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Caricaturas: ¿Bullying o verdades?

Patricia León | Psicoterapeuta y Psicoanalista Egresada de la Sociedad Peruana de Psicoanálisis.

Recuerdo a un compañero de secundaria que tenía la habilidad, (en realidad el talento), de crear caricaturas. Nosotros, sus compañeros de aula, lo rodeábamos expectantes, mientras él, lápiz en mano con trazos ágiles y seguros, convertía a nuestros profesores y compañeros en personajes de creaciones e historias divertidas: lo admirábamos, lo celebrábamos, sintiendo también la ansiedad de convertirnos en sus modelos elegidos.
¿Eran sus caricaturas un bullying dirigido a los profesores, a nosotros sus compañeros y al sistema educativo? Las caricaturas son creaciones cómicas que sin duda enmascaran agresividad, pero que atraviesan un proceso de elaboración y creatividad y cuya intención es develar una verdad interior que puede ser vergonzante e incómoda, pero que guarda semejanza con el modelo real. Sus dibujos develaban nuestro interior, yendo más allá de la apariencia y, con la agudeza de su percepción, nos revelaba verdades sobre nuestra situación escolar que intuíamos, pero que solo al observar sus dibujos podíamos ver con claridad. El bullying en cambio, se trata más bien de descargas impulsivas y/o agresivas directas y con el objetivo de hacer daño al otro.
Algunos profesores frente a esto, se desconcertaban: ¿era arte, juego, burla, ataque?; otros, lo tomaban como la clara muestra de un alumno ocioso y otros, lo recibieron como un ataque a su autoridad. Estos últimos, se colocaron en lo que Jessica Benjamin plantea como una relación complementaria (víctima-victimario). Una relación así, empuja a resistirse o a someterse a ella, lo que deriva en medidas represoras.
Si, como parte de la enseñanza escolar hubiésemos considerado esas caricaturas como un emergente del campo inconsciente co-construído entre alumnos y profesores, y lo hubiésemos usado como un elemento con el que jugar y aprender entre los miembros de la comunidad educativa; quizás, hubiésemos practicado la introspección, reconocido la dificultad y valentía de conocerse a uno mismo, hubiésemos podido discutir sobre: las diversas maneras en que nos relacionábamos unos con otros, sobre cómo éramos mirados, sobre lo que nos angustiaba y tantas otras cosas más…Quizás así, mi compañero hubiese sido reconocido en su talento y como portavoz del grupo. Sin embargo, ésta no fue su historia, él decidió abandonar el colegio cuando repitió por segunda vez tercero de secundaria y, pasados los 30 años, falleció de una sobredosis de droga.
Escribo esto intentando imaginar mejores finales para otros jóvenes como él: jóvenes diferentes, que nos interpelan e interpelan la realidad.

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