“No se puede concebir de antemano lo que va a suceder, porque es algo no vivido”
Entrevista a Verónica Zevallos, psicoterapeuta psicoanalítica del CPPL
Por Giancarlo Portugal
En la presente edición de Asociación libre entrevistamos a la psicoterapeuta psicoanalítica Verónica Zevallos D’Brot, quien es egresada de la promoción V de la Escuela del CPPL y es actualmente profesora del curso Psicoterapia psicoanalítica vincular de pareja y familia. Justamente, la presente conversación se ha centrado en presentar este enfoque vincular y cómo es un aporte latinoamericano que, contrario a lo que podría pensarse, también es aplicable a la clínica con un solo paciente.
La teoría vincular es un aporte latinoamericano a la tradición psicoanalítica ¿correcto?
La teoría vincular parte de Argentina con Janine Puget e Isidoro Berenstein, por eso se le llama teoría latinoamericana. La relacional es norteamericana, pero a pesar de que ambas son intersubjetivas y que parten de Freud, también, tienen aspectos sustantivos que las hace diferentes. En lo vincular no es que yo estoy acá y tú allí, nos relacionamos, y después yo me llevo esto y el otro lo suyo. No, sino que emerge del estar con otro. No es diferenciable decir ‘yo’ y buscar mi esencia porque soy yo frente a un tú claramente diferenciado, de todas maneras nosotros nos vamos haciendo con otros. Entonces, cómo se puede decir ‘este es mi yo auténtico que nadie ha entrado’, no, no se puede hacer eso. Desde la teoría vincular se cuestiona esa idea de identidad, por ejemplo, y que no hay una posición en términos del lugar de un individuo que está acá y otro que está allá, sino que se usa el término ‘vincular’ como un artilugio para evitar esa medida que da a lugar el lenguaje.
El psicoanálisis se asocia, desde su nacimiento, a la idea de un solo paciente en la clínica. Desde su origen esa era la figura, pero luego ha habido innovaciones teóricas y prácticas, donde ya se incluía no solo el cambio en la frecuencia, sino si había o no diván por ejemplo. Incluso, sobre las interpretaciones si es que eran transferenciales o extra-transferenciales. Una de esas innovaciones era si era posible tener a más de una persona en el consultorio ¿Es realmente posible psicoanalíticamente?
A partir de una solicitud espontánea de una paciente que era de Janine Puget, que la dejó de ver y luego la paciente le pidió tener terapia con su propio esposo fue que aquella inició la terapia de pareja. Luego, se sumó Berenstein. Al principio empezaron con conceptos conocidos del psicoanálisis, estirándolos un poco y tratando de aplicarlos, que enganchen tal cual, pero la sesión individual es distinta a la sesión de pareja. De esto se fueron dando cuenta poco a poco. Eso implicó la necesidad de crear otros conceptos y otro entendimiento, buscar otro punto de partida: pasar de lo intrasubjetivo a lo intersubjetivo. Desde las bases del psicoanálisis es que parte lo vincular. Lo que pasa es que ya no se extiende el psicoanálisis individual hacia lo vincular, sino que enriquese a lo vincular. Lo vincular es el borde, no lo complementa, sino que lo excede al psicoanálisis individual.
La danza (1910) por Henri Matisse. Óleo (260×389 cm).
Uno de los conceptos importantes en este enfoque es el de la alteridad ¿Qué significa este Otro para la terapia vincular y qué repercusiones tiene para la clínica? Lo pregunto porque en la clínica la idea suele ser pensar que el paciente nos trae la representación de otras personas, pero son personas que no conocemos. En cambio, cuando hay más de un paciente en la clínica, muchas veces hay representaciones sobre las personas que están ahí en el consultorio
En una clínica donde hay más de una persona, las cuales tienen un vínculo, pero en una relación que no está andando, no hay una representación, porque están presentes. Entonces, el Otro hace tope a la representación, no puede ser lo que a uno se le ocurra, porque hay un Otro que tiene su propia palabra respecto a lo que se está mirando. La presencia también invita a reconocer que estando afuera ese Otro, tiene cualidades de un Otro que pueden complementarse, porque es necesario eso para enamorarse, para gustarse, pero también tiene un aspecto ajeno totalmente, no conocido, con lo que el uno no se puede identificar y que siempre va a estar allí… y es necesario que estén allí.
¿Dirías que esta alteridad presente fenoménicamente facilita el proceso desde nuestra posición como psicoterapeutas o, más bien, la dificulta?
Yo diría que la hace diferente. Si piensas la terapia vincular en términos identitarios sí va a ser bien difícil, va a ser una mirada de varias individualidades y a partir de estas dices ‘ah, ya, bueno, esto es lo que pasa’, pero, en la teoría vincular, pasas al pensamiento intersubjetivo donde lo vincular es lo que emerge como una cualidad del estar juntos, sabiendo que el Otro es un exterior, que no me pertenece. Son dos sujetos, cada uno con sus experiencias y su vida, pero al hacer un vínculo entre ellos – no es que están vinculados todo el rato, son momentos en que se vinculan – implica, en principio, un conflicto. Es distinto incorporar al Otro, identificándome con él porque lo deseo, que tener la obligación en el pertenecer porque el Otro está fuera de mí. Entonces, son dos sujetos que al momento de hacer este movimiento en su trato se van relacionando, crean algo, un producto, que no han vivido en otras ocasiones. En la película Una relación privada (Fonteyne, 1999), en un momento se tiene la fantasía de tener una relación donde nunca se conozcan y todo sea a partir del sexo, pero luego de eso va cambiando. No se puede concebir de antemano lo que va a suceder, porque es algo no vivido.
¿La teoría vincular se puede aplicar a una psicoterapia donde hay un solo paciente? Porque podría pensarse que está pensado solo para parejas o más de uno
Sí, sí se puede. Se considera que hay efectos de la cultura, porque, por ejemplo, el paciente no siempre llega tarde porque se está resistiendo. Podría ser por, por poner un caso, el tráfico por un alcalde al que se le ocurrió cerrar las calles. Eso es parte de la cultura. Un ejemplo que pone Berenstein: en uno de sus trabajos – un paciente que no era de él, era de un colega – el paciente decía ‘huelo a quemado’ y el terapeuta interpretaba y el paciente seguía diciendo ‘huele a quemado’ y lo seguía interpretando, hasta que se voltea el terapeuta y se estaba quemando la cocina. Entonces, eso es incluir la cultura, lo externo, como parte de aquello que envuelve a la pareja terapeuta-paciente. Lo otro es escuchar… hace complicada la elección del terapeuta, porque uno puede escuchar y presentarse como un Otro-terapeuta o puede escuchar y seguir siendo espejo. Esa elección del terapeuta lo complica, porque tiene algo que hacer eligiendo lo que quiere hacer en ese momento, como interpretar o intervenir, si de esta manera, si me incluyo, si interfiero.