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Palabras de Clausura del año 2024

Por Mg. Liliana C. Granel, psicoanalista y presidenta del Consejo Directivo del CPPL

 

Ha transcurrido el año 2024. Un año más que pasa, un año para celebrar y brindar por la vida, en nuestra querida Institución el CPPL. Habitamos un mundo post-pandemia, que nos ha obligado a convivir con la incertidumbre, también un mundo que nos sorprende, una y otra vez, con el horror de las guerras, en una compulsión a la repetición tanática, difícil de procesar, y nos enfrenta a las violencias, en sus diferentes formas, pero que, conmovidos por estas, nos hacen pensar, a dar voz fuerte a los que no la tienen.

El psicoanálisis tiene una ardua tarea: enfrentar nuevos desafíos, pensar la subjetividad como una producción a través  de las vicisitudes pulsionales, como tejido de lazos complejos y variables, donde el narcisismo, las identificaciones producto de la conflictiva edípica, son una historia que pertenece al pasado pero que se despliega permanentemente en la versión actual del sujeto, y participan del funcionar del mismo.

Los psicoanalistas heredamos conceptos, ideas para re-pensarlas, y ser críticos para modificar aquello que sea necesario, y así, mantener al psicoanálisis vivo, dinámico, en una apuesta por ayudar al sujeto a lograr una mejor armonía en la difícil tarea del vivir.

En esta celebración 2024, también me corresponde, una tarea difícil: Despedir a la querida Promoción 38. Un grupo que empezó en pandemia, donde la pantalla era nuestro único contacto. Una Promoción con alumnos tan lejos como Luisa en Canadá, María Paola y Sonia en Italia, Carla y Enma en provincias del Perú, y los otros integrantes del grupo en Lima. ‘Lejos’ y ‘cerca’ fueron tomando distintos significados, pero el entusiasmo por aprender los y nos agrupa.

Tengo múltiples sentimientos, los he visto atravesar estos cuatro años, crecer en estos cuatro años… ¿Pasaron cuatro años? ¡Que rápido! Los recuerdo, al inicio de la formación, ávidos por aprender, un grupo curioso, cuestionador, que se asombraba al descubrir el nuevo mundo del psicoanálisis. La transformación en cada uno de ustedes es evidente, el tiempo no pasó en vano, dejó sus marcas, sus huellas, registrando las distintas experiencias, tanto en el estudio de la teoría, como en el análisis personal. Como diría Bion: fueron aprendiendo de la experiencia.

¿Que curiosa nuestra profesión? Una disciplina que tiene que desarrollar una Voz y una Escucha especial. Una voz que interroga, que cuestiona la historia de cada uno que consulta, una voz que apacigua angustias, y, que al mismo tiempo explora lo inconsciente, lo no sabido. Una profesión que confronta con el dolor, las dolencias en silencio, tanta las del cuerpo como la de la psiquis. Nuestra sensibilidad siempre puesta a prueba.

También, nos entrenamos para estar ubicados en la escucha, para escuchar los silencios, para registrar el tono de voz, el lenguaje sin palabras del cuerpo, los propios pensamientos que metabolizados son transformados en interpretaciones.

Aprendimos, juntos, que el aparato psíquico funciona como una forma de alquimia conflictiva, entre la rememoración y el olvido, y ambos, son necesarios para conservar el sentimiento de identidad y la capacidad para pensar. Eterna oscilación entre la imaginación de la memoria y la capacidad creativa del olvido.

La psicoanalista Virginia Ungar nos dice: “El gran valor y apuesta del psicoanálisis es la de ofrecer un espacio de historización, pero, también oportunidad de subjetivación”.

Les deseo, que no pierdan el asombro y entusiasmo frente a la vida. Me alegra haberlos conocido, haberlos tenido como alumnos y deseo, que ustedes, futuras generaciones de analistas sigan apasionados y comprometidos con darle más vida y continuidad a nuestra disciplina.

¡El provenir del psicoanálisis depende de ustedes!

“Winnicott no renuncia a la pulsión de muerte, él dice que no la ve necesaria”

Entrevista a Mg. Daniel Dreifuss, psicoterapeuta psicoanalítico de la Promoción I del CPPL y Coordinador del departamento de difusión y eventos 

Por Giancarlo Portugal 

 

Daniel Dreifuss se formó en la primera promoción de la Escuela del CPPL, en un ambiente, aún, sumamente marcado por la línea kleiniana. No obstante, fue parte del grupo de psicoterapeutas y psicoanalistas que empezó a fortalecer la llegada de Winnicott a Perú y Latinoamérica. Prueba de esto es que, junto a Olinda Serrano de Dreifuss, es parte del Board de los Encuentros Latinoamericanos Winnicott. En esta entrevista, Daniel nos brinda no solo una aproximación conceptual a ese psicoanalista que jugaba con sus ‘pacientitos’, sino también nos aproxima al contexto que se respiraba cuando ser winnicottiano era una excentricidad. De igual forma, se verá cómo el psicoanálisis no solo se requiere en los consultorios, sino también en la reflexión social.

 

Acaba de llevarse acabo el Encuentro Winnicott y fue una sorpresa ver la significativa presencia de este autor en varios países de Latinoamérica, incluso en Barcerlona, España ¿Por qué dirías que Winnicott está tan presente en el psicoanálisis?

Winnicott decía que lo último que esperaba era que hubiera una escuela winnicottiana después de él. Esto claramente en alusión a la escuela kleiniana que lo criticaba mucho y que tuvo que responder muchas veces, defenderse con insistencia. Entonces, lo último que quería era que hubiese gente que hiciera escuela y que siguiera procedimientos, lineamientos, cerrados, dogmáticos o demás. Esto hace que sucedan cosas paradógicas – dentro de lo paradojal que es la propia teoría – que le está dando sentido a muchísima gente que, de mirada psicoanalítica en Latinoamérica. Tú viste el movimiento en Chile, pero en realidad hay una lectura winnicottiana fuertemente no solo en Chile y Argentina, sino en Brasil, donde tienen grupos de estudios en ciudades importantes y más pequeñas, tienen sus propios encuentros winnicottianos en todo el país; en Colombia también tienen un movimiento muy interesante, dirigido por Guillermo Carvajal y otras personas que también siguen mucho la lectura de los aportes de Winnicott. Entonces, por qué. Porque le da sentido, un sentido muy aterrizado a la observación, al trabajo clínico, tiene un desarrollo metapsicológico propio. En fin, hay una mirada muy original del desarrollo y da base a todo lo que es actualmente psicoanálisis relacional, junto a los aportes de Ferenczi y otros tantos.

 

Parte de la pregunta sobre por qué es tan relevante o al menos otra parte de la pregunta creo que tendría que ser ¿qué cambió en el psicoanálisis con Winnicott? Porque ciertamente hubo un enfrentamiento como dices de los kleinianos contra Winnicott. Incluso hay un texto de Winnicott donde dice ‘He dejado de ser kleiniano, porque la sra. Melanie Klein ha decidido que he dejado de ser kleiniano’.

Efectivamente, dice algo así ¿Qué cambió? Cambió una mirada en la cual lo más importante es la incorporación del mundo de la realidad en la construcción del aparato psíquico. Cambió esta visión centrada a lo intrapsíquico y en el mundo interno y puso al niño, al adolescente y a la persona en general en contacto con lo que les rodea, el espacio-tiempo que corresponde, las características específicas del contexto histórico que les tocó vivir, el contexto cultural en el que la persona vive y dinamiza la mirada desde la definición de madurez, por ejemplo. La pregunta es ¿una persona tiene la madurez que corresponde de acuerdo a lo que se esperaría del momento que le toca vivir, su momento de desarrollo? Cosas curiosas como cosas que Winnicott dice que el único momento en el que habla de inmadurez y el derecho de ser inmaduro es en la adolescencia. Esa visión tan clara de respetar el tiempo del adolescente. En fin, todo esto, pone en dinamismo al psicoanálisis, lo hace tangible, útil, aplicable y crea interés en personas no psicoanalistas. Muchas de sus conferencias fueron dirigidas a personas que trabajan con personas, por supuesto, pero más allá del mundo clínico psicoanalítico. Eso es un psicoanálisis aterrizado, con alguien que no le interesa el narcisimo psicoanalítico de encumbrarse en una torre de marfil y mirar al resto de mortales desde el Olimpo.

 

Este tema del ambiente creo que queda muy explícito en Winnicott, pero podría decirse que se gana el ambiente y un kleiniano podría decir se pierde el Yo primitivo, ‘el nacer con el Yo’, porque, incluso, en Winnicott el concepto de Self es diferente que el Yo para un kleiniano.

Lo que pasa es que Winnicott pone la mirada microscópica a un periodo previo ¿qué pasa con el infans? La necesidad de rescatar el infans. Ahí está puesta la mirada en principio. Esto que ocurre y los procesos psíquicos que se empienzan a elaborar y establecer desde tan al inicio de la vida, le va a servir como elemento de referencia procesos primitivos en el trabajo con psicóticos, por ejemplo. Cómo se replica ese vínculo inicial entre una madre suficientemente buena, devota, en una analista que cumple una función análoga con una persona con una estructura mental primitiva y que demande a nivel pre-verbal. Todo eso crea mucho sentido, por eso resuena tanto esta mirada. Para algunos de nosotros más que en otros, sin duda.

 

El asunto de la interpretación kleiniana y la transferencia negativa fue un gran debate y ha dado incluso mala prensa al psicoanálisis ¿Cómo se aplican esos conceptos en una clínica winnicottiana?

De un modo totalmente diferente. La interpretación, como dice Winnicott, yo uso la interpretación para decirle a mi paciente qué tan poco lo entendí ¿Sabes? En algunos casos estas interpretaciones alejaban al analizando de su analista y sí, llegaron a un extremo que era ya para chiste: ‘El paciente que llamaba a su analista, escúcheme, voy a llegar tarde, pero por lo pronto vaya empezando con sus interpretaciones hasta que yo llegue’. Lo que buscamos, lo que se necesita es un analista que básicamente sepa escuchar, no necesite deslumbrar, que esté ahí para escuchar y sostener y mucho mejor cuando el paciente logra interpretarse solo a sí mismo. Ahora, esto no significa que en la sesión pueda pasar cualquier cosa, no, de ninguna manera. La supervisión interna, la ética personal, la capacidad de estar en función analítica al modo de una figura parental suficientemente buena y por lo tanto madura, es lo que entra en juego.

En el caso de Melanie Klein, ella inaugura el psicoanálisis con niños, pero a los niños también les hacía este tipo de interpretaciones directas…

Un ratito. Ahí hay que tener cuidado. Con el tiempo, no tenemos tanta seguridad de que hiciera interpretaciones así, tan brutas, los kleinianos probablemente sí, pero lo que Melanie Klein pone en sus textos, puede ser que se vea como muy tosco o duro, pero a veces tengo la impresión – leyendo a gente como Hannah Segal – de que lo que Melanie Klein escribía no era exactamente lo que pasaba en su consulta. En mi experiencia – claro que es mi experiencia y yo nunca he sido un buen kleiniano, jamás – una interpretación a lo bruto lo único que generaba era una reacción muy bárbara de parte del niño, literalmente te lanzaba algo por la cabeza. Ahora, ¿cómo frasear este tipo de cosas y este tipo de comprensión? Creo que va por un camino diferente. Yo siento que esto era una forma de plantear las cosas, pero que con un pacientito no era así, un niño reacciona. Eso sí, lo que pasa es que Melanie Klein usaba el juego para interpretar al niño lo que pasaba, para pensar en términos más adultos. Winnicott juega y juega con el niño. Esto permite que el niño se sienta un poco más atendido y entendido y la cosa fluye mejor. Esa creo que es la diferencia grande entre lo uno y lo otro. Después está todo lo otro que tiene que ver con la posibilidad de hablar de un psicoanálisis más implicado, más comprometido con la realidad, más preocupado con, por ejemplo, los cambios que se están dando en las familias. Es comprensión de la línea winnicottina que se ha preocupado de su la institución familia continúa o no continúa, ese tipo de reflexiones, vienen desde comprensiones que le ponen muchas más fuerzas a los cambios. Es el pensamiento winnicottiano el que nos lleva a plantearnos cuestiones en el campo de la pedagogía y las tremendas dificultades de la disociación que se está dando entre lo que quieren hacer los colegios todavía muy pegados a una tradición que quedó totalmente desfasada de la realidad y la realidad, con el sin fin de problemas que esto crea en niños y, más aún, en adolescentes.

 

Antes de pasar a estos temas más sociales, quería terminar de consultarte sobre temas conceptuales. Hay una idea que viene del último Freud y de Klein que es sobre la pulsión de muerte. En un principio, Winnicott hereda esa idea de Klein. Luego, hay un cambio y donde Melanie Klein veía destructividad, Winnicott veía agresividad, más aún, esa agresividad él la asocia ya no a la pulsión de muerte, sino a una fuerza vital, pulsión de vida podría decirse ¿Por qué renunciar a la pulsión de muerte?

Winnicott, para comenzar, no renuncia a la pulsión de muerte. Lo que te dice es ‘no la veo necesaria’ ¿Por qué? Porque para Winnicott, la pulsión de muerte habla de una tendencia equivalente y opuesta a la pulsión de vida. Esta dinámica que, de acuerdo a esa metapsicología freudiana, parte de un hecho que es que desde la constitución misma hay dos fuerzas en pugna, una que lleva a la construcción, a la complejización y a la creatividad y el crecimiento y otra que ejerce una tendencia contraria. Todo esto, además, centrado en el tema de la construcción una serie de mecanismos de defensa desde Eros, en base a la capacidad o no de una persona de satisfacer la necesidad que la pulsión genera. Winnicott plantea las cosas de otra forma. Para empezar, la realidad. Para él, la realidad no es algo que te ataca y que te tienes que defender como par Freud y Klein. Para Winnicott, la realidad es algo que se descubre porque te topas con en ella en tu necesidad vital de seguir creciendo y este ‘toparse’ es lo que llama agresividad, que es la necesidad de crecer natural. Esto es un componente que viene desde la pulsión de vida. Es el componente vital que te hace dirigirte hacia el mundo desde el mundo desde el momento en que un feto quiere estirarse y se topa con las paredes de la placenta y el útero. Es así en general, el mundo se descubre porque te topas con él, pero para eso hay un mundo que pone límites, que da una contención y que evidentemente frente a estos golpes y topes sobrevive y sigue sosteniendo. Esta es una postura completamente distinta ¿para qué pensar en pulsión de muerte? ¿para qué nos complicamos la vida? Si es, de alguna manera, la forma en que un ser humano descubre que hay un no-yo, pero por qué, porque mi necesidad de expandirme y de morder y de golpear, de escupir y vomitar, eso otro sigue existiendo, o sea, es independiente de mi deseo. Así se resuelve este asunto, por la vía de la creatividad, la vía del encuentro, del gesto espontáneo del verdadero self.

 

En esta lectura, qué es la violencia para Winnicott

Cuando el encuentro con la realidad tiene efectos perniciosos, pero, además, hay diferentes momentos, hay un momento de no preocupación, porque el otro no existe, así que no hay una intencionalidad, simplemente hay los movimientos descordinados del bebé que se mueve sobre la realidad. Es eso nada más. Y poco a poco en la posibilidad de que se vaya dando el yo versus un no-yo, entonces, la frustración producto de la poca capacidad de satisfacer las demandas del bebé van a crear entonces ataques agresivos. Ahora, ahí ya hay una intencionalidad. Si el entorno no es capaz de sostener eso ataques, ahí va hacia la destructividad, cuando el ambiente no sostiene.

 

Winnicott no habla de perversos, habla de antisociales, donde estas personas, dice, están dando una segunda oportunidad al ambiente para que reaccione diferente

Eso es otra cosa que también lleva a una línea original. En la medida en que plantea la situación en que el infans y el entorno, la madre suficientemente buena, las cosas iban mal hasta que en determinado momento hubo una ruptura por una razón externa al bebé. Eso genera una necesidad de parte del infans, del bebé, del niño o del adolescente de recuperar algo perdido, entonces, por eso transgrede, ataca, para encontrar a alguien que lo venga a sostener igual que estaba pasando al principio.

 

En ese sentido, Winnicott permite una lectura sobre la realidad social política. Él le da un peso a la democracia importante ¿como winnicottiano, cómo ves el mundo en este momento?

¿Cómo hablar de la dificultad tan grande que estamos teniendo de hacernos cargo de las personas enfermas? No estamos siendo capaces de hacernos cargo de las personas que nos necesitan. En la medida en que una sociedad no se haga cargo, tal cual lo plantea, de las personas enfermas, no nos quejemos de lo que puedan hacer. Ese es el tema. Por eso es que en la medida de las posibilidad que tenemos y de nuestros intereses y desarrollos personas intentamos hacer cosas como en el caso de lo pedagógico. Que dicho sea de paso, los centros educativos son fuentes de prevención de mucha potencia, que no se usan apropiadamente.

 

Hay quienes dicen ‘el que se equivoca es porque quiso’ o el ‘si quieres puedes’. Como si todo fuera voluntad, pero lo que estás diciendo es que hay mucho más allá de la voluntad.

Totalmente, una persona que no está en condiciones de lograr ser un adulto maduro no es porque no quiera serlo, no pudo, no tuvo las oportunidades. Es como tratar de que una criatura que crece desnutrida luego alcance los rendimientos y capacidades que sus neuronas ya no se lo permiten. Es brutal, es terrible, es desastroso, pero es lo que ocurre.

 

Recuerdo en una charla que diste, dijiste ‘muchas veces las cosas suceden con suerte y en esta vida lastimosamente hay gente que tiene mucha suerte’. En ese momento no tenía casi ni idea quién era Winnicott, pero ahora me hace aún más sentido la frase

Lamentablemente, sí. Lamentablemente, hay imponderables, situaciones que están fuera de nuestro control y más aún fuera de nuestras intenciones. La mala suerte existe. Ahora cómo definimos la buena y mala suerte. Vi hace muchos años un cartelito que se pone por allí, ‘cuando la oportunidad se encuentra con la capacidad, podemos hablar de mala suerte’. La mala suerte son imponderables que la vida nos pone por delante. Por ejemplo, quizá empieza un terremoto en tres segundos y fuimos todo. Hay demasiadas variables que no se pueden controlar. Esto es muy importante: salir de esta mentalidad cientificista, positivista, que nos ponía al ser humano en el centro y con una omnipotencia que la naturaleza nos las está devolviendo claramente.

 

Nos hemos ido por otros caminos, pero no quiero dejar de consultarte sobre que a mí me da la impresión de que más que un kleiniano, Winnicott es un seguidor del Freud de la primera tópica, donde no había pulsión de muerte.

Podría pensarse así, pero en realidad Winnicott incorporaba muchas de las cosas que Freud planteó después. Lo discutió, pero es innegable que Winnicott tiene los elementos de la segunda tópica también. Lo que parecía es que se preguntaba para qué nos vamos a complicar tan innato como hablar de una pulsión de muerte y, además, por ejemplo, poner la sexualidad en un niño este niño deja de jugar, para qué centrar tanto esto de la sexualidad cuando la sexualidad en un niño que está muy preocupado por su sexualidad, lo único que vamos a encontrar es inhibición. Esto es parte de la experiencia clínica tan importante de un pediatra, que observaba los niños pequeños en los brazos de sus mamás y había cosas que no le daba sentido y aunque le daba sentido también había lo otro, un niño que encuentra un osito, un pañuelito una cosa suave con el que se calma y puede tolerar la distancia de su mamá. Este hallazgo es una fuente de creatividad extremadamente potente que ¿qué tiene que ver eso con las fases del desarrollo psicosexual? Empieza a descubrir una situación paralela, que no niega lo otro, pero que es paralela que da mucho sentido a un niño que lo que necesita es ser querido, muy querido, realmente querido.

 

Quería cerrar preguntándote ¿cómo así tu encuentro con Winnicott? Porque en la época en la que te formaste, aún estaba la postura kleiniana muy fuerte.

Todo empezó con Max Hernández. Se iba a hacer un encuentro en Lima, hace a algunos años ya. Estábamos avanzados en la formación. Max Hernández empezó un grupo de estudio entorno a la lectura de Winnicott. Ya teníamos algunas lecturas básicas. Él empezó el grupo de estudios y empezamos a leer los textos uno por uno. Duró algún tiempo este grupo de estudio. Empezamos también a participar a asistir a eventos y nos pusimos en contacto con personas que tenía similares intereses. Lo que nos convocó realmente fue el clima de estos eventos, eventos donde podías decir lo que estabas pensando y nadie salía con una pachotada diciendo ‘esto no es psiconálisis, te recomiendo una seria conversación con tu analista’. Eran cero persecutorios, en un ambiente muy amical y efectivamente no solo hemos aprendido de psicoanálisis sino que hemos conocido gente maravillaosa de la que somos muy amigos. Gente que tiene una mirada de lo que pasa con las personas en la clínica, pero en general, gente fresca. Entonces, con el tiempo fuimos invitados a pertenecer el board de los Encuentros latinoamericanos y eso significa que tenemos que organizar los Encuentros cuando son en Lima, que es un chambón, pero en general la pasamos bonito.

SUICIDIO Y PSICOANÁLISIS

Por José Barrios García Calderón, Psicoterapeuta psicoanalítico de la promoción X de la Escuela del CPPL

El suicidio es siempre una emergencia psiquiátrica siendo siempre el psiquiatra el responsable legal.

La norma del suicidio es su relación con la psicopatología depresiva, desde la tristeza hasta la más profunda melancolía y desesperación. Esta es, generalmente, endógena, pero muchas veces gatillada por factores exógenos lo cual es diferente a la aflicción, que es una reacción de tristeza relacionada a pérdidas o duelos que, si no se elaboran, devienen en depresión de tipo exógena. La depresión es endógena cuando se ha puesto en marcha un proceso con relativa independencia al mundo externo del paciente y el desconocimiento consciente de qué es lo que ha perdido.

Si en el infante hay una separación materna sin sustitución, hay un período de llanto, ansiedad e inquietud, y al prolongarse, es con apatía y desmotivación; estamos ante una depresión anaclítica, pudiendo el niño morir o crecer con indiferencia afectiva e ideación alterada: obsesiones, psicosis y suicidio. Gran parte de los suicidios en adolescentes se relacionan con la depresión anaclítica y la sensación de soledad e inseguridad.

A los adultos, las depresiones prolongadas los aíslan y los conectan más con su cuerpo (hipocondrías), siendo la característica más constante los impulsos de autodestrucción. Siempre hay que considerar la edad de la persona o si tiene enfermedades crónicas o invalidantes. El suicidio en personas de la tercera edad puede ser por vulnerabilidad frente a la jubilación, muerte o separación de seres queridos o enfermedades. En ellas hay un desequilibrio narcisístico con sensación de minusvalía y desesperanza del self donde nada es placentero ni satisfactorio. Hay desesperanza y pérdida de ideales o proyectos, donde el pasado es culpa, la presente frustración y el futuro no existe; todo asociado a ansiedad, insomnio e impulsividad.

Por otro lado, el riesgo suicida está asociado a otras enfermedades mentales y a abuso de sustancias tóxicas

Si vemos algunos números sobre el suicidio por género, los hombres se suicidan tres veces más que las mujeres, mientras que las mujeres lo intentan cuatro veces más que los hombres.

 

En cuanto al suicidio y psicoanálisis, Freud menciona que la idea fundamental del suicidio es parte de un homicidio. Está siempre presente la dinámica amor-odio, donde el amor por el objeto se transforma en odio, el objeto se denigra y se le hace sufrir con una satisfacción sádica y pasa de ‘quiero matarlo’ a ‘merezco que me mate’.

Freud y Abraham se refieren a la existencia de ciertas condiciones de riesgo en los estados melancólicos severos que pueden llevar a la autoeliminación:

– Elección narcisista de objeto,

– Ambivalencia,

– Pérdida de objeto,

– Identificación con el objeto perdido (introyección) y

– Satisfacción del odio sobre el objeto introyectado (suicidio).

Desde el superyó, el suicidio es una vuelta del sadismo contra la propia persona.

Según Melanie Klein, hay otros suicidios de carácter más activo; son intentos desesperados para bajar la presión del superyó con actos extremos de sumisión o rebeldía. Se busca el castigo y el asesinato de los objetos originales donde la fantasía básica sería: “me mato yo para que no viva él”. El yo y el ello tratan de matar a los objetos malos y salvar a los objetos buenos internalizados en el camino de realizar o no el suicidio.

Klein considera también al suicidio como una actuación psicótica, como un mecanismo de defensa ante ansiedades persecutorias y como única salida a crueles imagos internas, con mecanismos mágicos de omnipotencia.

La doctrina clásica psicoanalítica sobre el suicidio es la obra de Menninger (El hombre contra sí mismo, 1938). Este afirmó, que, de acuerdo con el concepto freudiano del instinto de muerte, existe en nosotros propensiones hacia la autodestrucción que llega a ser suicidio cuando se combinan muchas circunstancias y factores.

“A mí me acomoda la escuela freudiana, porque es sensata, es lógica, no es dogmática”

Entrevista a Moisés Lemlij, psicoanalista didacta ex vicepresidente de la IPA y ex presidente de la SPP

Por Giancarlo Portugal

Moisés Lemlij, se formó como psicoanalista en el Institute of Psychoanalysis de la British Psychoanalytical Society. Durante su etapa de candidato, se analizó con Joseph Sandler y fue supervisado por Erid Balint, Nina Coltart y Donald Winnicott, solo por dar algunos nombres. Tuvo también maestros como A. Freud, Ch. Rycroft, H. Rey, entre otras personalidades. Asimismo, fue compañero de aula con R. Steiner y J. Mitchell. Luego de terminar su formación y haber tenido una carrera profesional tanto en su consultorio analítico como en la Tavistock, regresó en 1981 al Perú y fue parte de la primera generación de psicoanalistas de la que luego sería la SPP, la cual en ese momento era Grupo de estudios. Aquí terminó de ponerse, como él dice, la ‘salsita final’ con seminarios y supervisiones a cargo de O. Kernberg, L. Rangel, W. Baranger y S. Lebovici. Así, no solo ha realizado contribuciones al desarrollo del psicoanálisis en el Perú al apostar por una lectura de nuestra historia, sino, asimismo, junto a R. Steiner ha realizado contribuciones para acercar las líneas freudianas y kleinianas. En este mes de conmemoración por los 85 años del fallecimiento del profesor Sigmund Freud, conversamos con el que “era el único latinoamericano que tenía un entrenamiento en la escuela freudiana”. Además, con esta entrevista, anunciamos el inicio de un ciclo de conversaciones sobre diversos autores y autoras fundamentales de nuestra tradición psicoanalítica.

 

Profesor Moisés Lemlij, primero, gracias por la entrevista para Asociación Libre. Este es un mes de conmemoración por el fallecimiento de Freud y es conocida su formación como freudiano. En esa línea, mi primera pregunta es ¿qué significó para usted formarse como freudiano en Inglaterra? Más aún, ¿cuánta noción había de esa formación específica en el contexto?

Yo llegué a Inglaterra en 1965, era otro mundo y muchísima gente que había sido entrenada directamente por Freud estaban vivos. Por ejemplo, Anna Freud. Hay que entender que era otro universo. Freud muere en 1939 y para el ‘65 ya había un grupo de peruanos con intención de formación psicoanalítica: Saúl Peña, Carlos Crisanto, Max Hernández, Gustavo Delgado-Aparicio.

En esa primera época, yo me analicé con Robin Skinner. Esa fue mi primera experiencia terapéutica allí. Después de unos años, cuando ya tenía la idea de una formación, porque antes era solo psiquiatra psicodinámico, busqué analizarme con un analista que yo entendiera lo que escribía. Para mí – que soy medio disléxico – entender las cosas complicadas es difícil y el que me gustaba cómo escribía era Joseph Sandler. Entonces, empecé a inicio de los 70 con él, habiendo tenido ya un buen entrenamiento profesional y habiendo trabajado en la Tavistock.

 

¿Qué edad tenía en esa época?

Yo estaba en los tempranos 30s, más o menos y da la casualidad de que fui enterándome que yo era el único latinoamericano que tenía un entrenamiento en la escuela freudiana ¡Por absoluto azar! Porque era el que yo entendía… a lo mejor no es tan azar [ríe]. Conversando con otra gente, un gran maestro Ch. Rycroft se sorprendió un poco y me decía ‘todos los analistas de América Latina que yo conozco se entrenan en el grupo kleiniano preferentemente y de vez en cuando en el grupo intermedio, nunca entendí el porqué, hasta que ahora creo que entiendo: para un análisis kleiniano necesitas saber breast, penis, introyection and proyection. Con esas cuatro palabras, no tienes que saber más inglés, y ya puedes analizarte’. No sé si será una exageración, pero era un buen chiste. El hecho real y concreto era que los analistas latinoamericanos tenían análisis kleinianos o del grupo intermedio. Entonces, yo fui el único. Después, creo que ha habido uno o dos. Pero, básicamente, era preferencia de los de América Latina, quizá ya por la influencia kleiniana de la Asociación Psicoanalítica Argentina y la influencia bioniana en Brasil.

Ahora, en esa época, dentro de la Sociedad Británica, era el analista el que determinaba tu grupo, porque la mayoría de gente se supervisaba con gente de todos los grupos y los seminarios eran de todos los grupos también. Yo había tenido un gran maestro kleiniano, Henri Rey, él decía que ‘el problema con los colegas kleinianos es que las ideas kleinianas son buenas, pero no saben qué hacer con ellas’ [ríe]. A mí, sí las relaciones objetales y demás, me parecían interesantes, pero, a mí, me acomoda la escuela freudiana, porque es sensata, es lógica, no es dogmática y podía supervisarme con gente de otras escuelas. Una de mis supervisoras era del grupo intermedio, Nina Coltart, una gran maestra. Los kleinianos eran dogmáticos, solo podías supervisarte con un kleiniano. A parte de mi entrenamiento en el Instituto del psicoanálisis, por otro lado, dado que Sandler era un prominente miembro del grupo freudiano, a veces, nos íbamos donde Ms. Freud, cuando ella daba una supervisión privada o cosas de esas, nos íbamos a sentar té y a conversar.

Trabajé allá hasta 1981 y allí regresé al Perú, cuando estaba cocinándose la SPP con los tres que vinieron primero: Max Hernández, Saúl Peña y Carlos Crisanto, los tres eran del grupo intermedio. Tuvimos mucha suerte, porque los patrocinadores de la Sociedad Peruana era gente de primerísima: Otto Kernberg, Leo Rangel, Willy Baranger y Serge Lebovici. Ellos organizaban los seminarios y venían dos veces al año a supervisar. Yo lo sentía como la salsita final para mí.

 

En esa época, justo, no ahora, porque ahora entiendo que es diferente el diálogo, pero en esa época ¿cómo se marcaba la diferencia?

Yo siempre sentí que la línea kleiniana eran muy dogmáticos. Entonces, había, para mí, un apego obsesivo a la regla. Por ejemplo: las horas absolutamente exactas, cinco veces a la semana, la misma hora y está toda la línea de Meltzel donde tú no podías tener libros en tu consultorio, no podías tener un cuadro, tenías que andar siempre con una ropa parecida, tenías que usar la misma corbata, tú no podías encontrarte con alguien que había sido tu paciente. Había las viejas historias de Melanie Klein escondiéndose debajo de la mesa, los kleinianos escapándose… siempre me parecieron estupideces, todavía me parecen. Era como que toda la cosa teórica se convertía en la rigidización del protocolo. Por ejemplo, tenía un amigo kleiniano que tenía una novia analista francesa y él le dice ‘mira, para seguir, tienes que seguir un análisis kleiniano’. Había esa línea de secta que en las reuniones. Primero, mucha gente, si presentaba un caso clínico un kleiniano, iban de todos los lados, pero cuando presentaba otro, los kleinianos no iban. Solo iban a los suyos. Además, aparte de las reuniones generales, cada grupo tenía sus reuniones clínicas, vamos a decir, sectoriales, en el sentido de secta.

Era toda la técnica kleiniana de interpretación subsumida a la cuestión teórica: uno, tú tienes que interpretar en transferencia, de saque; dos, interpretas el instinto de muerte, la agresión, la interpretación directa y dices que quieres hacerle tal cosa a tu mamá o a tu papá. Era una época, los 70s, en que había mucha importancia a la técnica y por ejemplo conceptos que ahora ya son más universales como el de identificación proyectiva, que era muy pero muy usada por los kleinianos y de alguna manera por los del grupo intermedios, los freudianos no lo aceptaban. Uno interpretaba al Yo, a lo que era accesible en términos de entendimiento, campos de consciencia.

Fotografía de la fachada de la Sociedad Británica de Psicoanálisis, fundada en 1913

 

Entonces, para la posición freudiana de la época, había una suerte de posición teórica que tenía repercusiones clínicas con respecto a no ir más allá de este momento del desarrollo del Yo, o sea, ir más allá ya no tenía sentido

Había una enorme influencia, en el grupo freudiano, de los analistas del Yo, que eran norteamericanos, un grupo de analistas que habían sido originalmente europeos, pero que trabajaban en EEUU, en la Sociedad Psicoanalítica de NY. Eran muy vinculados a Anna Freud y eran los que ayudaban en la Hampshead clinic. Entonces, la influencia del psicoanálisis del Yo, que era la escuela freudiana americana, era importante porque tú tenías que hacer interpretaciones a través del Yo y de lo que se trata es del uso racional-práctico, tú quieres que este paciente pueda vivir cómodo, que puedan desaparecer sus síntomas y pueda adaptarse al mundo real.

 

¿Entonces, el enfoque freudiano era la cura?

El enfoque era a la cura y al Yo. Ahora, fíjate, en los 80s, Sandler se dio cuenta que esto de la identificación proyectiva y el uso de la contratransferencia que los kleinianos usaron desde el principio, tenía sentido. Entonces, él adaptó todos estos mecanismo kleinianos, les cambió el lenguaje en el marco teórico freudiano tradicional. Por ejemplo, en lugar de identificación proyectiva, ponerse en los zapatos del otro, la dramatización y todas esas cosas. Con Riccardo Steiner, kleiniano, había sido analizado por Herbert Rosenfeld, sin embargo, éramos grandes amigos y escribimos cosas juntos que, no quiero sonar petulante, pero tuvieron su importancia y repercusión, porque sirvieron para algunos proyectos de síntesis de la teoría.

Todo esto tenía sus repercusiones, la teoría tenía repercusiones en la técnica, pero también en la política. Por ejemplo, los presidentes de la Sociedad Británica tenía que ser de cada grupo, por dos años era el grupo intermedio, dos años el freudiano, dos años el kleiniano. Entonces, las directivas de la Sociedad Británica tenían que ser de acuerdo a los grupos. Había muchos más kleinianos que freudianos, pero igual no importaba el número de miembros que tengas, importaba que haya una rotación. Hace algún tiempo eso ha terminado, pero en mis épocas, así era.

Te digo, la teoría kleiniana era muchísimo más rígida en su traducción a la técnica: la importancia de la interpretación en el contexto transferencia-contratransferencia, el énfasis en el instinto de muerte, las interpretaciones más profundas; los freudianos: las interpretaciones hacia la realidad a través del Yo; y el grupo intermedio que tenía una diferencia en que no tomaban el instinto de muerte… eran los buenitos, siempre, que se acomoda muy bien a la demagogia psicoanalítica, creo yo, por eso es tan citado.

 

Me queda mucho más claro cómo se vivía en esa época, pero me pregunto ¿actualmente, qué significa ser freudiano?

Uy, actualmente, esas divisiones creo que han perdido su importancia. Eso se ve en que hace unos años se eliminó la rotación. Entonces, quien tiene más votos, gana y es presidente. Ese es un reflejo de lo que está pasando. Yo creo que esto que el grupo freudiano no tomaba en cuenta, que era, vamos a decir, ‘el tiempo solipsista’, la identificación proyectiva y esas cosas, a partir de los 90s, ya ha sido integrado gracias a los trabajos de Joseph Sandler y, a su vez, los kleinianos han dejado esa rigidez técnica. Es como si los extremos se han ido ablandando.

Ahora, lo que ha ocurrido es que para la Sociedad Británica todavía ‘análisis’ es 5 veces a la semana. No sé qué va a pasar en términos de la disposicón política en la Sociedad Internacional, pero psicoanálisis es 5 veces a la semana, 4 es una concesión especialísima para los países subdesarrollados, pero 3, eso ya es psicoterapia. Hay una gran campaña de la Sociedad Británica y de los ingleses para mantener eso, pero todas las sociedades de América Latina son partidarias de disminuir el requerimiento del número de sesiones y, por otro lado, la cosa de hacer análisis de distancia o por Zoom. Entonces, son áreas de debate que no tienen una solución en términos teóricos, tienen una solución en términos prácticos. Los brasileros, por ejemplo, si es que tú no tienes posibilidad de tener un análisis a distancia, simplemente no vas a tener candidatos. Otros dicen, ‘bueno pues, los que pueden pueden y los que no, no pueden’. Eso va a tener una solución política y eso es parte de los debates actuales. Es decir, ¿puede haber a distancia o no puede haber a distancia? ¿cuáles son las variantes técnicas? Todas son discusiones que yo veo discusiones políticas en lo fundamental y cada uno usa sus argumentos teóricos que son bamba.

 

Racionalizan

Racionalizan. Ahora estamos en una época de cambios de paradigma en muchas cosas y en esto también, pero primero se cambia la política, después se cambia la teoría y después la técnica o lo que sea.

 

Para usted es un momento de crisis en términos paradigmáticos lo que estamos viviendo

Estamos en una época de búsqueda de paradigmas

 

Ahora, un paradigma que está muy entrado en el debate del público psicoanalítico es el tema de lo relacional. Esta apuesta relacional que a veces puede incluso dejar de lado lo pulsional, ¿qué tanto está conversando con Freud y con los orígenes del psicoanálisis?

Mira, cada uno es entrenado en su época. Entonces, si tú me preguntas a mí, yo voy a decirte en lo que yo me siento cómodo, tomaré una cosita de aquí o allá de los adelantos, no tengo duda de usar Zoom para atender a algunos pacientes como en la pandemia. Ahora, si yo abro mi corazoncito ¿ya?, yo te digo, yo he sido paciente de psicoterapia y paciente de psicoanálisis, he sido psicoterapeuta y he sido psicoanalista y tengo que decirte que, para mí, no es lo mismo. También, algunos de los insights más maravillosos que he tenido, han sido con un pata tomando una chela. Extraordinario, pero la experiencia analítica que te da unos años yendo todos los días… no sé si es mejor o peor, pero es diferente. Ahora, a lo mejor eso desaparece, puede que desaparezca. Cosas que pueden ser buenas desaparecen, ¿vuelven a aparecer? No sé. Entonces, la manera en cómo se entendía el psicoanálisis u otra cosa que también se ha ido por la borda, la psiquiatría psicodinámica, ha desaparecido, buscas y no hay. Son cosas que eran muy útiles, pero ahora hay otras pues. Para mí, el recuerdo de esas experiencias eran buenas. Yo a estas alturas de la vida, no tomo pacientes hace muchos años, pero viene gente, mis pacientes de hace 30 años que me llaman y tengo un flujo de gente que viene después de décadas. Eso no es psicoanálisis, naturalmente, hago puestas al día y superviso, eso sí me gusta hacer.

 

Diván de Sigmund Freud

Consultorio de Sigmund Freud al llegar a Londres en 1938

 

¿Y en esas supervisiones cuánto de importancia tiene Freud actualmente?

¡Para mí, es! Eso es lo que yo hago. Entonces, qué pasa, si alguien viene a supervisar conmigo, sabe a lo que viene, si tú quieres otra cosa, vas donde otro. Ahora, no quiere decir que yo no me haya puesto al día, pero si tú me buscas, sabes lo que vas a recibir.

 

Por más que haya un contenido actualizado, hay un espíritu freudiano

Así es. Siempre ha habido antecedentes: Adler tenía sus ideas vinculadas a su orientación política e ideas socialistas; Jung también la cosa mítica con su romanticismo medio fachistón, ciertamente, pro-nazi. Entonces, hay de todo, pues. A mí, no me gusta, si a ti te gusta, ahí estas. Yo te vendo lo que yo tengo, no puedo brindarte algo que no [ríe].

“No se puede concebir de antemano lo que va a suceder, porque es algo no vivido”

Entrevista a Verónica Zevallos, psicoterapeuta psicoanalítica del CPPL 

Por Giancarlo Portugal

En la presente edición de Asociación libre entrevistamos a la psicoterapeuta psicoanalítica Verónica Zevallos D’Brot, quien es egresada de la promoción V de la Escuela del CPPL y es actualmente profesora del curso Psicoterapia psicoanalítica vincular de pareja y familia. Justamente, la presente conversación se ha centrado en presentar este enfoque vincular y cómo es un aporte latinoamericano que, contrario a lo que podría pensarse, también es aplicable a la clínica con un solo paciente.

 

La teoría vincular es un aporte latinoamericano a la tradición psicoanalítica ¿correcto?

La teoría vincular parte de Argentina con Janine Puget e Isidoro Berenstein, por eso se le llama teoría latinoamericana. La relacional es norteamericana, pero a pesar de que ambas son intersubjetivas y que parten de Freud, también, tienen aspectos sustantivos que las hace diferentes. En lo vincular no es que yo estoy acá y tú allí, nos relacionamos, y después yo me llevo esto y el otro lo suyo. No, sino que emerge del estar con otro. No es diferenciable decir ‘yo’ y buscar mi esencia porque soy yo frente a un tú claramente diferenciado, de todas maneras nosotros nos vamos haciendo con otros. Entonces, cómo se puede decir ‘este es mi yo auténtico que nadie ha entrado’, no, no se puede hacer eso. Desde la teoría vincular se cuestiona esa idea de identidad, por ejemplo, y que no hay una posición en términos del lugar de un individuo que está acá y otro que está allá, sino que se usa el término ‘vincular’ como un artilugio para evitar esa medida que da a lugar el lenguaje.

 

El psicoanálisis se asocia, desde su nacimiento, a la idea de un solo paciente en la clínica. Desde su origen esa era la figura, pero luego ha habido innovaciones teóricas y prácticas, donde ya se incluía no solo el cambio en la frecuencia, sino si había o no diván por ejemplo. Incluso, sobre las interpretaciones si es que eran transferenciales o extra-transferenciales. Una de esas innovaciones era si era posible tener a más de una persona en el consultorio ¿Es realmente posible psicoanalíticamente?

A partir de una solicitud espontánea de una paciente que era de Janine Puget, que la dejó de ver y luego la paciente le pidió tener terapia con su propio esposo fue que aquella inició la terapia de pareja. Luego, se sumó Berenstein. Al principio empezaron con conceptos conocidos del psicoanálisis, estirándolos un poco y tratando de aplicarlos, que enganchen tal cual, pero la sesión individual es distinta a la sesión de pareja. De esto se fueron dando cuenta poco a poco. Eso implicó la necesidad de crear otros conceptos y otro entendimiento, buscar otro punto de partida: pasar de lo intrasubjetivo a lo intersubjetivo. Desde las bases del psicoanálisis es que parte lo vincular. Lo que pasa es que ya no se extiende el psicoanálisis individual hacia lo vincular, sino que enriquese a lo vincular. Lo vincular es el borde, no lo complementa, sino que lo excede al psicoanálisis individual.

 

La danza (1910) por Henri Matisse. Óleo (260×389 cm).

Uno de los conceptos importantes en este enfoque es el de la alteridad ¿Qué significa este Otro para la terapia vincular y qué repercusiones tiene para la clínica? Lo pregunto porque en la clínica la idea suele ser pensar que el paciente nos trae la representación de otras personas, pero son personas que no conocemos. En cambio, cuando hay más de un paciente en la clínica, muchas veces hay representaciones sobre las personas que están ahí en el consultorio

En una clínica donde hay más de una persona, las cuales tienen un vínculo, pero en una relación que no está andando, no hay una representación, porque están presentes. Entonces, el Otro hace tope a la representación, no puede ser lo que a uno se le ocurra, porque hay un Otro que tiene su propia palabra respecto a lo que se está mirando. La presencia también invita a reconocer que estando afuera ese Otro, tiene cualidades de un Otro que pueden complementarse, porque es necesario eso para enamorarse, para gustarse, pero también tiene un aspecto ajeno totalmente, no conocido, con lo que el uno no se puede identificar y que siempre va a estar allí… y es necesario que estén allí.

 

¿Dirías que esta alteridad presente fenoménicamente facilita el proceso desde nuestra posición como psicoterapeutas o, más bien, la dificulta?

Yo diría que la hace diferente. Si piensas la terapia vincular en términos identitarios sí va a ser bien difícil, va a ser una mirada de varias individualidades y a partir de estas dices ‘ah, ya, bueno, esto es lo que pasa’, pero, en la teoría vincular, pasas al pensamiento intersubjetivo donde lo vincular es lo que emerge como una cualidad del estar juntos, sabiendo que el Otro es un exterior, que no me pertenece. Son dos sujetos, cada uno con sus experiencias y su vida, pero al hacer un vínculo entre ellos – no es que están vinculados todo el rato, son momentos en que se vinculan – implica, en principio, un conflicto. Es distinto incorporar al Otro, identificándome con él porque lo deseo, que tener la obligación en el pertenecer porque el Otro está fuera de mí. Entonces, son dos sujetos que al momento de hacer este movimiento en su trato se van relacionando, crean algo, un producto, que no han vivido en otras ocasiones. En la película Una relación privada (Fonteyne, 1999), en un momento se tiene la fantasía de tener una relación donde nunca se conozcan y todo sea a partir del sexo, pero luego de eso va cambiando. No se puede concebir de antemano lo que va a suceder, porque es algo no vivido.

 

¿La teoría vincular se puede aplicar a una psicoterapia donde hay un solo paciente? Porque podría pensarse que está pensado solo para parejas o más de uno

Sí, sí se puede. Se considera que hay efectos de la cultura, porque, por ejemplo, el paciente no siempre llega tarde porque se está resistiendo. Podría ser por, por poner un caso, el tráfico por un alcalde al que se le ocurrió cerrar las calles. Eso es parte de la cultura. Un ejemplo que pone Berenstein: en uno de sus trabajos – un paciente que no era de él, era de un colega  – el paciente decía ‘huelo a quemado’ y el terapeuta interpretaba y el paciente seguía diciendo ‘huele a quemado’ y lo seguía interpretando, hasta que se voltea el terapeuta y se estaba quemando la cocina. Entonces, eso es incluir la cultura, lo externo, como parte de aquello que envuelve a la pareja terapeuta-paciente. Lo otro es escuchar… hace complicada la elección del terapeuta, porque uno puede escuchar y presentarse como un Otro-terapeuta o puede escuchar y seguir siendo espejo. Esa elección del terapeuta lo complica, porque tiene algo que hacer eligiendo lo que quiere hacer en ese momento, como interpretar o intervenir, si de esta manera, si me incluyo, si interfiero.

INFERTILIDAD Y DEPRESIÓN

Patricia León – Psicoanalista de la SPP y docente del CPPL

La infertilidad puede generar cuadros depresivos. La autoestima se ve afectada por culpas y reproches (“algo anda mal en mi cuerpo…en nosotros-como pareja”, “soy menos que las otras mujeres”, “no debí esperar tanto tiempo”), así como por la pérdida del objeto deseado, el hijo (a) anhelado que cada mes, una y otra vez, no llega.

La infertilidad confronta a la mujer con el mandato biológico, cultural, social y familiar de tener hijos. Cada caso de infertilidad está atravesado también por la biografía y cómo no, por los deseos (de unión-fusión y trascendencia con la pareja, con el deseo de convertirse en padres y más) y fantasías inconscientes (reparar la propia niñez, ser tan o más fértiles que los propios padres, comprobar que las fantasías inconscientes de daño y destrucción hacia la madre y hacia uno mismo no son reales y más) de la mujer y de su pareja. Sin duda, la historia de infertilidad es atravesada por la relación con el cuerpo: con su complejidad y misterio; con su presencia y poder permanente, silencioso y gravitante en la vida; vivido como un aliado o un enemigo.

Actualmente, algunas mujeres (con recursos económicos) pueden acceder a los tratamientos de reproducción asistida alimentando así su esperanza, aunque también añadiendo una tensión aún mayor y más compleja a la vivencia de la infertilidad.

Por todo esto, diríamos que la mujer se ve jaloneada entre su soma y su psique. Sus deseos versus la realidad de su cuerpo.

La sensación de intervenciones médicas que invaden la intimidad física y sexual (extracción de óvulos, controles de ovulación, etc), propuestas cada vez más diversas y complejas, como: donación de óvulos o esperma, fertilización in vitro, embriones congelados, vientres de alquiler que colocan a los involucrados en dilemas incluso morales o religiosos o en la necesidad de pensar y decidir si seguir intentando y por qué, así como con la necesidad de poner un límite y definir hasta cuándo. A la decepción y el dolor de no lograr el embarazo deseado se le sumará la posibilidad de perder cada implante de embrión y, luego, sin mediar duelo de por medio, seguir intentando.

División entre psique y soma, una mujer partida en dos o más pedazos. Winnicott nos dirá que el soma y la psique son una unidad, pero, en cada mujer y/o pareja, la infertilidad es como llevar un divorcio a cuestas.

En la práctica, la medicina y el psicoanálisis tienen el reto de intervenir de manera integrada y no de manera escindida. Los médicos especialistas en fertilidad necesitan saber cuánto demanda emocionalmente atravesar estos tratamientos y el psicoanalista necesita reconocer la realidad del soma y no “interpretar” con ligereza por ejemplo que los abortos son un rechazo inconsciente hacia la maternidad, alimentando así tanto la baja autoestima como el sentimiento de culpa en la mujer.

¿Cómo acompañar un deseo, así como un dolor tan íntimo, profundo, múltiple e inefable? Por supuesto, con nuestras herramientas clásicas, pero añadiendo que nuestra misión y tarea está en cómo ayudar a crear internamente un espacio generador de VIDA: la de la mujer, la de la pareja y también la posibilidad de crear y dar vida biológica o no, a un Otro. En mi experiencia, la literatura también vino a mi rescate, años atrás con la obra de teatro de García Lorca “Yerma” y hace poco con la lectura del libro “Infértil” de Rosario Yori.  Ambos autores logran poner en palabras lo que de otro modo “solo serían balbuceos” (como dice R. Yori). Escritores que transformaron el dolor humano en un acto creativo, ¡lleno de vida!

¿Qué dirían ustedes?

 

“La crítica es importantísima, porque la crítica es la que nos lleva a replantear las cosas que hemos vivido”

Entrevista a Luis Herrera, psicoanalista didacta de la SPP y docente del CPPL

Por Giancarlo Portugal

 

En esta, la primera entrevista de Asociación Libre, conversamos con Luis Herrera Abad, referencia del psicoanálisis en el Perú. El también docente del curso de Psicoanálisis y cultura del CPPL expresa en el presente diálogo no solo vocación por la necesidad de lo social e intersubjetivo en la teoría y clínica psicoanalítica, sino que también expresa cómo de importante es pronunciarse críticamente sobre la realidad de la nación siendo psicoterapeutas.

 

Profesor Luis Herrera, muchas gracias por aceptar ser el primer entrevistado del boletín Asociación Libre. Quería empezar preguntando ¿Por qué consideraría que es importante relacionar al psicoanálisis con la cultura y nación de un país?

Varias razones, pero algunas más importantes que otras. Quizá la más importante es que el psicoanálisis no es – como se creyó en un momento – un estudio del individuo. Es un estudio de psique y no es posible definir la psique sin el intercambio social, sin la sociedad. Entonces, el hombre siempre es un hombre con un otro, nunca solo. De ahí que haya necesariamente que revisar la psique en términos de las relaciones que el hombre tiene con sus instituciones, con otros hombres, con uno mismo, etcétera.

Ahora, eso es un reto, porque Freud ya había señalado que hay tres grandes fuentes de angustia: la naturaleza, el propio cuerpo y el otro. Esta última es la más difícil de poder manejar, porque es donde surgían todos los conflictos, todos los problemas, básicamente. Es decir, surgían en las relaciones entre seres humanos, por lo que hacía indispensable mirar al ser humano en relación con otros.

Allí, se extendió la idea de que el psicoanálisis es una herramienta que también tiene que tomar en cuenta a la colectividad humana. Como decía Castoriadis, el hombre es, a la vez, un colectivo humano. El ser humano está precisado a incorporarse en grupos y, al incorporarse, tiene que renunciar a sus propias demandas individuales para poder hacerlas colectivas. Eso trae dificultades y beneficios.

 

Justamente, en la tradición psicoanalítica ha habido cierto debate de si es posible hacer un traspaso de una conceptualización de la individualidad psíquica a lo intersubjetivo y empezar a hacer reflexión de una colectividad ¿Usted ve problemático este salto?

Lo que creo es que el modelo que tenemos sigue el modelo psíquico freudiano y la idea es que el ser humano tiene que ser visto, primero, desde su origen biológico, el cual ya es algo que supone un intercambio con otros. Luego, la ruptura con ese desarrollo biológico, que hace que aparezca más el conflicto humano. Tras ello, la aparición de las instituciones que son las que ayudan al ser humano a seguir construyendo algo más allá de lo estrictamente biológico. Eso ‘más allá’ de lo biológico es – si se quiere – energía, como ha hecho Freud con la sexualidad: la sexualidad es una gran energía, no habría cultura sin sexualidad y, de igual forma, no habría cultura sin pulsión de muerte. La conjunción de ambas – Malestar de la civilización – es la que da una idea más cabal del ser humano.

Cuando Freud, en sus inicios, se dedicó básicamente al individuo y aparecen – de ahí mi afición a la obra cultural de Freud – poco a poco los otros hombres, ve que tienen un papel fundamental. Por ejemplo, la aparición de la guerra. Y en Totem y tabú, que es el origen prácticamente de la obra cultural de Freud, está empeñado en descubrir cómo el hombre pasa del estado salvaje al estado civilizador. Entonces, por ahí creo que va el asunto, el punto no puede separarse. Por ello, hay una necesidad de hacer psicoanálisis de la cultura.

Gran grupo de personas caminando por la ciudad Concepto de vida urbana

¿Y en esa línea, pensándolo ya no como tradición psicoanalítica en general o globalmente, sino desde el Perú, con nuestros conceptos qué podemos decir del país?

Bueno, lo primero que podemos hacer es hablar, denunciar las cosas que nos parecen mal y plantear posibilidades de respuesta. Es decir, intentar mantener la esperanza, porque sin esperanza no hay ser humano tampoco y al mismo tiempo que mantener la esperanza, mantener la actitud crítica. Si el ser humano en su educación temprana no se ejercita en la crítica va a quedar disminuido para poder hablar con otros seres humanos críticamente sobre lo que le sucede. La crítica es importantísima, porque la crítica es la que nos lleva a replantear las cosas que hemos vivido.

Nosotros desde el Perú, lamentablemente no tenemos una historia real salvo una que otra cosa publicada por algunos historiadores – entre ellos La historia de la corrupción (Quiroz) – pero nosotros no hemos hecho lo que los psicoanalistas llamamos un duelo por nuestra historia. Entonces, como no hay un duelo, la gran oportunidad la hemos dejado postergada a través del Informe Final de la Comisión de la Verdad. Ahí teníamos datos muy valiosos que se han quedado despreciados por gente que no le interesa o que no le conviene recoger lo que sucedió realmente en el Perú. Entonces, por ejemplo, ahí tenemos un trabajo que hacer, porque nosotros somos recolectores de historia también y sin historia es bien difícil darle una lectura.

 

Con respecto al momento actual del país, pensando en este hablar, en este duelo al que usted refiere ¿diría que estamos en uno de los momentos más difíciles de las últimas décadas?

Sí. Bueno, el mundo, primero, está atravesando por una crisis hace ya tiempo, sino que lo digan los mismos psicoanalistas y que nos den el dato de cómo así sus consultorios son llenados por personas que están en situaciones de depresión o, en lo que Bleichmar, llama el malestar sobrante, ese malestar que queda de todas las cosas vividas y que no han sido elaboradas. Nuestra historia – insisto – no ha sido lo suficientemente elaborada.

Entonces, sí creo que en el Perú la cosa es seria. Tenemos que buscar rehacer esa historia, que a mí me la enseñaron y no me sirve para gran cosa la verdad. No solo hay que saber que eran 14 incas que uno no recuerda si le preguntan, hay que saber qué hicieron en provecho por el Perú. Yo recuerdo siempre en un trabajo haber colocado un yaraví que se llama ojos de piedra, de un autor joven, Pinto. Es un hombre que pasa por Ayacucho, después de que Ayacucho está convertido en una enorme colección de muertos y sangre y dice “Del grito de libertad/Que por las costas se oyó/Hablan los himnos en vano/Ay ay ay ay/Yo no sé quién lo gritó//Ojos de piedra tuviera/Para poder resistir/Y aun cuando más me doliera/Ay ay ay ay/No los dejara de abrir”.

No hay mucha idea de patria o patria para algunos es un ‘¡Arriba, Perú!’ o un equipo peruano que está último en las eliminatoria. Somos malos, pero ‘somos buenos’ cuando hay un partidito que empatamos. Hay una idea absurda, una sobrevaloración en cosas que no tienen por qué serlo y la educación no es crítica, es un desastre y con este Congreso, peor todavía que se han tumbado las reformas que pretendían cambiar la educación. Por ejemplo, Con mis hijos no te metas con esa fanfárrea absurda que es lo contrario a la crítica. En fin, podemos escuchar a representantes de la patria, incluso, algunos les llama ‘padres de la patria’, gente que con las justas llega al lenguaje, que no está preparada para ser padres de la patria, realmente, que solo piensan en su bolsillo y ahora se están anulando todas instituciones para quedarse, lo cual es un desastre más. Entonces, el peruano, en relación al Perú, es apretado por la sensación de incertidumbre, que es una suerte de cáncer. Yo no sé por quién votar, por ejemplo, no tengo idea y en las últimas votaciones he votado en contra.

 

Aprovechando el tema de las votaciones, ¿usted diría que tendría que haber más relación entre psicoanálisis y el Perú o el psicoanalista y psicoterapeuta tendrían que abstenerse?

No, no, no. No tiene por qué abstenerse, eso es lo que ha hecho siempre, encerrarse en su consultorio, entonces, no ve nada más que cuadros clínicos y cosas por el estilo, sin considerar que la mente humana, para poder funcionar como mente humana, requiere de un marco social. Entonces, se olvida de eso y ya nos quedamos con solo pacientes, cuando estos a veces se transforman en personas que han tenido que pasar por situaciones muy difícil y que han tenido que sobrevivir, entonces son más damnificados que pacientes. En la época de Freud eso no se dio, pero después sí. A mí, por eso me gusta la escuela francesa, porque van a eso directamente.

Sección especial: Pensamientos y sentires de Ana

“Muestro mi cuerpo porque lo siento como  material literario. Igual que con la escritura es lo más auténtico que tengo. Estas dos armas me han trasformado en una mujer libre y sin-vergüenza. Y de eso ya no se vuelve. Ya no hay retroceso. Cuando una mujer se apropia de su cuerpo y de su deseo ya nada la detiene. Pero cuando una mujer con condiciones físicas limitadas y,  con dos dispositivos extraños en su cuerpo, se exhibe, puede llegar a interpelar, incomodar y generar censura y rechazo. Porque para la sociedad una mujer con discapacidad es asexuada, sin deseo y  no es una mujer sino una niña”.

Entrada del 9 de junio de 2019 en el blog anabuscalamuertedigna.wordpress.com

 

 

Antes del olvido – por Ana Estrada

 

Tus ojos salivaron esta canción que alimento,
la sutura en sus notas es gorjeo en mi respiración.

 

He intentado melodías, una selva grácil.
Pero este indómito lugar desde donde te escribo
tiene los sonidos azules de mi abandono.

 

Y toco mi voz milenaria de ondas verdosas
y adivino el reclamo en mi pecho.
Atravieso constelaciones acuosas.
Visto un tramado de espuma y calma.

 

La sal de mis poros.

 

Aquí todo respira.

Entrada del 14 de marzo de 2024 en el blog anabuscalamuertedigna.wordpress.com

Selección realizada por el equipo editorial del Boletín Asociación Libre del CPPL

 

Bienvenida eterna Anita

Lic. Fanny Eliana Ludeña – Psicoterapeuta en el CPPL de Pareja y Familia

Este escrito más que una despedida es una  bienvenida a Anita al sitial  de lo memorable, de aquello que hace historia, dándola a conocer como  persona y terapeuta, y hoy es la figura  que nos deja un precedente que puede aliviar y dar esperanza a otras personas sometidas a sufrimientos inútiles, que hacen que realmente no tengan una “vida”.

Anita era alegre, sonreía a menudo, siempre activa, sociable. Tenía un  trato amable y  delicado,  vestía siempre elegante, combinaba tonos suaves de colores,  llevaba el  cabello largo, suelto y brillante, en resumen era la imagen de una persona que se cuidaba con cariño. Hacía reuniones alegres en su departamento, era conversadora y atenta, vivía con su gato Amaro, al que quería mucho y al que tuvo que renunciar. Cultivaba amistades significativas, sus amigas la aman con admiración, respeto y siempre la acompañaron.

Anita llegaba temprano a trabajar. Una vez, contaba animada su entrevista con el alcalde de Miraflores para solicitar rampas para sillas de ruedas en las calles, años antes que se diera esa ordenanza en Lima.

Tomaba fuerza para expresarse cuando había algo que le sonaba contradictorio ó absurdo, siendo perspicaz daba su opinión, era aguda en sus comentarios, hablaba con seriedad y argumentos. Era libre de decir lo que pensaba y sentía, sin ser condescendiente. Solidaria siempre, muy sincera, podías preguntarle algo que otros podían evadir responderte.

En las supervisiones de casos en grupo, cuando tomaba la palabra la escuchábamos con respeto y con cierta tensión de que nos observara algo; sus apreciaciones eran iluminadoras, con sustento teórico y daba con frecuencia un punto de vista de su propia contratransferencia, con finas interpretaciones. Presentaba sus casos por escrito, lo hacía con una grabadora de voz, tecnología nueva en ese entonces. Es decir se desempeñaba con naturalidad, sorteando lo que podían ser dificultades.

Confiaba en derivarle pacientes que necesitaban empoderarse en sus vidas ante desavenencias con sus parejas y familiares. Complicados y pesarosos eran algunos casos, y Anita con gran compromiso hacia sus pacientes sabía transmitirles algo, no hay una palabra que pueda describir lo que transmitía, en realidad las palabras se quedan cortas para describir lo que algunos dicen energías, vibras.

Yo me sorprendí a mi misma despertándome de madrugada para hacer anotaciones a este escrito, que ya había avanzado apenas me lo pidieron, no es mi estilo, me dí cuenta que lo inicié “al toque”,  y eso de madrugar no suelo hacerlo, y entonces me doy cuenta que es la influencia de Anita, lo que ella transmite. Me hace bien recordarla  y también  da valor. Es así que decidí escribir a pesar que un familiar me dice, ten cuidado, es un caso que ha generado controversia, te “funan” por Internet. Y es que en la cultura popular, puede ser incomprensible su hazaña, el hecho de poner la dignidad y libertad de decidir como seres humanos en nuestra vida y muerte por encima de normas rígidas y paradigmas.

Ana siempre fue libre y muy lúcida, y cuando ya no pudo trabajar,  ni aportar más, postrada,  parecía que se apagaba su luz en el olvido, pudimos ver cómo ella más bien cobró más  fuerza con su voz y mensaje, y firme decisión final, siendo noticia a nivel mundial, convirtiendo su lucha en un hito en la historia del Perú, como reconoció la Defensoría del Pueblo.

Gracias por su vida y su legado.

Vuela alto eterna Anita.

Ana Estrada. A pocos días de su partida

Lic. Elizabeth Selem – Psicoterapeuta psicoanalítica de la promoción XXI del CPPL

Ana Estrada: amiga muy estimada y admirada

Me ha sido tan difícil escribir este texto, que agradezco me lo hayan solicitado. No sabía si debía hacerlo a modo de despedida, de expresión de mi admiración hacia Ana y/o del cariño que le he tenido y seguiré teniéndole. Ella estará presente siempre en mi mente y en mi corazón.

La recordaré como la mujer clara, fuerte y de una gran firmeza, persistencia y coraje para, desde el lecho en el que permanecía llevar adelante su lucha por una causa que no solo le iba a favorecer a ella. No fue egoísta ni quiso beneficiarse ella solamente. Su empeño se desplegó sabiendo que la ley que lograra podría favorecerle, pero también a otros. Y, sabemos que supo, a pesar de que sus fuerzas físicas no le acompañaban, creer y pelear por algo que significaba poner coto a lo que ya no era vida plena y sí evitar dolores y suplicios que no la engrandecían. Ella fue una gran mujer. Los que estuvimos cerca somos testigos de su fortaleza y valentía.

Ana tuvo paciencia. Empezó creyendo en algo que parecía imposible ser aceptado en nuestro medio. No fue fácil ni agradable esperar algo que al inicio nos parecía casi imposible.

Ana será siempre recordada y querida por todas las personas que, como ella necesitarán de ese recurso que ahora está siendo aceptado en nuestro país como un derecho. Ana no fue ni débil, ni egoísta, al contrario: consiguió lo que todos veíamos muy lejanamente posible.

Fue una persona digna como también lo fue su muerte. Es de admirar cómo tuvo no solo valentía sino paz y tranquilidad para planificar su partida de este mundo.

Lo que ha logrado Ana es no solo su descanso definitivo sino también convencernos de que la solidaridad es poderosa, igual que necesaria, pues hace fuerte a los que necesitan “caminar” hacia un objetivo significativo y valioso. Ella empezó publicando sus sus blogs, que nos ayudaron a tomar verdadera conciencia de su situación (reales limitaciones y dolores) que la apresaban y la disminuían como persona. Nos hizo partícipes, en ese entonces, de su padecer, y lo hizo sin quejas, ni reclamos a nadie. Esos escritos que leímos con admiración y extrañeza nos convocaron, no a tenerle pena o lástima sino que nos abrió el entendimiento y el alma, y nos invitó a un contacto y acompañamiento más cercano a pesar de no poder acudir físicamente a su lado siempre. Nos mantuvo siempre expectantes.

Soy yo testigo de su delicadeza y de su humor característicos. No la percibí nunca amargada; sí con cólera, por ejemplo, ante la pérdida de su intimidad, de su libertad, y ante la demora en la atención de su demanda de parte de la oficialidad, ante la desidia de muchos. Y también fui testigo de su reconocimiento y agradecimiento a las personas más cercanas (su familia, sus buenas enfermeras y sus amigo/as) y hacia los que pública y anónimamente creyeron en su lucha y la apoyaron en la búsqueda y consecución de lo que necesitaba para lograr la paz anhelada.

Sé que algunas personas no estarán de acuerdo con mis apreciaciones pero no importa. Yo logré, hasta donde se pudo, sentirla y estar cercana. Así leímos, y ella más que yo (mil veces, me lo dijo) el texto bíblico titulado. “No hay valores absolutos” y que empieza diciendo: “Hay bajo el sol un momento para todo, y un tiempo para hacer cada cosa: Tiempo para nacer y tiempo para morir; tiempo para plantar y tiempo para arrancar lo plantado… (Sigue, en Eclesiastés, 3)