Lic. Fanny Eliana Ludeña – Psicoterapeuta en el CPPL de Pareja y Familia
Este escrito más que una despedida es una bienvenida a Anita al sitial de lo memorable, de aquello que hace historia, dándola a conocer como persona y terapeuta, y hoy es la figura que nos deja un precedente que puede aliviar y dar esperanza a otras personas sometidas a sufrimientos inútiles, que hacen que realmente no tengan una “vida”.
Anita era alegre, sonreía a menudo, siempre activa, sociable. Tenía un trato amable y delicado, vestía siempre elegante, combinaba tonos suaves de colores, llevaba el cabello largo, suelto y brillante, en resumen era la imagen de una persona que se cuidaba con cariño. Hacía reuniones alegres en su departamento, era conversadora y atenta, vivía con su gato Amaro, al que quería mucho y al que tuvo que renunciar. Cultivaba amistades significativas, sus amigas la aman con admiración, respeto y siempre la acompañaron.
Anita llegaba temprano a trabajar. Una vez, contaba animada su entrevista con el alcalde de Miraflores para solicitar rampas para sillas de ruedas en las calles, años antes que se diera esa ordenanza en Lima.
Tomaba fuerza para expresarse cuando había algo que le sonaba contradictorio ó absurdo, siendo perspicaz daba su opinión, era aguda en sus comentarios, hablaba con seriedad y argumentos. Era libre de decir lo que pensaba y sentía, sin ser condescendiente. Solidaria siempre, muy sincera, podías preguntarle algo que otros podían evadir responderte.
En las supervisiones de casos en grupo, cuando tomaba la palabra la escuchábamos con respeto y con cierta tensión de que nos observara algo; sus apreciaciones eran iluminadoras, con sustento teórico y daba con frecuencia un punto de vista de su propia contratransferencia, con finas interpretaciones. Presentaba sus casos por escrito, lo hacía con una grabadora de voz, tecnología nueva en ese entonces. Es decir se desempeñaba con naturalidad, sorteando lo que podían ser dificultades.
Confiaba en derivarle pacientes que necesitaban empoderarse en sus vidas ante desavenencias con sus parejas y familiares. Complicados y pesarosos eran algunos casos, y Anita con gran compromiso hacia sus pacientes sabía transmitirles algo, no hay una palabra que pueda describir lo que transmitía, en realidad las palabras se quedan cortas para describir lo que algunos dicen energías, vibras.
Yo me sorprendí a mi misma despertándome de madrugada para hacer anotaciones a este escrito, que ya había avanzado apenas me lo pidieron, no es mi estilo, me dí cuenta que lo inicié “al toque”, y eso de madrugar no suelo hacerlo, y entonces me doy cuenta que es la influencia de Anita, lo que ella transmite. Me hace bien recordarla y también da valor. Es así que decidí escribir a pesar que un familiar me dice, ten cuidado, es un caso que ha generado controversia, te “funan” por Internet. Y es que en la cultura popular, puede ser incomprensible su hazaña, el hecho de poner la dignidad y libertad de decidir como seres humanos en nuestra vida y muerte por encima de normas rígidas y paradigmas.
Ana siempre fue libre y muy lúcida, y cuando ya no pudo trabajar, ni aportar más, postrada, parecía que se apagaba su luz en el olvido, pudimos ver cómo ella más bien cobró más fuerza con su voz y mensaje, y firme decisión final, siendo noticia a nivel mundial, convirtiendo su lucha en un hito en la historia del Perú, como reconoció la Defensoría del Pueblo.
Gracias por su vida y su legado.
Vuela alto eterna Anita.