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Una reflexión sobre la relación entre la teoría y la clínica

Lic. Verónica Zevallos – Psicoterapeuta psicoanalítica 

La relación entre la teoría y la práctica nos suele remitir a una línea con dos vectores que va de la teoría a la clínica y viceversa, siendo considerada la práctica clínica una aplicación de la teoría lo cual limita a ambas partes de la relación porque excluye el mutuo enriquecimiento.

El psicoanálisis se inició como una práctica instituyente de un pensamiento inédito para la época que dio una nueva forma de imaginar el funcionamiento psíquico y con ello abrió un campo nuevo, así el encuentro de Freud y la histeria fue la semilla para la reflexión psicoanalítica y la riqueza conceptual que Freud se dedicó a investigar con agudeza inspiradora generando un movimiento dialógico y de mutuo enriquecimiento entre la teoría, la clínica y la técnica. Al igual que en la dinámica transferencia-contratransferencia se produce una multideterminación constante entre aquellos tres espacios; es decir, la clínica va más allá de la intención de la teoría por abarcarlos. Sobre este punto Green piensa que “Podemos intentar acomodarlos a nuestros supuestos teóricos, pero algo obstinado y tenaz en ellos nos hace saber que no dependen totalmente de nosotros”.

Reconocer que situar en un lugar privilegiado a la teoría, como el tótem que organiza la clínica y que desde ese punto se oscila a la clínica y a la técnica, equivale a renunciar a los efectos de la producción de múltiples sentidos que se desprenden en la transferencia.

En la dimensión histórica del psicoanálisis la teoría y clínica resulta ser a la vez interior y exterior, confluyen, y de esa confluencia el psicoanálisis sortea los impasses clínicos y se libera del reduccionismo teórico que motiva la permanente búsqueda para reformulaciones teórico-técnicas frente al desafío clínico que posibilita la renovación del psicoanálisis, “una extensión del campo clínico y una reformulación de los fundamentos metapsicológicos”, como dice Fernando Urribarri en Hacia el futuro del psicoanálisis.

La teoría surge de una experiencia que se cristaliza en el pensamiento derivado de la clínica, la experiencia psicoanalítica excede los constructos teóricos dado que en la sesión entre terapeuta y paciente se cruzan miradas, respuestas corporales, en fin, es un encuentro repleto de detalles singulares que puede ser dejados de lado por la razón teórica. Es por ello que, a mi manera de ver, establecer que entre la teoría y la clínica hay una relación o se da un desplazamiento natural de una a la otra o, por último, situar a alguna en un lugar privilegiado no es apropiado para comprender dicha dinámica que inició Freud: un psicoanálisis cada vez más plural y complejo. El psicoanálisis es más cercano a ser pensado como un territorio, parafraseando a Heidegger, en devenir clínico y construcciones teóricas que acontecen al psicoanálisis, es decir es el encuentro con lo inédito que hasta ese momento no se puede nombrar, lo cual exige un esfuerzo al terapeuta de domeñar o cabalgar sus angustias despertadas en la transferencia para seguir la fórmula de Picasso: “yo no busco, encuentro”.

Es por ello que en el psicoanálisis convergen diferentes teorías, amplitud en la clínica y la técnica que emergen producto de una crisis en el saber constituido y que, desde Freud, el deseo de encontrar otras explicaciones y otros saberes, lo impulso a hacer una lectura nueva con otros parámetros alejados de antiguas concepciones, que requiere sostener la tensión que demanda ese encuentro con otras ideas sin caer en la tentación de explicarlas con lo ya sabido.

Charles Brenner afirmó “Las teorías psicoanalíticas dependen de los datos de observación que derivan de la aplicación del método psicoanalítico. Estos datos no son accesibles de ninguna otra manera que no sea por la aplicación del método. Eran esencialmente desconocidos antes de que Freud desarrollara el método analítico y aún lo serían sin él”.

 

 

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