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Pulsión de vida en momentos caóticos

Lourdes Schutte, egresada de la promoción 35 del CPPL

 

Freud, en su obra “Más allá del principio de placer”, revisa y cuestiona el principio de placer, explica la compulsión a la repetición y reformula la teoría de las pulsiones describiendo el dualismo pulsional final entre pulsión de vida (Eros) y pulsión de muerte (Tánatos). Dualismo que, sin duda, acompaña al ser humano durante toda su existencia.

La presencia de ambas pulsiones está constantemente “ligadas” en la vida cotidiana, y se entrelazan vivencias desde una realidad donde, a simple vista, parece tener el protagonismo Tánatos.

¿Cuáles serían, entonces, algunas columnas que nos sostienen en medio de una atmósfera tensa y contaminante que abarcan aspectos políticos, económicos, sociales, ambientales, educativos y de salud que atravesamos?

Probablemente la vida en grupo sea una experiencia que contribuye a organizar nuestras vidas en medio del caos. ¿Cuándo está presente la pulsión de vida? Cuando nos juntamos con otros a vivir distintas experiencias: cantando, conversando, asistiendo a encuentros con gente amiga o a tomar un café con aquellos que dejamos de ver en algún momento. Cuando alguien comparte en alguna red social un momento triste o una pérdida y encuentra compañía en las respuestas sostenedoras de los demás. Cuando nos vamos dando cuenta lo que implica vivir con otros. Cuando ciudadanos indignados se organizan para exponer sus reclamos frente a la ausencia de condiciones básicas de vida como seguridad, equidad y presencia del estado. Cuando se instauran sistemas solidarios en una realidad en donde lo colectivo se vuelve imprescindible para la autoconservación. Cuando las redes de apoyo vecinales cubren las necesidades más urgentes e inmediatas como es el caso de las ollas comunes. ¿No es acaso esto una forma de amor colectivo?

Enrique Pichon-Riviére, consideraba a los grupos espacios de aprendizajes y transformación. En su libro “El proceso grupal” (2008) nos dice:

Definimos al grupo como el conjunto restringido de personas, ligadas entre sí por constantes de tipo y espacio y articuladas por su mutua representación interna, que se propone en forma explícita o implica una tarea que constituye su finalidad.

Los conjuntos sociales se organizan en unidades para alcanzar mayor seguridad y productividad. La unidad grupal tiene en muchos casos la característica de una situación espontánea. (p.209)

Hace algunos días, caminando por las calles de Lima no pude dejar de observar diferentes grupos:  danzantes de toda edad, músicos contagiando melodías, familias diversas. Gente unida por alguna actividad deportiva o artística, alumnos y profesionales compartiendo conocimientos, grupos de vendedores, devotos, curiosos, comensales, etc.

Estos grupos estaban impregnados de dinamismo, de un ánimo particular, quizá eso hace posible que existan agrupaciones más diversas aún, personas que tienen algún tipo de enfermedad y se unen para transitarla juntos, así también están los que comparten un tipo de circunstancia o experiencia de vida como los familiares de gente privada de libertad.

Las agrupaciones casi siempre sostienen un propósito que se despliega con la presencia y aporte de cada participante, naturalmente surgen lazos que conducen a una mutua protección y cuidados.  Así lo describe también Clarissa Pinkola, en “Mujeres que corren con los lobos”, una loba por muy enferma, acorralada, sola, asustada o debilitada que se sienta se acercará a los demás en busca de la protección de la manada.

Muchas veces dentro de los grupos se van creando espacios que se convierten en refugios empáticos, donde se escucha y se huele al otro, en ese olfateo emocional se crean círculos testimoniales de una práctica plena de alteridad.

En el desarrollo de las vivencias comunitarias se despliega esa energía libidinal capaz de crear vínculos que perduran a través del tiempo. Podemos observar a nuestro alrededor el continuo interés en participar de grupos, es como una energía viva que alimenta y se desarrolla. En los diversos círculos que se forman se va experimentando un sentido nuevo: el sentido colectivo, dando lugar a la imaginación, a intercambiar sueños, a crear algo nuevo.

Las pulsiones de vida se anidan en las construcciones colectivas entre seres humanos, aunque sean complejas, se van sosteniendo en la unión, la creación y conservación de la vida. Dentro de estas construcciones colectivas podemos transitar diversas emociones, seguramente alumbradas por la alegría de la fraternidad y la esperanza de lograr una integración.  Recordemos siempre que el caos no ha logrado apagar la vida grupal.

 

…De vez en cuando la vida
Afina con el pincel
Se nos eriza la piel, y faltan palabras
Para nombrar lo que ofrecen
A los que saben usarla

 (J. M. Serrat)

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