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El inicio de la primavera

Milagros Queirolo | Psicoterapeuta Psicoanalítica
Las estaciones del año son realmente importantes para el mantenimiento de la vida. Tras el largo invierno, la primavera nos despierta de este letargo invernal, etapa en la que los días son más largos y las temperaturas suaves.
La naturaleza renace con todo su esplendor y vitalidad, al igual que nos invita a salir y vivir, como una nueva oportunidad de celebrar la vida, y los efectos positivos que podría traer.
“El deseo depende de un objeto, porque el deseo proviene precisamente de esta falta. Ese algo que pone el sujeto siempre en un estado de insatisfacción. “El deseo nace de la brecha entre la necesidad y la demanda” en el que “la necesidad se dirige a un objeto específico y se reúne con él. La demanda se forma y se va a otro “(Laplanche y Pontalis).”
La primavera nos invita también a realizar cambios que posiblemente influyan en nuestro funcionamiento psíquico que abarcan todas las etapas del ser humano. La primavera me lleva a pensar en el deseo inconsciente como movimiento que desacomoda, como algo que nos empuja en nuestra vida.
El hombre ya no puede ser considerado sólo como una criatura cuyo principal interés es la satisfacción de la pulsión. El hombre se revela como un ser en busca de sentido. Freud utiliza esta idea en el contexto de la teoría inconsciente sosteniendo que el deseo es la realización de un anhelo inconsciente que orienta la vida particular de cada sujeto. La búsqueda referida al reencuentro de ese objeto primario que si bien no se recupera se logra a través de las múltiples formas de amar que desarrolla el sujeto. El deseo se relaciona profundamente con las formas de relación que subjetivamente el sujeto establece con la realidad.
A lo largo de nuestra vida intentamos reproducir lo que quedó de esa vivencia (búsqueda), algo que será imposible porque esa primera vivencia (búsqueda) es inmortal, es decir que dejó una huella imborrable. Desde que nacemos vemos cosas incomprensibles que irán teniendo sentido con el correr del tiempo. En el psicoanálisis el deseo es el motor de un sujeto que le permite abordar todos los aspectos de su vida con la sensación de que verdaderamente está haciendo lo que quiere, y se puede observar entonces que el deseo es el que permite que se lleve a cabo.
Esto me provoca relacionar el deseo con la primavera/renacer: un buen momento para “recuperar la conexión con nuestros anhelos más profundos y materializar un sueño o deseo del alma largo tiempo retraído”…
Y no digo que esto sea algo exclusivo de la primavera; sin embargo, la llegada de esta estación nos invita a disfrutar de la naturaleza y el aire libre, de nuestra propia vitalidad y de los sentidos. Nos permite preguntarnos: ¿qué es lo que deseo? Me sugiere que es como una bocanada de aire fresco, sobre todo después de los momentos vividos en el tiempo especial en el que lo disruptivo de la pandemia todavía convive entre nosotros.
El estar en la clínica con adolescentes me lleva a asociar la primavera y cómo vemos que el deseo en los adolescentes actuales no puede ser gestado. Detectamos que los cambios que se presentan, tanto físicos como psíquicos han sido dificultosos en su maduración. Sus, fantasías, sus miedos, sus búsquedas en relación con el sexo y el futuro son inciertos y están algo detenidos en muchos de ellos.
Vemos que los adolescentes que nos llegan, al no haber podido vincularse con sus pares y con otras personas diferentes a sus padres, están perdidos, algo más que lo normal, insatisfechos consigo mismos. La incomunicación física y real no les ha permitido tramitar adecuadamente sus fantasías y deseos.
Por su parte los adultos que han querido encontrar nuevos recursos creativos también se sienten defraudados por no haber encontrado soluciones y estrategias para sostener a sus hijos adolescentes de la mejor manera, y recurren a nosotros, considerándonos casi como los ”salvadores” de los que cursan esa singular edad.
Nos encontramos, pues, con nuevos desafíos para poder entender y ayudarlos, hijos de padres que confían en nosotros que llegan al consultorio puedan ver y encontrar la primavera junto con nosotros. La labor que tenemos nos obliga a vincularnos, intercambiar con otros y ser capaces de refrescarnos, renovarnos, viviendo la primavera, con un ánimo abierto y entusiasta llenos de vitalidad.

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