Un lugar y forma nueva
Carolina del Castillo Díaz. Egresada XXVIII.
Pasados ya más de 90 días desde iniciada la cuarentena en nuestro país, pienso cada vez más en estos últimos meses como etapas o fases. Haber pasado por la inevitable sorpresa inicial de la llegada del virus y el súbito cambio de nuestro día a día, luego el miedo al contagio, la angustia por no saber qué pasará, también la rabia ante toda esta situación y dando paso al duelo por lo perdido o lo que se perderá. Pero ahí no queda todo, porque el mundo sigue, nuestra práctica psicoanalítica también y lo único constante ahora es el cambio.
Inevitablemente pienso en las discusiones en congresos, jornadas o supervisiones, en las que se ponía en tela de juicio la efectividad de la psicoterapia de manera virtual; y ahora es la nueva modalidad. Ante esta situación, espacios como “La clínica del acontecimiento” ayudan y nutren para pensar y procesar en grupo los cambios que estamos afrontando en la práctica clínica con pacientes. Como Eitan Gomberoff mencionó, es hacer lugar donde no lo había.
En mi opinión, es todo un reto que nos fuerza a adaptarnos muy rápido y puede verse incluso como una oportunidad para utilizar todos nuestros recursos y creatividad para facilitar posicionarnos en esta forma nueva en el encuentro virtual con nuestros pacientes. No es el consultorio físico al que estábamos acostumbrados, pero tampoco es una situación absolutamente nueva porque hay algo que se mantiene: el vínculo. De lo que he ido encontrando en estos meses podría mencionar que es básica la disposición del paciente y respetar sus tiempos. Ayudó conversar previamente con cada paciente sobre los nuevos encuentros, donde las sesiones duraban lo mismo, pero se daban en un espacio diferente. Asimismo, explicar la importancia de ubicarnos en un lugar que sea lo más privado posible, libre de bulla, con buena conexión, etc. Las mayores sorpresas se fueron dando con los adolescentes y niños, en especial, los últimos, quienes con la frescura que los caracteriza desde el inicio me fueron guiando a una nueva forma de juego, combinando los materiales concretos con el uso de pizarras virtuales, buscando invitarme galletas o pasarme plastilinas por la pantalla. Pude sentir la emoción en sus miradas al ver nuevamente sus cajas de juego por la pantalla. Mucho podría decirse sobre estos nuevos encuentros que están en movimiento, para lo cual la comunicación constante con nuestros colegas y espacios de intercambio en nuestra institución son fundamentales. Si bien mucho está cambiando, la calidez y cercanía afectiva con nuestros pacientes se mantiene.
Hay quizá otras problemáticas sobre las que podemos ir pensando algunas cosas. Me viene a la mente una paciente con quien la presencia a través de una pantalla la lleva a encontrarse más bien con la ausencia de una forma desgarradora. A partir de esto se desatan procesos de duelo por una figura importante que perdió en su infancia y lo presente que ha sentido a su padre a partir de lo ausente que estuvo desde siempre. Una paradoja dolorosa que ahora se repite en el encuentro conmigo y que permite empezar a elaborar un duelo que parecía como detenido, congelado. El mundo tal como lo conocíamos ha desaparecido, sigue siendo el mismo y a la vez es absolutamente ajeno. ¿Cómo habitarlo e intentar ciertas coordenadas que permitan sentir que no se interrumpen todas las continuidades?
La repentina y disruptiva aparición de una enfermedad infecciosa que superó las –ahora sabemos- precarias barreras de previsión, se insertó en nuestra cada vez más eficiente y global red comunicacional y no tardó el COVID 19 en hacer presente su sombra -con su cuota de sufrimiento y muerte- en los espacios de vida que bajo la denominación de públicos los habíamos adoptado como propios. El afuera de la muerte masiva, propio de las guerras y catástrofes que podíamos conocer solo por las noticias, irrumpió en nuestras vidas y nos recluyó en nuestras casas.

La pandemia nos ha impuesto, una forma de comunicación, de aproximación a los otros desde una pantalla, desde un audio, desde imágenes, los sujetos no hemos elegido comunicarnos así, solo no nos quedó de otra, y si bien es cierto nos ha ayudado a mantenernos en contacto, siento que nos estamos perdiendo de mucho, sobre todo los adolescentes, desde los diversos espacios donde solían socializar.

