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Enma Raquel Quispe Yabar

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Algunas reflexiones sobre los afectos en la elección vocacional

Mg. Daphne Gusieff Torres- Psicoterapeuta psicoanalítica.

 

Partimos de considerar a la vocación como un camino de búsqueda, y no como revelación o construcción segura. La vocación entendida en este sentido, como algo que se va construyendo, deconstruyendo-reconstruyendo a lo largo de la vida, como algo que se mantiene pero que también cambia y podemos desarrollarla, enriquecerla y reorganizarla. Es importante devolverles a los estudiantes el protagonismo de su propia elección, considerándolos actores de su propia vida (Rascovan, 2009).

La labor de orientación vocacional es fundamental, en diferentes momentos del desarrollo evolutivo. Proponemos que el abordaje de una orientación vocacional en el campo psicoanalítico debe procurar comprender el conjunto de necesidades personales que, en la fantasía o en la realidad, satisface la carrera. A fin de comprender cómo opera y en qué consiste dicho conjunto de necesidades en cada persona, es necesario analizar el rol de los primeros vínculos, del sistema familiar y de los procesos identificatorios en cada paciente. A la vez, es preciso considerar que las necesidades a ser satisfechas operan bajo el marco general de la satisfacción pulsional (Gusieff, 2016)

A decir de Bohoslavsky (1984), el adolescente que decide y acepta crecer, de cierta manera “destruye” y rompe con la estructura del grupo familiar. De esta manera da el primer gran salto para su independencia del grupo familiar. Esto supone una reestructuración enorme no sólo de sí mismo sino también de todo el grupo familiar, lo cual constituye razón suficiente para generar en él sentimientos de culpa. Sin embargo, aun cuando es cierto que destruye, también es cierto que al elegir se convierte en el depositario del rol reparatorio de la estructura familiar. Este rol reparatorio es asumido por los miembros del grupo familiar en forma alternada o estereotipada, según sea el grupo, pero siempre es el adolescente quien lo asume al elegir la carrera. Así, toda la familia estará pendiente de la elección del adolescente, porque de manera inconsciente coloca sobre este la reparación de todo el grupo, es decir, de las heridas previas en el funcionamiento o la historia familiar (Bohoslavsky, 1984). Me permito agregar que las familias pueden desarrollar naturales resistencias hacia los cambios que implica un proceso de reparación. En este sentido, la negativa de algunos padres a aceptar algunas carreras, si bien pueden ocultarse bajo los trajes de aspectos socioeconómicos, podría encontrarse ligada al temor de la familia de que uno de sus miembros, a través de su carrera, denuncie, cuestione u otorgue una mirada distinta y profunda a la dinámica familiar (Gusieff, 2016).

Aportes de la genialidad bioniana a la clínica psicoanalítica

Psicóloga Adela Armas Pardavé – Psicoterapeuta en formación -Promoción 38 CPPL

Wilfred Bion, psicoanalista indo inglés, aporta a la clínica psicoanalítica de manera creativa y osada con un nuevo modelo teórico de la mente. Sus propuestas fusionan pensamientos de base matemática, filosófica y humanística con hechos tomados de la observación clínica (Bleichmar & Leiberman de Bleichmar, 2001). Bion nos plantea una variedad de conceptos que se interrelacionan entre sí, dando forma a su modelo de la mente y enriqueciendo la función del analista.

Bion equipara la función del terapeuta como la de una madre con su bebé, que registra e identifica las necesidades del niño, le presta sus palabras, le da sostén y mente, es decir, lo inviste libidinalmente ante sus descargas pulsionales y su ausencia de lenguaje para gestar su aparato para pensar. Aquella función materna, que refleja un estado mental de la madre en sintonía con las necesidades del bebé, lleva el nombre de reverié. En el setting psicoanalítico, el analista pretende replicar la reverié en su encuentro con el paciente. Este proceso se explica a través de la identificación proyectiva, que es una forma de comunicación en la cual el analista habita ¨su incomodidad¨, aquello que le pasa al paciente y no tiene palabras.

Frente a un paciente evacuativo y desbordado de contenidos perturbados (elementos beta), Bion dice que la función del analista es prestarle su continente, contornear sus contenidos para que estos no rebasen, darle la capacidad de digerir y verbalizar (elementos alfa). En la clínica psicoanalítica, se hallan sujetos que presentan desde contenidos perturbados en un continente que no los sostiene y los actúan, y también, sujetos con ausencia de contenido y un continente vacío. A partir de ello, la tarea del analista sería generar una capacidad de continente psíquico para un contenido y/o construir el contenido para poblar ese continente. Desde ¨sin memoria y sin deseo¨, Bion sugiere que los analistas suspendan sus deseos, ideales personales y memorias al construir psiquismo en el paciente. Esto para evitar insertar nuestros fantasmas en el paciente, nuestras preconcepciones en el proceso de análisis y saturar nuestra mente. Por ello, en nuestro oficio la supervisión y el análisis es fundamental.

Otro aporte esencial de Bion es la despatologización que hace de la locura al enunciar que todos poseemos una parte psicótica de la personalidad, la cual se expresa cuando a algún contenido de la mente se le otorga una cualidad de certeza. Por ejemplo, en el obsesivo hay un mayor predominio de esta parte psicótica, puesto que intenta dar un sentido absoluto y hay ausencia de la incertidumbre. Ante ello, el analista debe preguntarse: ¿Cómo la mente configura esa idea con cualidad de certeza? ¿Qué espacio ocupa ese pensamiento mágico? ¿de qué lo protege?

Para Bion, el verdadero cambio psíquico se vive como una sensación de catástrofe, que produce efectos y se podría reflejar de distintas formas. Por ejemplo, cuando hay suficiente capacidad de la psiquis para contener esas perturbaciones, darle forma y la posibilidad de ser pensado, o cuando hay mayor flexibilidad y tolerancia a la incertidumbre. Cuando la parte psicótica y no psicótica de la personalidad se logran articular en el aparato para pensar dando lugar a una psiquis integrada y creativa. También, cuando un nuevo contenido no solo genera impacto en el continente, sino que transforma los elementos que están contenidos en el funcionamiento mental y cuando se multiplican los vértices de nuestra forma de sentir, pensar, experimentar situaciones. Incluso, en la dinámica del proceso psicoanalítico los vértices se van complejizando conforme entendemos la historia y el mundo del sujeto. Para Bion, estas transformaciones dadas a través de la experiencia darán cuenta de un aprendizaje, lo cual se refleja en las experiencias de llevar un proceso psicoanalítico, donde en la díada paciente-terapeuta se producen aprendizajes a través de la experiencia compartida.

Finalmente, como terapeuta psicoanalítica en formación considero que conocer a Bion y su teoría ha enriquecido mis puntos de vista y ampliado mi comprensión al mundo interno de mis pacientes, mi propio mundo interno, a algún material clínico o, en general, a las situaciones de la vida misma.

 

 

Referencias

Bleichmar, N. & Lieberman, C. (2001). El psicoanálisis después de Freud: Teoría y clínica.

Editorial Paidós: México.

Sandor Ferenczi: Un rebelde con causa

Psicóloga Lucero Velarde Russo – Psicoterapeuta en formación- Prom 38

Pasarón aproximadamente cinco décadas para que el círculo psicoanalítico le diera el lugar que le correspondía al pensamiento Ferenzciano. Su obra estuvo guardada como una interpretación cuando el terapeuta sabe que el paciente aún no está listo para escucharla. Si bien desde antes que se publicará el Diario Clínico en los ochenta, ya habían autores que tomaban prestadas sus ideas para formular sus propias teorías, no obstante, estos no lo mencionaban, todavía había recelo en nombrarlo y brindarle el merecido reconocimiento.

Muy probablemente esto se debió al carácter rebelde y revolucionario de su obra. Según la RAE ser rebelde está definido como aquel sujeto que va en contra del poder o la autoridad. Ferenczi tuvo que tomar la difícil decisión de seguir investigando y afirmando su pensar, aunque eso le costará perder el apoyo de su maestro y la sociedad psicoanalítica en ese entonces, ejercer su libertad para pensar le valió carísimo, bien dijo “reformarse o morir”.

Gracias a sus aportes, el psicoanálisis fue descubriendo nuevas formas de acompañar a alguien que sufre, amplió la cartera de participantes para este método, fue gracias a este autor que la percepción del quehacer analítico empezó a suavizarse, y no hablo de un trabajo menos profundo a la hora de acercarnos a la comprensión del mundo interno del paciente, sino hablo de una suavidad contenedora, de un acercamiento asimétrico pero cálido. Pues él consideraba que interpretar lo inconsciente sin una conexión afectiva podía ser retraumatizador o iatrogénico, sería seguir la misma línea de confundir la ternura por la pasión adulta.

En la actualidad reconocer el afecto del paciente y lo que esto le produce al terapeuta es una necesidad, específicamente porque vivimos en una sociedad donde las emociones y los afectos no son reconocidos y mucho menos puestos en palabras, nos encontramos en un momento histórico donde muchos se sientes vacíos o aburridos. Entonces queda en nosotros, los terapeutas de ahora, desde nuestros consultorios, ofrecer un campo empático, hospitalario y ético para nuestros pacientes, tan solo así desde la paciencia y la espontaneidad disciplinada podremos acompañar y tratar de ayudar a reparar lo trágico que es vivir una vida donde el amor falló. Es en la interacción entre dos individuos lo que posibilita el cambio para ambos.

¿Por qué leer a Ferenczi?

Mg. Olinda Serrano de Dreifuss– Psicoterapeuta psicoanalítica

Abordaremos esta pregunta empezando por su contraparte, ¿por qué no se ha leído o no se leyó a Ferenczi durante décadas? y aún al presente ¿por qué autores afines al pensamiento y propuestas de Ferenczi no lo citan directamente? Sándor Ferenczi (1873-1933) fue rechazado y ocultado de muchas maneras y por varias razones: porque sus aportes parecieron una vuelta al tiempo previo del reconocimiento freudiano de la realidad psíquica, porque plantearon cuestionamientos a las supuestas formas analíticas de entonces, y por si fuera poco porque llevó a la práctica innovaciones técnicas, algunas de ellas inaceptables que él mismo deshechó. Más aún, el celo de algunos colegas por la mutua relación tan cercana con Freud propició versiones distorsionadas de su persona y los acontecimientos por aquella época.

Curiosamente Ferenczi es, hoy por hoy, un autor muy actual como lo muestran los permanentes grupos de estudio y reflexión, eventos y publicaciones en diferentes países que lo vinculan con otros autores y sus elaboraciones en la línea de un psicoanálisis contemporáneo atento a la subjetivación y al lugar del analista en el proceso terapéutico. En los entornos más conservadores si se quiere, ya puede ser mencionado y eventualmente rescatado sin producir una reacción de repudio. Sin duda, va siendo reconocido como un pionero en su comprensión del papel de la realidad en el trauma, su concepción del vínculo analítico en cuanto a la transferencia y las bases de la contratransferencia, y el planteamiento del análisis didáctico en cuanto a la ética de la formación. Autores posteriores desarrollan conceptos y modos de comprensión y trabajo analítico a partir de sus aportes.

Hay variados testimonios de la cercanía de Freud y Ferenczi, especialmente a partir de la correspondencia entre ambos y los posteriores estudios a partir de esta, así como por los viajes a los que Freud lo invitó; sin embargo, Ferenczi sólo tuvo 90 sesiones, “seguido por un análisis informal a lo largo de su vida”[1]. La dificultad para compartir el vínculo amical junto con el analítico nos queda muy claro a partir de la relación entre ambos. El encuadre es sin duda indispensable para el proceso analítico y para la formación del analista. Ferenczi nos deja este legado: hay que analizarse y no sólo ejercer un furor curandis o una aplicación de variaciones técnicas, algunas de las cuales documentó y deshechó en su Diario Clínico (1923).

Veamos con más detalle nuestra pregunta inicial. Leer a Ferenczi y leer sobre Ferenczi nos permite acceder a la centralidad del ambiente que ha de adaptarse al bebé en tanto sus efectos en el psiquismo, atendiendo a la confusión de lenguas de la pasión y de la ternura que puede producirse de parte de los adultos hacia el menor y, en tal caso, la desmentida del adulto que no escucha al niño o niña en su queja y denuncia, lo que efectivamente produce una experiencia traumática.  Su aporte es un esbozo de una teoría de la intersubjetividad a partir de la influencia del analista como persona y no sólo al interpretar lo inconsciente.

A su vez, nos permite subrayar una actitud analítica, con innovaciones técnicas pero principalmente ética, es decir, no autoritaria en tanto esta pueda ser retraumatizante; más bien nos invita a desarrollar el tacto y la empatía, la regresión y la mutualidad, que no es lo mismo que el infortunado análisis mutuo concreto sino una elaboración de este. Su propuesta se centra en aliviar a sus pacientes de su sufrimiento psíquico.


[1] Ávila Espada, A. (2013) La tradición interpersonal. Perspectiva social y cultural en psicoanálisis. Madrid: Agora relacional, pág. 81.