41 años al servicio de la salud mental

“…si nos hubiera matado mejor hubiera sido pues”

Viviana Valz Gen – Psicoterapeuta

 

A 21 años, de la entrega del Informe Final (IF) de la Comisión de la Verdad y reconciliación (CVR) . Salomón Lerner, presidente de esta, nos recordaba recientemente, que con el IF, se vivía un momento de fundadas esperanzas, muchas expectativas por todo lo que había por hacer, nos imaginábamos esta gran tarea de aprender de lo vivido, poder crear condiciones para trabajar los temas de fondo. Sin duda uno de los más importantes en el campo de la salud mental.Dificultades y respuestas de los y las familiares de víctimas del conflicto armado interno en el contexto del COVID-19 (Parte I) - IDEHPUCP
No se trata de “atender”, únicamente a las víctimas, cosa que sigue siendo necesaria; la realidad nos imponía una revisión de lo que había sucedido durante el CAI, no solo ocuparnos de la justicia y reparación integral de las personas directamente afectadas, sino sobre todo abrir un espacio de reflexión, análisis como país, mirando la participación de todos, crear condiciones para una transformación orientada a trabajar los problemas de fondo del país: esta organización social y del Estado, hecha estructura psíquica en la mayoría de los peruanos y peruanas permitió, toleró, incluso negó hechos de tanta violencia.
Desde el psicoanálisis podemos aportar tanto en el logro de mejores condiciones de vida, identificar lo que aún nos falta por procesar psíquicamente como país, como colectivo y que se hace presente en los hechos de violencia, durante las protestas sociales (dic 22 – mar23): 50 civiles y un policía murieron, más de 1,400 gravemente heridas durante las protestas . El relato de las personas afectadas hoy nos recuerda los relatos durante el CAI. Sin duda mucho por hacer aún, no podemos aprender de lo vivido, de lo sufrido.
También vemos avances, dolorosos por el tiempo que ha transcurrido y la afectación en la vida de mujeres, cuya adolescencia les fue arrebatada, entre 13 y 18 años cuando fueron víctimas de abuso sexual, en manos de miembros del Ejército Peruano.
Este 19 de junio, se dictó la sentencia del caso Manta-Vilca, (Huancavelica). La justicia y el reconocimiento ayudan a sanar heridas, promueven bienestar. Pero desde una perspectiva psíquica, no podemos dejar de observar los 50 años, esperando, el daño emocional es fuerte y se ha constituido en parte de sus vidas.

La justicia condenó con penas entre 6 y 12 años de cárcel a 10 exmilitares procesados por violación sexual. Un veredicto histórico: “Se condena a los acusados por los delitos contra la libertad y el honor sexual, considerados de lesa humanidad”, sentenció el juez.
Las señoras de Manta y Vilca nos remiten a las vivencias de muchas mujeres, del cuerpo como un territorio de lucha, son usadas para someter a la población, para humillar a los hombres, infundir miedo, un mecanismo para ejercer el control. El cuerpo de la mujer como instrumento para humillar a un “otro”. El dolor y sufrimiento se incrementaron en muchos casos, por embarazos no deseados, niños y niñas nacidas en ese contexto.
Las mujeres, son especialmente vulnerables, un problema, aún vigente : la discriminación histórica y profunda de la mujer. La “naturalización” de la violencia sexual a las mujeres; hace aún más difícil abordar el tema, se constituye en un “secreto compartido”, se sabe que sigue sucediendo, pero no se habla de ello.
Hay que valorar la capacidad de respuesta y de organización de las mujeres, no se quedaron como víctimas pasivas de la violencia; muchas de las organizaciones de afectados son lideradas e impulsadas por mujeres. Tienen además una gran capacidad de empatía y disposición para el apoyo a otros.
La violencia sexual deja, huellas dolorosas en la autoimagen, la autoestima personal. Muchos fenómenos psicológicos concurren en la defensa de la integridad emocional, la cohesión del “sí mismo”, son frecuentes las vivencias de “dejar de sentir el cuerpo” o “verlo como ajeno” “desconectarse”, “no me está pasando esto a mí”, “esto es sólo una pesadilla”.
Dentro de la lógica de la cultura patriarcal, hay poco espacio para la afectación asociada a la incapacidad de vivir una sexualidad plena. Muchas mujeres sienten que su “ser mujer” les recuerda la humillación, el dolor, que el espacio en el que podían desarrollar experiencias y encuentros con el placer, con la ternura han sido invadidos y permanecen en muchos casos ocupados.
¿Cómo aportar a des estigmatizar a las mujeres como víctimas? Con reconocimiento y políticas públicas que muestren no solo respeto y empatía, sino resaltando sus capacidades de afrontamiento, resistencia y la acción transformadora de las mujeres víctimas y sobrevivientes de la violencia en Perú.

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