a ese goce opaco que no está atrapado por ningún significando. Esto es una identificación al síntoma: no se atraviesa, a diferencia del fantasma, es el síntoma fundamental con el que tenemos que vivir, con el que tenemos que saber hacer con ese síntoma. En este caso hay una investidura: ‘yo soy como yo gozo’, ‘mi modo de gozar irreductible’ sería la forma singular de estar en el mundo. Puede decirse que, la única verdad se halla en el cuerpo, en la marca que la lengua dejó en el cuerpo como síntoma fundamental y este saber genera satisfacción. Miller dice ‘uno está más confortable en su miseria’.
Otra cosa que es bien llamativa en la clínica lacaniana es el asunto de que las sesiones no tienen un tiempo determinado¿Cuál es el motivo de esto?
La sesión corta es… lo voy a explicar desde cómo lo explica Miller: la experiencia de lo real, es una forma de perturbar la defensa, de perturbar la resistencia. O sea, la dimensión simbólica del tiempo, ese tiempo que se cuenta, puede ser una dimensión que juegue a favor de la resistencia, que juegue a favor o de no decir nada o decirlo todo los dos últimos minutos, o el hablar, hablar, hablar para no decir nada. Entonces la sesión corta es una maniobra que va contra eso. Y, digamos, poner unos puntos suspensivos. El sujeto dice algo, se corta la sesión, se ponen los puntos suspensivos como para ver qué se produce, qué se produce a partir de ese corte. Pero para decirlo de manera sencilla, es una manera de perturbar la resistencia, que la resistencia no se esconda detrás del tiempo simbólico, o de lo simbólico del tiempo, es introducir la dimensión real del tiempo, digamoslo así, aquello que puede aparecer en cualquier momento, aquello del orden de lo inesperado, aquello del orden que te estremece y que te sorprende.
Tengo entendido que Lacan dice algo así como ‘el analista se autoriza a sí mismo’. En ese sentido, por ejemplo, hay esta idea de que el análisis de un psicoanalista no tiene por qué ser diferente al análisis de una persona que no quiera ser psicoanalista, que tiene que ser exactamente el mismo, que el análisis didáctico no existiría. Así, no hay nadie que te autorice a poner tu diván o a no poner el diván, sino que es algo que el propio formando decide. ¿Esto es así? ¿Por qué? ¿Cuál es la lógica?
Yo creo que tiene que ver con el hecho de que finalmente no eres analista porque te dan un cartón. No eres analista porque estuviste 5 años analizándote tantas veces por semana. No eres analista porque perteneces a una sociedad y tienes un reconocimiento. Ese no es el analista. El analista se autoriza a sí mismo. No es que yo tampoco diga ‘mañana me voy a autorizar a ser analista y voy a poner mi diván’. Es algo que tiene que ver con un deseo, con el deseo de analizar. Y bueno, fundamentalmente, el recorrido de un análisis, cuando se lleva a término hasta el final, produce un analista. Una cierta relación diferente con el análisis. Es una decisión en soledad, en la soledad de tu deseo. No es una nominación que venga desde el Otro. Claro, hay nominaciones en la escuela, hay diferentes analistas miembros de la escuela, pero eso es otra cosa. Es una nominación que emerge desde tu propio deseo, no tanto desde una designación externa.
Y finalmente, para ya ir cerrando, Yovana, no sé si tú has tenido contacto o has sabido que existe un psicoanálisis relacional que, en algunas versiones (como la newyorkina) descarta conceptos como la pulsión o incluso la transferencia. Incluso algunos dicen que, bueno, es innecesaria una metapsicología¿Tú crees que hay psicoanálisis más allá de la pulsión, por ejemplo? ¿El psicoanálisis puede prescindir de este tipo de elementos o eso ya deja de ser psicoanálisis?
El psicoanálisis no existe sin transferencia. No se puede concebir un trayecto analítico que a veces dura 10, 15 años y no está sostenido por la transferencia. La transferencia, primero, como suposición de saber. Se le supone un saber analista que en realidad es, digamos, una ilusión porque es el inconsciente el que sabe. Pero bueno, eso se le transfiere al analista y no se puede concebir un psicoanálisis si no hablamos de pulsión porque el psicoanálisis transcurre en un cuerpo. Entonces, los patrones de conducta, los patrones relacionales que se han instalado desde siempre no son otra cosa que los modos de gozar de cada sujeto. No es otra cosa que eso. Los modos de gozar de cada sujeto, cómo cada sujeto goza haciéndose excluir, haciéndose golpear o golpeando. Son modos de gozar donde está implicada la pulsión y donde está implicado el objeto, obviamente. Y la transferencia va a aparecer, lo quieras o no lo quieras, se va a presentar. Porque es parte del dispositivo. El inconsciente se dirige a un Otro, es un mensaje para el Otro. Es decir, es parte del dispositivo y las apariciones de las transferencias en las relaciones terapéuticas pueden ser muy perturbadoras y pueden ser muy complicadas. Cuando no se tiene en cuenta la noción de la transferencia, ocurren pasajes al acto. Yo no estoy diciendo que eso haya ocurrido en esta vertiente, de verdad no sé ni cómo operan, pero documentación acerca de cómo la transferencia emerge, te guste o no, hay de sobra: está Jung, por ejemplo, cómo se perdía en la transferencia. Es inconcebible. Entonces, los patrones relacionales, o sea, estos esquemas, estas repeticiones conductuales son nuestros modos de gozar ¿Y cómo vas a ver eso sin un cuerpo? No sé ¿Y cómo no va a estar implicado el cuerpo? Un análisis que no toque al cuerpo es un análisis que no funciona, te tiene que tocar el cuerpo, tiene que producir algo en el cuerpo. La gente se desarma, la gente hace síntomas, nuevos síntomas. Y bueno, la transferencia es un fenómeno que nadie se lo inventó; no se lo inventó Freud, se le presentó. Y antes de Freud se le había presentado a Breuer, lo que vimos en el Seminario 8 con esta chica, Anna O., con un embarazo histérico. O sea, Breuer ni sabía que eso existía, ni lo negaba, ni lo aceptaba, pero se presenta, se presenta también con el médico, se presenta. Entonces, bueno no es psicoanálisis, definitivamente, si prescinde de los conceptos fundamentales y los cuatro conceptos fundamentales del análisis – decía Lacan – son el inconsciente, la pulsión, la transferencia y la repetición.
Manuel Maldonado, psicoterapeuta psicoanalítico, miembro del Equipo de Atenciones del Dpto. Freud, egresado de la formación psicoanalítica prom. 29.
El fin de semana pasado, la comunidad del CPPL celebró un nuevo congreso. Esta es una actividad en las que congregamos a alumnos, exalumnos, docentes e invitados internacionales, con la intención de pensar e imaginar aspectos de la vida humana que, difícilmente, conseguimos capturar en palabras, en un esfuerzo de comenzar a decir aquello que todavía no sabemos cómo decir: un acto que viene en un grupo, un pensar juntos.
Pensar aún sin respuestas, haciendo esfuerzo para alojar el hecho mismo de aún no tenerlas. En un tiempo donde las ideas pretenden ocuparlo todo —pretenden regirlo todo— recordamos que también las ideas pueden volverse tiránicas. Que la racionalidad, cuando olvida su raíz en lo incierto, en lo afectivo, en lo trágico, despoja a la vida de su aliento.
Durante el evento aparecieron muchas preguntas que me impresionaron por importantes sobre cómo distinguir una idea nueva de una repetición muerta, o sobre cómo saber si lo que aparece es acto creativo o fantasma del pasado. Preguntas sobre cómo, por momentos, los gestos de novedad pueden volverse formulaicos, pero como a pesar de ello no dejamos de intentar entender y participar de estos actos creativos.
“Los vínculos curan”, escuchamos una y otra vez, en salas distintas, en tiempos cruzados. Frase que, me impresionó, marcó el tono de este encuentro. Vínculos que no solo reparan sino son fuente de dolor y sufrimiento. Un momento especial del congreso ocurre cuando la sala entera canta un vals peruano (siguiendo el canto de los panelistas) y de pronto la melodía compartida nos transforma en un cuerpo y un mensaje colectivo: “solo se odia lo que se ha querido”.
Estas notas sobre el amor luego abrirán paso a nuevas preguntas: si el amor todo lo vence, ¿significa eso que estamos llamados a amar incluso aquello que nos hiere, que nos reduce, que nos humilla? ¿Debemos ser tan magnánimos? ¿Hasta qué punto el credo del amor no se convierte en una trampa, una que legitima la entrega incluso al verdugo?
Y en ese filo aparece la perversión: no solo como forma de transgresión, sino como configuración que inventa un orden a medida del narcisismo, y que excluye todo lo que no cabe en su espejo. Un perverso que requiere cómplices —a veces ingenuos, otras tantas fascinados— que sostengan la ficción compartida.
Por momentos las ponencias adquieren un tono preocupante, urgente: señalan un estado de cosas actuales de sumo peligro, de dinámicas que giran en torno al engaño, de padres que cumplen con lo mínimo pero que no consiguen otorgar un plus que permita la emergencia de un adulto capaz de asumir responsabilidad y cuidado sobre otros. Adultos padres que proveen lo necesario para sobrevivir, pero no lo vital para impulsar el deseo y la imaginación; un estado de cosas en donde notamos la población más joven de nuestra sociedad en riesgo continuo de caer en vacíos, en desesperanzas, en tragedias ante la ausencia de figuras adultas con fuerza suficiente para sostener el lugar de la ley y la ética adulta. El adulticidio —complementario al infanticidio— se consuma cuando nadie se pronuncia, cuando nadie puede sostener la agresión transformadora, cuando el odio queda sin lugar y se vuelve violencia.
Lo vemos en padres que quieren ser amigos. Y en adolescentes que —en su desesperación— buscan padres, no para obedecerlos, sino para tener algo contra qué definirse, algo que permita interrumpir la voracidad del vacío. Algo que no sea solo consumo, sino contención.
Pero en este evento también encontramos un poco de luz, de voces que llaman a la restitución: de la función adulta, de la palabra como acto ético. Trabajos que apuestan por el esfuerzo necesario para reabrir conflictos y no sofocarlos. Una comunidad que, en lugar de idealizar lo inmediato, lo juvenil, lo ilimitado, apuesta por una esperanza adulta: la de poder alojar el dolor, sostener la diferencia, donar tiempo. Personas en un trabajo que invita a participar no solo en la búsqueda de respuestas, sino también en nuestra habilidad para acompañarnos mutuamente con las preguntas que hacemos y abrimos. En el tejer palabras que intentan brindar cuidado y escucha abierta, disponible.