Más de 40 años al servicio de la salud mental

Desde el último cuarto

Pedro Morales – Médico Psiquiatra y Psicoanalista.

 

Arribado ya a mi último cuarto de vida, creo poder compartir algunas reflexiones útiles para quienes están comenzando el camino, sea en cuanto a dedicarse al ejercicio de la psicoterapia, cualquiera que sea su modalidad o, incluso, simplemente para aquellos que tendrán que lidiar con la vida misma y sus vicisitudes.

Lo primero a tener en cuenta es que se requiere de una verdadera y arraigada vocación de servicio, la búsqueda del bienestar del prójimo como fuente de satisfacción, en el terreno de la actividad terapéutica, viene a constituir nuestra prioridad, por encima de cualquier interés de tipo teórico técnico o científico o económico. La importancia de una buena formación, es que nos da herramientas para conocer al semejante, emplear procedimientos útiles para manejar una relación delicada como es la que establecemos con el paciente. Es, sin embargo, el terreno del trabajo personal el que nos abrirá las puertas a esa herramienta fundamental que es la asociación libre, condición a la que accederemos cuando hayamos podido auto observarnos de forma tal que nuestras asociaciones no encuentran dificultad para identificar las emociones que subyacen a nuestra propia motivación y la del semejante.

Adicionalmente al trabajo analítico personal, son las supervisiones el terreno donde podremos ampliar la mirada de nuestra interacción con el paciente y, acaso, ubicarnos en el nivel de apertura al que hemos llegado en el devenir como terapeutas. La relación terapéutica implica una compleja trama de interacciones emocionales por lo que, además de requerir de una particular sensibilidad y capacidad empática, requerimos también de haber aprendido a sostener el equilibrio emocional propio, la regulación de nuestras propias emociones redundará en la ayuda regulatoria emocional para con el paciente.

Lo anterior tiene mucha relación con el concepto de alianza terapéutica, espacio desde donde algo que llamaremos intimidad, va tejiendo la trama de confianza necesarias para el devenir liberador e integrador de los protagonistas de la experiencia. En los últimos años, a raíz de mi acercamiento a las neurociencias he encontrado que el enfoque vincular es lo que más nos acerca a la naturaleza del ser. Nacemos programados para establecer lazos afectivos y, lamentablemente la “civilización” va alejándonos cada vez más de nuestros patrones básicos emocionales, haciendo que fracase de manera creciente la realización de nuestros mandatos como especie.  En lo que nos toca, encontramos personas con severas fallas empáticas, armados para la vida, básicamente sobre la base de mecanismos de organización reactivos o de defensa, en principio, desconectados emocionalmente de sí mismos. En tanto así, nuestra tarea consistirá en mucho en sostener la dinámica de un vínculo mutuamente estimulante, que desde sí mismo vaya ampliando las posibilidades de confianza en la expresión y el logro de una mayor conciencia de lo que va emergiendo.

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